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Ucrania: la guerra del gas

Todos los conflictos tienen un origen común: la lucha por las materias primas que escasean en el mundo

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análisis

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Durante décadas, los combustibles fósiles han estado detrás de crisis, conflictos bélicos, invasiones y violaciones de derechos humanos. Nuestra dependencia del gas y el petróleo no solo acelera la emergencia climática y aumenta artificialmente los precios de la energía, también alimenta la maquinaria de la guerra. Greenpeace asegura que ante el horror causado por la invasión rusa de Ucrania, no solo debemos unir nuestras voces al grito de “No a la guerra”. Para que esta y otras guerras similares terminen, debemos apuntar a las causas que las provocan y las hacen posibles.

Ahora, el mundo se enfrenta en Ucrania a un conflicto financiado, de nuevo, por la dependencia del gas y del petróleo: el 40% del PIB de Rusia procede de la exportación de combustibles fósiles. Es nuestra dependencia energética de estos combustibles la que permite a Estados como el ruso sostener su maquinaria bélica y la que provoca cada vez más violaciones de derechos humanos, conflictos y crisis de refugiados. Solo un dato: cada día Europa paga 800 millones de euros a Rusia por la compra de combustible. Y esa colaboración industrial no se ha frenado ni siquiera en medio de la guerra de Ucrania.

Una rápida transición hacia las energías renovables, acelerando el despliegue de energía limpia de manera democrática y en manos de la ciudadanía, es la unica salida para evitar conflictos por la energía. España debería abandonar su idea de convertir el país en el centro europeo del gas, desempolvando viejos y caros proyectos que aumentarán las importaciones de gas fósil. Esta infraestructura no entraría en funcionamiento hasta dentro de años y mantendrá la dependencia del gas que difícilmente tendrá un origen “democrático” y en ningún caso sostenible. A juicio de Greenpeace, se deberían establecer criterios de transición justa ante los peores efectos de la crisis de precios de la energía para proteger a los consumidores vulnerables. Según la organización ecologista, es el momento de liberarnos de las dependencias fósiles e invertir en una transición justa hacia un mundo en paz.

La energía nuclear no es una solución viable si se tiene en cuenta que esta tecnología requiere de un mineral poco disponible y que seguirá uniendo a España y la Unión Europea con Rusia: el uranio. Los datos de ENUSA (Empresa Nacional de Uranio) sitúan la dependencia de España de las importaciones de concentrados de uranio desde Rusia en el 38,7% para el año 2020. Otras fuentes indican que en 2018 esa dependencia era de un sonoro 53%. A la dependencia directa de Rusia hay que añadir otro factor geoestratégico: otro 13% más del concentrado de uranio viene de dos países en la órbita del Kremlin: Uzbekistán y Kazajistán, asegura Meritxell Bennasar, licenciada en Tecnología Ambiental por la Universidad de Wolverhampton y coordinadora de la campaña de Recuperación Verde y Justa en Greenpeace. “A nivel comunitario las cosas no son mucho mejores: de Rusia depende la producción de entre el 15 y el 20 por ciento de los concentrados de uranio (U3O8) que, después de ser enriquecido, usan las centrales nucleares europeas en sus reactores. Los concentrados de uranio no se pueden usar en las centrales nucleares. Ha de ser enriquecido previamente, aumentando la concentración del isótopo de uranio que sirve para la reacción nuclear”, asegura Bennasar.

Hay muy pocos países en el mundo que pueden hacer este proceso de enriquecimiento, ya que con las mismas máquinas se puede producir uranio con calidad suficiente para las armas atómicas. Muy peligroso. Casi un 30% del uranio enriquecido de la UE depende de Rusia. En el mundo hay solo ocho países que pueden producir uranio enriquecido a nivel comercial: EE.UU., Rusia, China, Holanda, el Reino Unido, Alemania, Francia, Brasil y Japón. La UE enriquece internamente alrededor del 70% del uranio que usa, independientemente de dónde haya sido extraído, pero para un 28% restante sigue dependiendo de Rusia. Es decir que la dependencia de la UE de la industria nuclear rusa es mayor a la que indican meramente los datos de importación de uranio.

“No es de sorprender, por tanto, que las sanciones a Rusia aprobadas por la Unión Europea no apunten con seriedad a detener las importaciones de gas, petróleo, carbón ni mucho menos de uranio a través de las cuales Putin está financiando su guerra. Las últimas sanciones de la UE al sector energético ruso cubren empresas como Rosneft, Transneft y Gazprom Neft, pero no a Lukoil ni Novatek o Rosatom. Esta última es la empresa estatal rusa de energía atómica de la que tanto depende el abastecimiento de las centrales nucleares en la UE y en España”, añade la experta.

Es hora de acelerar un cambio de modelo energético hacia un sistema eficiente, inteligente, cien por cien renovable y democrático. Es la única manera de poder detener de verdad el flujo de dinero que alimenta la guerra y hacer frente a la crisis ambiental.

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