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Nítido y cristalino -como el nombre de su directora gerente, Kristalina Georgieva-, ha sido el mensaje que el Fondo Monetario Internacional (FMI) ha difundido en Davos, hace un par de días-, a propósito de la previsión de crecimiento de economía española que calculan para 2020 y el próximo año. En concreto, nuestro país crecerá, según el Fondo,  tan solo un 1,6% en ambos ejercicios lo que representa dos décimas por debajo de la estimación anterior y una para 2021.

El anuncio ha sentado en el Gobierno igual que cuando se está celebrando una boda y alguien avisa que la grúa se está llevando el coche del padre de la novia. Con el que además pretendían irse de luna de miel.

Valga el símil porque en los pocos días de vida del gabinete Sánchez es quizás la única noticia que ha venido a aguar la fiesta de las celebraciones del alumbramiento del poligobierno. También es cierto que son tantos, entre vices y ministros, que los festejos deben tener una extensión acorde con el número de elenco.

El primer aviso de que las cosas en lo tocante a la economía nacional no están para interpretar la composición  musical “Música para los reales fuegos de artificio” del maestro Georg Friedrich Händel, vino desde el Instituto Nacional de Estadística en octubre pasado, con la revisión de su metodogía de cálculo. Para el Fondo, la baja en la calificación de España se debe, precisamente y entre otras cosas, a «la revisión estadística, un peor entorno exterior en lo que respecta a Europa y Latinoamérica y un deterioro más rápido de lo previsto de la demanda doméstica», según declaró Gian Marie Milesi-Ferretti, del Servicio de Estudios del FMI.

Antes, fue la Autoridad Independiente de Responsabilidad Fiscal (AIReF) quien ya redujo la previsión de crecimiento del PIB en el cuarto trimestre de 2019 al 0,44%, concordante con su evaluación para el trimestre anterior, estableciendo en el 0,42% el incremento de Producto Interior Bruto (PIB) para el primer trimestre de 2020.

Esta rebaja en la previsión de crecimiento de la economía española es un caso aparte respecto de las de los países desarrollados, siempre según el FMI. Este organismo internacional estima que los países con mayor índice de desarrollo crecerán este año en consonancia con las previsiones que se habían efectuado. A excepción de Japón, y no por menos sino por más, porque su crecimiento será de dos décimas por encima de lo estimado.

Calviño defiende el fuerte

«Las previsiones de FMI están más o menos en línea con la de los principales organismos. La verdad es que el ajuste del Fondo ha tenido que ser un poco superior al de otros organismos precisamente porque sus últimas previsiones no habían incorporado la nueva metodología del INE”, dijo el mismo día del anuncio del Fondo la vicepresidenta y ministra de Asuntos Económicos y Transformación Digital, que siempre defiende el fuerte de manera ejemplar.

Calviño decía más: “Por eso el ajuste es más elevado quizás que en otros países, pero todos los organismos coinciden en considerar que nuestro país crecerá durante 2020 por encima de la media de la UE y que esta senda de crecimiento se mantendrá en los próximos años».

Quizá lo peor de lo anunciado por el FMI sea el lugar elegido para ello, una cumbre en la intervienen los principales agentes y actores de la economía mundial. Desde ese barullo de reuniones quedan para lo que se denomina el gran público y para los que aprovechan cualquier cosa para fastidiar el convite de bodas unos flashes que cuelgan del espacio como fantasmas de mal augurio.

Volveremos quizá a cometer el error de despertar ese atavismo tan calado entre la población y que lleva a repudiar lo que viene de fuera cuando no es favorable aunque sea verdad. Una actitud paleta que es consecuencia de los años de aislamiento de España tras su hundimiento como potencia colonizadora y que ha llegó, tras dictaduras y guerras civiles, hasta la recuperación de la Democracia con el inicio de la Transición.

Actitudes, por tanto, extemporáneas y que si encontraban acomodo en la dictadura franquista sobre todo en sus primeros años cuando casi todos los países, salvo algunos pocos gobernados por otras dictaduras, dieron la espalda al Régimen de Franco y, lo que peor, a España y los españoles que son los que pagaron el pato entonces. Como ocurre siempre con los embargos a los países, Cuba, por ejemplo.

El 9 de febrero de 1946 la Asamblea General de Naciones Unidas aprobó la resolución nº 32 por la cual se prohibía a nuestro país a ingresar en ese alto organismo además de otras medidas de sanción.

La respuesta popular en aquel entonces se plasmó en una multitudinaria manifestación en la Plaza de oriente de Madrid en la que destacaba una pancarta que bien podría resumir el espíritu de aquella gente entonces: “Si ellos tienen onu, nosotros tenemos dos”.

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