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Abascal quiso entrar en Ceuta como Franco y lo recibieron a huevazos

El líder de Vox prosigue con su estrategia política de sembrar el odio entre españoles

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análisis

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El señor Abascal se ha ido de excursión a Ceuta con el pretexto de defender España de la amenaza marroquí, de Pedro Sánchez y de los enemigos de la patria. Para el Caudillo de Bilbao, cualquier excusa es buena con tal de desempolvar el mosquetón oxidado del abuelo y dar rienda suelta al viejo delirio de la guerra contra el rojo o el rifeño rebelde. Bien porque el líder de Vox aún confía en pescar votos en los caladeros marroquíes del odio, bien porque está obsesionado con repetir las hazañas coloniales de Franco (mayormente cruzar el Estrecho hacia la Península para asestarle el golpe definitivo a la maltrecha democracia española), el caso es que el hombre ha debido cogerle el gustillo a bajarse al moro porque ya ha repetido viaje dos veces en menos de un mes.

Sin embargo, esta vez la maniobra de propaganda goebelsiana le ha salido por la culata. Nada más aterrizar en Ceuta la lio parda. Él debió pensar que miles de españoles de las ciudades autónomas –aterrorizados día y noche por la amenaza de invasión del rey Mojamé–, saldrían a recibirle con los brazos abiertos, le pondrían alfombra roja con banda de música desafinando el chunda chunda y lo ungirían como al nuevo salvapatrias del facherío hispano. Nada más lejos de la realidad. Esta vez el Caudillo de Bilbao incurrió en un serio error de cálculo, ya que lejos de darse un baño de masas, los ceutíes salieron a la calle no para llevarlo en volandas –como al nuevo Führer del glorioso Movimiento Nacional–, sino para recibirlo a huevazo limpio.

El desencadenante de la airada reacción ciudadana fue un controvertido tuit que el dirigente verde puso apenas unas horas antes de su épico viaje, que ya nació torcido: “Ni el Gobierno, ni sus colaboracionistas, ni los quintacolumnistas de Mohamed VI van a impedir que salgamos a defender nuestras fronteras”. Un discurso patriotero que ni José Antonio.

La estrategia de Abascal

Definitivamente, lo de “quintacolumnistas de Mohamed” terminó por tocar la moral de los lugareños, no fue una buena idea, más bien fue una gran pifia retórica fruto del desconocimiento de la realidad histórica y social de la zona y de lo que es la acogedora y multicultural tierra ceutí. Lógicamente, si vas de viaje oficial a Israel no se te ocurra predicar que eres simpatizante de la Alemania nazi porque te correrán a gorrazos y probablemente el Mosad te enfunde un traje a rayas antes de enviarte directamente al Guantánamo palestino. Pues lo mismo pasa con las plazas españolas en el norte de África. No se puede pretender ir por aquellas latitudes a insultar y menospreciar a los españoles musulmanes, ni a poner en duda su españolidad, ni a tomarlos por terroristas del ISIS, porque puede ocurrir que te cojan ojeriza y quieran correrte a tomatazos, como ha ocurrido en este caso. Por tanto, cuando se va de invitado a una casa hay que tener educación, un saber estar, un mínimo Santi.

Abascal ha conseguido algo: revolver los ánimos y los instintos más bajos

Tras enterarse del polémico tuit, unas trescientas personas calientes por la ofensa del responsable máximo de Vox se congregaron en manifestación para decirle que no era bien recibido en la ciudad. Así que el aspirante a general Franco se vio obligado a cancelar todos sus actos políticos y no pudo más que celebrar un mitin en petit comité en el hall de un hotel. Dura vida la del provocador profesional que tiene que salir por piernas de cada pueblo como un mal feriante.

Con todo, aunque es cierto que su viaje a las ciudades autónomas ha terminado en rotundo fracaso (llueve sobre mojado tras el gatillazo de las elecciones madrileñas, un primer aviso de que el personal no le está comprando el discurso ultravox) es cierto que Abascal ha conseguido algo: revolver los ánimos y los instintos más bajos, sembrar la intolerancia y la llama de la discordia entre los pacíficos españoles de Ceuta y Melilla (eso lo hace en cada lugar por el que pasa) y cosechar una pequeña victoria que venderá como un primer golpecito de Estado.

En efecto, aunque la Delegación del Gobierno y los tribunales de Justicia le habían prohibido celebrar actos políticos por razones de seguridad, Abascal finalmente convirtió su hotel en un pequeño cuartel general, un Alcázar resistente y libre de democracias donde pudo hacer proselitismo de sus ideas xenófobas. Fuera, la gente se agolpaba por decenas para decirle las cuatro cosas que opinan sobre él y la tensión fue a más cuando medio centenar de indignados intentó tomar el edificio por asalto, una maniobra que fue eficazmente repelida por la policía. Queda claro que el dirigente de Vox no hace política; lo suyo es la guerra por la guerra, mayormente la guerra cultural.

Al final, Abascal soltó sus sermones retrógrados de siempre y sus peores augurios de pájaro de mal agüero, como esa negra advertencia de que entre los “espaldas mojadas” que estos días han entrado en España nadando en aguas del Tarajal hay algunos terroristas sirios del ISIS dispuestos a cometer atentados en España. El CNI ha dado la alerta al respecto, pero tratar de criminalizar a cientos de miles de musulmanes que viven y trabajan pacífica y honradamente en España por culpa de unos pocos tronados de la guerra santa es tanto como acusar a toda la colonia rusa de nuestro país de pertenecer a la mafia moscovita. Un auténtico sinsentido ideológico que no tiene otra finalidad que seguir sembrando la violencia social contra el diferente, contra el extranjero, contra el otro.

Abascal no podrá decir que su paso por las ciudades españolas fronterizas haya sido precisamente glorioso, épico o histórico. Él pretendía emular las gestas africanas de Franco, postularse como Caudillo, pero al final nadie ha puesto a su servicio un Dragon Rapide, ni una guardia mora decidida a dar la vida por él, ni siquiera unos tabores de regulares indígenas con los que comenzar la Cruzada Nacional. Porca miseria.

Por mucho que Abascal se empeñe en ser como el viejo general, el patriota de patriotas, lo tiene ciertamente difícil. En los programas de humor de la tele ya lo han calado y lo conocen como El Prórrogas por su renuencia a cumplir con el servicio militar. No cabe duda, si el Tío Paco levantara la cabeza le diría aquello de “muchacho eres la vergüenza de España”.

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