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Las cloacas mediáticas – I. Periodismo independiente versus periodismo comprado

Manuel F. García
Manuel F. García
Manuel F. García es activista sociocultural. Colabora como voluntario en varias asociaciones de actividades sociales, culturales y deportivas adaptadas a personas con diversidad funcional. Ha participado en proyectos educativos como alfabetización de adultos, formación profesional y ocupacional.
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análisis

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A poca gente le suenan nombres como Blackrock, Vanguard o State Street.  Oír el concepto «gestores de activos» suena a algo de tipo contable, o si alguien oye «fondos de inversión» se figurará algo relacionado con la bolsa.

Pero si uno escucha el término «fondos buitre», inevitablemente le vendrá a la cabeza la imagen de familias trabajadoras echadas de sus casas por la fuerza en medio de un dispositivo policial semejante al de una operación anti droga, tras un desahucio express. También nos vendrán a la cabeza casos de acoso inmobiliario brutales e inhumanos a inquilinos de viviendas adquiridas por fondos buitre, con subidas bestiales de alquiler para echarlos fuera.

«No dependen de los bancos centrales ni de los Estados, ni se someten a ninguna legislación internacional bancaria. Suelen operar desde paraísos fiscales para evadir el pago de impuestos, garantizar el anonimato de sus inversores y eludir cualquier tipo de supervisión pública. Son la banca en la sombra», se puede leer en el artículo de Martín Cuneo para El Salto: “Fondos de inversión. Los nuevos amos del mundo”, en el que también dice:

«Tras la crisis de 2008, el crecimiento de estos fondos ha sido espectacular. BlackRock es hoy el fondo de inversión más grande del mundo y tiene nueve billones de dólares en activos, equivalente a siete veces el PIB español, el 10% del PIB mundial, el doble que el banco más grande del mundo. Si BlackRock fuese un país, sería la tercera potencia mundial, después de Estados Unidos y China» (artículo de mayo de 2021).

En diciembre de 2021, Bea Talegón en su artículo para Diario16, “Qué tienen en común los principales medios de comunicación y las farmacéuticas Pfizer, Moderna o Astrazeneca”, revelaba que Blackrock, el mayor fondo de inversión del mundo, ya controlaba parte del accionariado del grupo Atresmedia (Antena 3 y laSexta); del grupo Mediaset (Cuatro y Telecinco), o del Grupo PRISA, (diario ‘El País’ y la Cadena SER). La misma pieza de la que Talegón extraía esta información descubría además, que la producción y distribución de medicamentos en el mundo capitalista se estaba monopolizando mediante multinacionales que estaban haciendo desaparecer a las farmacéuticas públicas, con evidencias periodísticas de una “ausencia de escrúpulos éticos por parte de las multinacionales farmacéuticas y su inmensa capacidad de soborno de políticos, expertos y médicos”. Pero no sólo eso; directores de prestigiosas revistas científicas reconocían que “la publicación de ciertos informes y resultados de investigaciones farmacológicas están financiadas por multinacionales farmacéuticas que los utilizan como instrumento de propaganda”.

El programa Grupo de Control (presentado por Bea Talegón y Carlos Sánchez, y que se emite en el canal online BEATALEGÓN.TV), bajo el título «Conflicto de Intereses»: Polifonías con Federico Ruiz de Lobera hizo un clarificador análisis del tremendo impacto que supone como destrucción del derecho a la información veraz la inyección de dinero que la industria farmacéutica inyecta en los medios de comunicación mayoritarios.

El invitado, Federico Ruíz de Lobera, periodista independiente que dirige el programa online La Clave Cultural TV aportó claves fundamentales para entender la verdadera dimensión del problema. Según él, pocos medios quedan ya no afectados por el conflicto de intereses; quien pone el dinero determina la línea editorial. Si las farmacéuticas a través de los fondos de inversión determinan qué noticias se ubican en los grandes medios, es evidente que sólo se publicarán noticias que no vayan en contra de los intereses de los que pagan.

Hay muy pocos periodistas independientes que hayan hecho oír su voz; Federico también citó ejemplos de otros colectivos como Médicos Por la Verdad, como caso excepcional de voces expertas disidentes, o los cinco premios Nobel que avisaban de la falta de veracidad en la “versión oficial” de todo lo que se difundía sobre la pandemia.

Ha habido un tratamiento totalitario de la información oficial, un pensamiento único, en el que no se ha permitido contrastar opiniones; se ha impuesto una “versión unívoca” que, en opinión de Lobera, se ha acrecentado con el tiempo.  A pesar de ello, se ha podido crear debate y cuestionar periodísticamente la propaganda oficial. El director de La Clave Cultural TV  recuerda que, recién creado su programa, pudo romper la idea de que todo el discurso oficialista estaba blindado, y hasta se pudo hacer un debate sobre la guerra de Ucrania.

