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A través del miedo

Unos apuntes sobre meditación

José Miguel Ruiz Valls
José Miguel Ruiz Valls
Licenciado en derecho por la UNED. Cambió el oficio de abogado por el de escritor tras más de 20 años de práctica forense. Autor de los libros de ensayo "Todo Tiene Una Razón" y "Todo Al Revés”.
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análisis

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A Descartes, lo hicieron famoso, por una frase: “Pienso luego existo” (Pocos son los que aprendieron alguna más). Meditar es averiguar que hay vida más allá del pensamiento. Si un meditador experimentado tuviera que condensar su discurso en una frase, ésta sería “Siento luego existo”, y si no se ha hecho famosa es porque, el interés de los que gobiernan el mundo y sus imprentas, es que siempre tengamos “cosas en las que pensar”.

Meditar es alcanzar un estado mental en el que no aparecen pensamientos, pero no es “poner la mente en blanco”, pues eso es fijar un pensamiento, y requiere mucho esfuerzo mental. Meditar no requiere ningún esfuerzo; o mejor dicho, requiere ningún esfuerzo: Donde hay esfuerzo no hay meditación. Meditar es más bien como dejarse llevar por la lenta corriente de un rio, “saboreando la ingravidez”, sin dejarse impresionar por la mente, que siempre imagina cataratas.

Lo que se opone a la meditación es el estrés. Una persona estresada es aquella que tiene tantas cosas en las que pensar que se ve incapaz de “gestionarlas”. El estrés es un “exceso de pensamientos” que impide incluso conciliar el sueño. Toda persona estresada ha decidido, cientos de veces, dejar de pensar (¿Dejar de existir?) y ha fallado cientos de veces porque decidir no pensar es fijar un pensamiento. Para meditar, lo único que hay que decidir es “sentir”. La meditación surge de la comprensión de que, mientras sientes no piensas y mientras piensas no sientes. (No se puede hacer “ambas cosas” a la vez, y no hay por qué creerlo cuando es tan fácil comprobarlo).

“Sentir o pensar” es el verdadero dilema y no “ser o no ser”, pues no ser es imposible ¿Conoces a alguien que no sea? ¿Qué dilema puede haber entre lo posible y lo imposible? Para sentir hay que dejar de pensar pero no se le puede ordenar a la mente que deje de pensar porque, como bien saben todos los estresados, la mente no obedece esa orden (Por cierto, ¿Quién la da? ¿Te has parado a pensarlo? Si eres tú el que le ordena a la mente “No pienses” y no obedece ¿Puedes asegurar que la mente es tuya, que eres su propietario?). Hay una presencia en ti que quiere dejar de pensar y hay otra que no obedece y sigue pensando, sin parar, aunque le cueste la salud, aunque le cueste la vida. ¿Dos “yoes”? ¿Quién no ha vivido, alguna vez, esa experiencia? ¡Querer fumar y querer dejarlo! 

Meditar es alcanzar un estado de no-pensamiento que hay quién llama “silencio interior”, o “calma mental”, o “paz”, que es lo opuesto a la tensión que provoca el estrés. Si el estrés supone un despilfarro de energía, tanto a nivel físico como mental, la meditación supone un ahorro, una recarga energética. Si el estrés agota la mente y también los músculos del cuerpo, al mantener una tensión innecesaria, la meditación es el remedio para recuperar la salud física y mental. 

¿Y qué hay que hacer para meditar? Nada, o dicho de otra manera, solo sentir y seguir sintiendo. Cuando la mente se presta a sentir, se presta a nopensar (Pues ya hemos visto que ambas “actividades” son incompatibles); y siendo que pensar es la única actividad de la mente, es como decir que se presta a “desactivarse”, a “morir” (Es por ello que hay quién entiende la meditación como “la muerte del ego”).

Cuanto más se mantiene la atención en “sentir”, menor es el despilfarro y mayor es la recarga, y eso se percibe como “más vitalidad”, es decir, más vida (o menos muerte). En este punto es de vital importancia saber distinguir “sentir con los sentidos” de algo muy diferente que es “dejarse arrastrar por los sentimientos”. Meditar es mantener alerta los sentidos y los sentimientos tienden a impedirlo. Sentir es mantener una actitud receptiva: es recibir como pensar es emitir. Por eso no se pueden hacer “ambas cosas” al mismo tiempo, como no se puede hablar y escuchar. ¿Qué ocurre al aumentar la recepción y disminuir la emisión? Que recibes más información y te vuelves más sabio.

Jesús fue un experto meditador, como Buda (Es por eso que aconsejaba buscar el silencio en la propia habitación y huir del barullo del templo). Ambos sugirieron a sus contemporáneos que buscaran a Dios en su interior, enfrentándose a la casta sacerdotal, que enseña a buscarlo fuera (Así logran mantenerse como intermediarios). Fueron esos mismos sacerdotes-intermediarios los que tergiversaron las enseñanzas de Jesús; pero un meditador experto, aún puede reconocer algunas en los Evangelios. “Las Tentaciones del Desierto” es la narración de una meditación, para la cual se preparó Jesús, ayunando y eligiendo un lugar tranquilo (Igual que hacía Buda).

Cuando el meditador se da cuenta de que la mente hace todo lo posible para no permitirle experimentar el estado de no-pensamiento; cuando comprueba que la mente desobedece, cada vez que él le ordena -¡No pienses!.. ¡Apágate!.. ¡Déjame en paz un rato!- no es raro que identifique la mente con “el enemigo”, con “el demonio”, con una presencia extraña, un invasor, un parásito, un alienígena. ¿Es posible que algún ser malvado nos haya implantado algo con el propósito de absorber nuestra energía vital? Esa es una posibilidad que encanta a los que hacen películas de miedo pero ¿No cabe también la posibilidad de que el estresado falle una y otra vez, por el simple hecho de que está muy habituado a pensar? ¿Es posible que estemos tan acostumbrados, tan viciados a pensar, que nos resulte difícil dejar de hacerlo? ¿No es todo vicio un pensamiento que se apodera de alguien? 

Si estás acostumbrado a levantarse por el lado izquierdo de la cama y decides hacerlo, a partir de mañana, por el lado derecho, lo más probable es que falles pero con cada vez que lo decides, tus probabilidades de fallar disminuyen, y cuando, por fin, aciertas, te das cuenta de que la mente no te estaba boicoteando a propósito, de que no tenía ningún interés, ningún “plan malvado”, de que todo lo que hacía era lo que acostumbraba a hacer, hasta que se acostumbró a hacer otra cosa. ¡Una costumbre no suele cambiarse con una sola orden! 

Si estás acostumbrado a pensar y decides dejar de hacerlo, estar en paz, al menos un rato, serás tentando, igual que fue tentado Jesús, por pensamientos que te impedirán alcanzar tu objetivo. Él los gestionó de la misma manera que lo hubiera hecho cualquier meditador experimentado: Los dejó pasar, evitó enredarse en la cháchara que le proponía la “endiablada mente”. No le hizo caso, no le prestó atención, no se dejó impresionar. ¡Siguió sintiendo! Así es como se vence toda tentación. Así se supera el miedo pero ¿Qué gobernante podría tener algún interés en que los gobernados superen el miedo? ¡Ellos prefieren que pienses que pensar es existir!

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