Las derechas convencionales han claudicado definitivamente ante el poder emergente de Vox. Santiago Abascal ya ejerce como líder y hombre fuerte de la oposición, marcando cada día las agendas políticas de Partido Popular y Ciudadanos. El mismo Pablo Casado reconoció ayer, tras su reunión con el presidente del Gobierno en funciones, que el PP no puede ser el partido que “blanquee” el pacto del PSOE con “los comunistas de Unidas Podemos”, ya que de hacerlo sería “letal para España y un suicidio para el PP”. “Si hacemos eso, miles de militantes romperían el carné del partido”, ratificaron fuentes de la cúpula popular.

La declaración de Casado fue, además de un revés para las aspiraciones de Sánchez de lograr una investidura con el voto en blanco de los populares, la representación evidente del grito interior de pánico que atenaza al líder del Partido Popular. Casado siente que Abascal le va comiendo terreno por la derecha y no sabe cuál es la mejor estrategia para frenarlo. Si el presidente popular le copia el discurso a Vox está políticamente muerto, ya que el electorado detectará perfectamente dónde hay un plan original y dónde está la copia. Por el contrario, si se centra y se modera, permitiendo la investidura de Sánchez y la llegada al poder de “los comunistas” de Podemos, como él dice, sería el “suicidio político” del partido. ¿Y qué entiende Casado por suicidio? Está bien claro: él considera que cualquier síntoma de debilidad, cualquier gesto de aproximación a Sánchez, aunque sea solo la abstención para favorecer la investidura del líder socialista, sería perder la confianza de su electorado y renunciar a un buen montón de votos que irían a parar a la extrema derecha.

Vox ya ha olido el rastro de la sangre, el miedo de Casado, y el portavoz parlamentario de la formación ultra, Iván Espinosa de los Monteros, reprochó acto seguido al PP que se niegue a facilitar un Gobierno de Sánchez anteponiendo así “los intereses del partido a los intereses de España”. Además, dudó de que el rechazo de Casado sea “el mayor gesto de responsabilidad o sensatez”. No cabe duda de que los de Vox tienen buenos asesores. Su estrategia diabólica consiste en empujar al barro al PP, presionarle para que permita el desbloqueo por “el bien del país”, mientras Vox queda como el partido verdaderamente patriótico, el único que salvaguarda la unidad de España y el único íntegro en sus convicciones, ya que no se mancha las manos con componendas y pactos con comunistas y feminazis. Y ahí está la trampa maquiavélica, el jaque mate al PP. Casado se encuentra atrapado entre dos fuegos, el de Pedro Sánchez que le culpa de la parálisis institucional de España (y con razón) y el de Vox, que le aprieta las clavijas para que claudique y permita finalmente un Gobierno socialista-podemita. De ahí la agónica declaración del líder del PP que suena más bien a SOS, a petición de socorro: “Si lo hacemos sería el suicidio del partido”.

Espinosa de los Monteros lo reconoció sin tapujos ayer mismo, cuando aseguró que a su juicio los populares rechazan cualquier pacto con el PSOE para no dejar a Vox como el único partido de la oposición, con lo que Casado estaría poniendo “por delante los intereses del partido a los intereses de España”. La siguiente jugada de Espinosa fue tratar de hacer ver que nadie está cumpliendo con lo prometido durante la campaña electoral, salvo Vox, que “garantizó desde el principio que no apoyaría un Gobierno presidido por Pedro Sánchez y menos aún compartido con separatistas y comunistas”. Además, dejó claro que la formación ultra no va a permitir “ninguna fórmula de Gobierno del PSOE”, aunque reconoció que sí entenderían que PP y Ciudadanos facilitasen la investidura. A su juicio, estos dos partidos “no se distinguen tanto” del PSOE (de nuevo el eslogan de la “derechita cobarde”) y alegó que Vox reconoce que “sería menos malo para España” un Ejecutivo de “socialdemócratas de centro” que uno apoyado en “separatistas y comunistas”.

Por tanto, la estrategia de “que sean otros los que queden marcados por la historia” está claramente diseñada por la extrema derecha y puede convertirse es un auténtico campo de minas para el PP. Casado está maniatado: no puede desbloquear la situación porque sería su “suicidio político”, tal como él mismo reconoce, y tampoco puede permanecer en el inmovilismo a ultranza, ya que quedaría en evidencia que copia miserablemente la táctica de Vox. Estamos pues ante una partida a muerte donde las reglas de juego las marca claramente la extrema derecha y donde Casado tiene todas las de perder de antemano. Son, en fin, las consecuencias nefastas que para el PP tiene haber compadreado, coqueteado y pactado con Vox en Madrid, Andalucía y Murcia en lugar de haber mantenido un discurso original, centrado y propio desde el principio.

2 COMENTARIOS

  1. Ja, ja, ja… «Discurso diabólico», «ultraderecha» en cada renglón, «comunista» entrecomillado como si los podemitas fueran monjas del Carmelo. Y para rematar, esa apelación al «centro moderado» que Casado ya probó con resultados bien conocidos. Eso sí, que los chavistas corruptos de Galapagar pacten con «la Psoe», magnífico, ¿no? Sectarismo a tutiplé y desvergüenza absoluta. Todo muy sociata. Como dice el comentarista anterior, bien por Vox.

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