El juez José Mª Asencio y la médica y ex portavoz de IU de Sanidad en el Congreso Ángeles Maestro participaron en la tercera emisión del programa que debatió el Covid y demostró que era posible confrontar opiniones diferentes sin que se generase ningún conflicto y sin que nadie se marchase del mismo, como hizo la ex ministra de Sanidad Mª Luisa Carcedo en el primer programa, cuando no aceptó los datos de fallecidos tras las vacunas (el vídeo de ese debate desapareció de la plataforma Youtube, recuperándolo Bea Talegón para los lectores de Diario16 desde la plataforma Rumble).

Un aspecto muy importante del programa se centró en el efecto manipulador que la desinformación, la intoxicación mediática y la ocultación de datos puede tener en las personas, y se reflexionó sobre las causas de esta vulnerabilidad en la sociedad; Lobera mencionó el reciente estudio de El País que demuestra que el 80% de la población acepta adoptar una actitud seguidista incluso sin estar de acuerdo con el “discurso oficial”.

A la observación de Carlos Sánchez sobre el oxímoron que se ha esgrimido en el discurso oficial mediático “yo creo en la ciencia”, Lobera añadía: “Yo le pediría a la gente que dejara de creer y que contrastara; no creas en la persona, pon [lo que afirma] en cuarentena y contrástalo”; “Se confunden ideologías con creencias y [se entra en] la ideología de trinchera”.

Carlos habló del experimento del psicólogo de Yale Stanley Milgram, sobre la obediencia a la autoridad, aun cuando esta obediencia entra en conflicto con su conciencia (exhibe un vídeo con imágenes del ensayo en el programa). El  experimento demostró que dos tercios de los sujetos participantes fueron capaces de someter a descargas eléctricas incluso potencialmente mortales (o eso creían), a una persona inocente sólo por simple obediencia a un individuo desconocido que llevaba una bata blanca, sin poner objeción alguna.

Lobera apuntó la idea de que la gente finalmente asume creencias que no son normales, y los periodistas han de señalar esta debilidad humana de sumisión.

Bea Talegón concluyó indicando la importancia de romper ese protocolo impuesto en el periodismo, de no cuestionar, ni dar voz, ni respetar las opiniones en contra del oficialismo.

Beatriz Talegón y Carlos Sánchez, Federico Ruíz de Lobera, César Vidal, Juan Manuel de Prada y algunos más; excepciones de ética periodística, de independencia, pluralidad y profesionalidad. Y en una sociedad realmente libre, con ciudadanos defensores de sus derechos  no debería ser excepcional. Pero también es responsabilidad de la ciudadanía, por un lado supervisar proactivamente las acciones de sus servidores públicos, y por otro desarrollar pensamiento crítico. Federico Ruíz de Lobera citó a Unamuno en una frase que todos deberíamos grabarnos a fuego en nuestro pensamiento:

“El único que aprende algo es quien se convence al final, no quien ya venía convencido”.

Sólo podemos aprender algo nuevo si estamos dispuestos a cambiar de opinión ante la evidencia.

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1 COMENTARIO

  1. La verdad no resulta ser tanto la coincidencia de los hechos con la realidad como el relato que la propaganda y la repetición imponen en la subjetividad de la mayoría y que se establece como una certeza. Los privilegiados lo saben y tratan de conservar su ventaja; como explica Susan George, en Pensamiento Secuestrado; invirtiendo en medios y recursos con los que alcanzar tal finalidad, con los que conseguir que la gente crea que las cosas son lo que a ellos les conviene y que muestra la diferencia entre informar y adoctrinar, alumbrar e intoxicar.
    Estamos en el momento de la información de la desinformación; de la masiva información sesgada cuyo exceso hace indescifrable una verdad que queda velada por el contenido aparente y paralelo en que se envuelve: un buen enemigo al que odiar, un buen marco compulsivo que ciegue al análisis, el temor a los acontecimientos, o la estabilización de la masa por la identificación imaginaria con el leader o el grupo… Y todos lo harán bajo la apariencia de una firme defensa de la libertad de opinión y la pluralidad informativa intentando parecer que no se pertenece a la carcunda.
    Si la censura es un problema porque mutila la verdad impidiendo su manifestación; la sobre información y la distorsión la velan y la ocultan hasta hacerla incomprensible. Por lo que no queda otra que el escepticismo y el análisis si no queremos ser víctimas de la manipulación y la intoxicación que miles de millones son capaces de poner al servicio de quien los puede invertir en tal misión.

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