Duele ver jugar a Rafael Nadal. Siempre. Parece que -cuando saca, cuando resta, cuánto corre, cuando salta- le duele todo y probablemente es así:
LE DUELE TODO, pero a ti como espectador te duele aún más. Y tú no puedes hacer nada con ese dolor, pero él sí: Nadal hace su magia imposible e increíble con el dolor y el sufrimiento: es capaz de transformar esas llamas del infierno del dolor que le queman y fustigan en energía, fuerza mental e inspiración.
Enfrente en el partido de semifinales en Indian Wells tenía la madrugada del sábado el gran Rafael Nadal a un NATURAL, como los llaman los ingleses, a alguien a quien la naturaleza ha hecho perfecto para la actividad que desempeña, el deporte del tenis en este caso: CARLOS ALCARAZ, el murciano genial.
El mono viejo contra el mono joven. Algún día el MONO VIEJO tendrá que ceder LA JEFATURA DE LA TRIBU DEL TENIS español al MONO JOVEN, pero todavía no, ayer en Indian Wells todavía no.
Carlos Alcaraz jugó como Dios, pero Rafael Nadal nunca se rinde ni se deja derrotar, por nadie, ni por el mismísimo Dios, y por eso en el título de este artículo le hemos llamado Satanás, como metáfora, como un sinónimo de rebelde e incansable luchador.
Bravo ese coraje.
Bravo esa alquimia que transforma en energía positiva el sufrimiento y el dolor.
BRAVO NADAL.
BRAVO ALCARAZ.
Y dos veces BRAVO por el tenis español.
Tigre Tigre.
