Alarma mundial por los salarios indecentes de los altos ejecutivos de las grandes empresas

La decencia social requiere un salario mínimo y una renta mínima vital para todos los seres humanos. Esta misma decencia social también debería exigir la imposición de un techo de ingresos, un «salario máximo» para los altos directivos de las grandes empresas.

Un guiño en esa dirección de techo se dio en Francia durante la semana previa a las recientes Elecciones Presidenciales.

La realidad es que ni Emmanuel Macron ni Marine Le Pen históricamente han mostrado mucho interés en la justicia salarial. Sin embargo, en los últimos días de campaña electoral, tanto Macron como Le Pen se enfurecieron cuando distintos informes revelaron que el director ejecutivo del mayor fabricante de automóviles de Francia se había embolsado 20 millones de euros el año pasado.

Macron rápidamente calificó esos millones de «escandalosos y excesivos» y prometió luchar a nivel de la Unión Europea contra los salarios exagerados de los altos ejecutivos corporativos.

«En algún momento tenemos que establecer techos e implementar una estructura de gobierno a nivel europeo que haga que las cosas sean aceptables. De lo contrario, en algún momento la sociedad explotará», afirmó Macron.

Por su parte, Marine Le Pen dijo indignada que «Por supuesto que es impactante».

En la Francia contemporánea un salario de 20 millones de euros por un año de trabajo de un director ejecutivo claramente todavía tiene el poder de impactar.

Sin embargo, no ocurre lo mismo en todos los lugares del mundo donde, como ocurre en Estados Unidos, los salarios por encima de los 20 millones de dólares se han convertido en algo demasiado habitual.

Un informe de Equilar, la empresa de datos corporativos, muestra su análisis anual de los salarios ejecutivos en las 100 corporaciones más grandes de Estados Unidos que han publicado los totales de pago de sus directores ejecutivos antes del 31 de marzo.

El salario más exuberante a Patrick Gelsinger, presidente de Intel, quien se embolsó más de 175 millones de dólares en 2021. El segundo lugar corresponde a Tim Cook, CEO de Apple, con un salario cercano a los 100 millones de dólares el año pasado. Además, también recibió otros 754 millones en acciones correspondiente a la última cuota de su paquete de pago inicial. Además, la corporación de «la manzana» pagó a otros cuatro altos directivos con, al menos, 26 millones de dólares.

¿Y qué pasa con el resto de los más de 150.000 empleados de Apple? El empleado medio de Apple ganó en 2021 68.254  dólares. Por tanto, los 98,7 millones de dólares de Tim Cook superaron el salario medio de los empleados en 1.447 veces. 

En general, los directores ejecutivos en la lista Equilar 100 de este año obtuvieron 254 veces más de salario que sus trabajadores. En menos de un día de trabajo, en efecto, estos ejecutivos ganaron más de lo que cobraron sus trabajadores en el transcurso de todo el año.

Los investigadores del Instituto de Política Económica de Washington (EPI) han estado trabajando durante años para contextualizar números de proporción como estos. En 1965, según calcula EPI, los directores ejecutivos de las 350 corporaciones más importantes de Estados Unidos obtuvieron solo 21,1 veces más salario que los trabajadores estadounidenses medios. Una generación más tarde, en 1990, ese múltiplo se había triplicado, pero seguía estando en «sólo» 61,4 veces. Actualmente, la brecha salarial entre directores ejecutivos y trabajadores es de 351,1 a 1.

EPI publicó esa cifra de 351,1 en agosto pasado de 2021. La semana pasada, estos investigadores se unieron al Proyecto Shift de la Universidad de Harvard para detallar dramáticamente lo poco que están pagando a sus trabajadores muchas de las corporaciones más generosas de Estados Unidos con sus los directores ejecutivos.

Sin embargo, en la cuna del capitalismo salvaje se está dando un proceso de control de la brecha salarial a través de la imposición de impuestos sobre el exceso de sueldos.

En Oregón, la ciudad de Portland creó un impuesto de proporción salarial durante los últimos seis años. Las empresas que hacen negocios en esta ciudad que tienen brechas salariales entre el director ejecutivo y sus trabajadores superiores a 100 a 1 pagan un impuesto adicional del 10% sobre el impuesto anual de licencia comercial de la ciudad. Las proporciones de más de 250 a 1 elevan esa sobretasa al 25 por ciento. En 2019, esa sobretasa de proporción salarial de Portland recaudó casi 5 millones.

En San Francisco se estableció un impuesto de proporción salarial similar en 2020 que se aplica a las empresas con altos ejecutivos que ganan más de 100 veces el salario medio de sus trabajadores locales. Las corporaciones con proporciones superiores a 600 a 1 pueden pagar hasta el 2,4% de su nómina en impuestos. En 2022, este gravamen de proporción salarial podría aportar hasta 140 millones a las arcas de San Francisco.

En otras partes del mundo, los líderes políticos progresistas han retomado una propuesta más amplia de límite de ingresos que Franklin Roosevelt presentó en 1942. Esa tasa impositiva máxima que reducía la brecha salarial entre los directores ejecutivos y sus trabajadores provocó el crecimiento más importante de la clase media.

Hace cinco años, en las elecciones presidenciales francesas de 2017, el veterano político radical Jean-Luc Mélenchon estuvo a punto de llegar a la ronda final de la votación. Su propuesta distintiva: una tasa impositiva similar a la de Roosvelt sobre los ingresos superiores a 400.000 euros. En las elecciones presidenciales francesas de este año, Mélenchon, una vez más, estuvo a punto de pasar a la segunda ronda. Esta vez prometió rebajar la brecha salarial a 20 veces el salario más bajo.

El guiño de Emmanuel Macron a la noción de un tope salarial a los ejecutivos refleja la apuesta de Macron por el apoyo de los votantes que optaron por Mélenchon en la votación inicial. Sin embargo, todo el mundo sabe que Macron no lo hará.

Sin embargo, se está empezando a dar un movimiento político en que se pretenden medidas que vinculen las tasas de impuestos corporativos o las decisiones de contratación del gobierno con la brecha salarial de los directores ejecutivos y los trabajadores. 

El nivel de desigualdad que nos rodea ha sido y siempre será una construcción humana, pero se puede elegir ser más iguales. Sólo hace falta la valentía suficiente para, desde el poder político, enfrentarse cara a cara a las élites empresariales. Por desgracia, en España, eso no ocurrirá por, precisamente, la falta de coraje que es tan característica en el Palacio de la Moncloa.