Parece que la movilización social empieza a hacer mella en los gobernantes de este país. Parece que de una vez por todas, la guerra de David contra Goliat, la guerra de la calle frente al sordo poder de las instituciones, ha dado sus frutos. Parece ser que el poder ha torcido su brazo frente a la voz de la calle.

Me refiero, claro a está, al efecto que las Mareas Blancas en defensa de la sanidad pública han tenido en Andalucía, que han dado como resultado el relevo tanto del viceconsejero de Salud, Martín Blanco, y al gerente del Servicio Andaluz de Salud (SAS), José Manuel Aranda.

Mientras que Susana Díaz se vanagloriaba de que en Andalucía no había recortes en sanidad y en educación y le reprochaba en el parlamento andaluz a Teresa Rodríguez, coordinadora general de Podemos Andalucía, que en nuestra tierra “no había Mareas Blancas, ni Verdes ni Moradas”, la bomba le ha estallado en toda la cara a “la pija cortijera de Triana” (así la están llamando muchas agrupaciones del Carnaval de Cádiz) y ha tenido que ver cómo un médico granadino, un simple profesional que se hace llamar Spiriman, le ha montado una monumental trapatiesta que ha hecho que más de 130.000 andaluces salgan a la calle en varias provincias para negarse a las fusiones hospitalarias y a los recortes en sanidad que está llevando a cabo la Junta de Andalucía.

Y es que a Susanita le crecen los enanos. La lideresa ha estado en los últimos tiempos muy preocupada en preparar el contubernio de Ferraz contra Pedro Sánchez, en preparar su futuro como posible candidata del PSOE a la Moncloa y, mientras movía sus peones a su antojo (véase la maniobra de presentar a Patxi López como candidato a las primarias), se olvidó por completo que en este juego también los rivales mueven ficha.

Menudo cabreo se pillaría la lideresa al ver cómo miles de andaluces vitoreaban a Pedro Sánchez en Dos Hermanas, lugar simbólico para el socialismo andaluz y sobre todo para los herederos de Felipe González, mientras sonaba la canción de Diego Torres ‘Color Esperanza’ y donde Pedro Sánchez aparecía como el supuesto salvador de ese socialismo que se ha vendido a la derecha y que se pasó por el forro el tan manido ya “No es No”.

Un inciso. Personalmente creo que Pedro Sánchez no traerá los nuevos aires que demanda la militancia socialista y que el partido de la rosa ya ha perdido su rumbo definitivamente. Pero uno también reconoce que siempre preferirá un PSOE liderado por Sánchez que por Susana Díaz. Esto también lo tengo claro.

Lo que le ha pasado a la Presidenta de la Junta en estas semanas es un signo de la descomposición que sufre el partido socialista en Andalucía, un partido que se entregó a la derecha de Ciudadanos y no quiso ni siquiera plantearse las opciones que les brindaba Podemos y que ahora la propia gente, la ciudadanía, le está diciendo claramente, a través de las movilizaciones sociales, que este PSOE andaluz no es distinto en nada al más rancio Partido Popular que gobierna la Comunidad de Madrid donde se recorta tanto o más que en Andalucía en sanidad y educación.

En un principio Susana Díaz achacó la responsabilidad de las movilizaciones sociales al Partido Popular. También le colgó la bandera a Spiriman de ser un bolivariano chavista perteneciente a las demoníacas hordas moradas de Podemos, pero al final se ha demostrado que la protesta era del pueblo y que respondía a una necesidad real de la gente de demostrar su rechazo a unas políticas que están esquilmando nuestro sistema de sanidad público.

Es verdad que se ha intentado manipular alguna que otra protesta y muchos se han apuntado al carro de las manifestaciones sin ningún tipo de pudor. Por ejemplo, hemos visto a muchos dirigentes del PP andaluz en las manifestaciones y a muchos nos ha entrado ganas de vomitar, preguntándonos qué hacían en las protestas esos dirigentes del PP, que en otras comunidades autónomas y desde el Gobierno de la nación son defensores y responsables, con sus políticas, del sufrimiento de tanta gente. Pero a Susana se le olvidó que aunque el PP trató de instrumentalizar las protestas, había mucha gente que independientemente de banderas políticas estábamos muy preocupados por la situación que atraviesa nuestra sanidad. Así que las razones políticas de la señora Díaz se caen por su propio peso. Y las últimas dimisiones son una clara muestra de ello.

Pero esto no ha acabado aquí y a Susana le seguirán creciendo los enanos. Enanos, o más bien gigantes, en forma de Marea Verde, de movilización social, de protesta en la calle, de lucha contra los recortes, de barricada para defender nuestros derechos, esos derechos que nunca deberíamos haber perdido.

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