Si tienes cuarenta años o más, seguro que, al leer el nombre de Ismael Beiro, se te dibuja una sonrisa en la cara. Si no te suena, Ismael, hace 20 años, fue el primer ganador del concurso Gran Hermano, con su gorro y su mirada sonriente, que regalaba alegría y hacía que los demás habitantes de la casa sumarán en la convivencia.
Tengo, más que la suerte, el regalo que supone que me lea en Twitter Ismael. Cuando empecé a publicar estas columnas, se las envié a él y a otros influencers que me seguían para que, si les parecía bien, ampliaran la difusión. Pues adivina quién me retuitea cada vez que le llega una opinión. Exacto, Ismael, y encima me da ánimos. Muchas gracias desde aquí.
La semana que escribí la columna de La nueva educación, se me ocurrió que una de las claves de la misma debería ser el espíritu de Ismael Beiro y su eterna mirada sonriente, siempre dispuesto a escuchar al extraño, comprenderle y encontrar la forma de sumar. Es decir, una clase magistral de empatía con la persona que piensa diferente.
Así que, busqué en Google “el espíritu de Ismael Beiro” y encontré una entrevista muy interesante en el blog de Indhira de septiembre de 2010, donde contaba cómo le dió por apuntarse al concurso y las claves para ganarlo.
Enseguida pensé que el método de Ismael nos podría ayudar en los nuevos confinamientos de este año por el coronavirus. Me explico: resulta que Ismael es estaba terminando de estudiar Ingeniería Superior Marítima y a la casa llegó tras haberse pasado unos meses en un buque mercante haciendo las prácticas para licenciarse. Puede que jugará con ventaja respeto a sus compañeros de concurso, ya que, como marino, sabía qué se experimenta en un confinamiento de 90 días, los que duró el programa.
También le desveló a Indhira una clave muy interesante. Al preguntarle sobre la fórmula del éxito Gran Hermano, su respuesta fue “Gran Hermano es la continuidad de la tradición española de sentarse al fresco en la puerta de casa con el único divertimento de ver a los vecinos pasar. Convertir lo cotidiano en entretenimiento.”
Lo cual, se asemeja a sentarse en una terraza de un bar a departir con los amigos y asumir que lo que se dice en el bar se queda en el bar; a diferencia de las redes sociales de captación de datos, donde lo que se dice lo sacamos de contexto desde el balcón de nuestro móvil, y lo juzgamos desde nuestro contexto. Sin ninguna predisposición a ser empático con la persona que ha planteado su opinión.
Además, Ismael es un buen ejemplo de cómo nos podemos reciclar tras el confinamiento, pues estudió un máster en dirección de empresas audiovisuales, hizo una tesis sobre adaptación de contenidos de televisión en smartphones, cursos de comedia, improvisación y teatro, estudió idiomas… y gracias a esa reconversión ahora puede dirigir una productora y hacer monólogos súper divertidos.
Por todo ello, animo a Ismael a crear píldoras audiovisuales para afrontar los próximos confinamientos. Con ese don de la empatía que tiene para abrir las ventanas de las mentes más cerradas, y como marino que es, puede ayudarnos en estas nuevas travesías que afrontaremos de nuevo por el Cabo de Hornos de la pandemia.