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Bendita vacuna… ¿Maldita vacuna? (II)

Javier Pérez Soriano
Javier Pérez Soriano
Profesor de Secundaria. Licenciado en Química. Técnico Superior de Prevención de Riesgos Laborales y Máster Universitario en PRL. Formador de Formadores en Seguridad y Prevención de Riesgos Laborales. Autor del portal www.prevenciondocente.com
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análisis

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Hay una curiosa expresión, casi siempre certera, que dice que «de aquellos polvos, estos lodos». Esta locución, en forma de advertencia, se suele utilizar para indicar que las cosas que normalmente pasan en el presente suelen ser consecuencia directa de algo que se hizo mal en el pasado, y en el caso de la segunda dosis de la vacuna de AstraZeneca es lo que está ocurriendo actualmente.

El errático proceso de vacunación del personal esencial comenzó con numerosos vaivenes, provocados de entrada por la aparición de efectos secundarios en la primera dosis administrada con AstraZeneca; seguidos por la mala gestión de esos primeros casos de trombos, que intentaron taparse por todos los medios; dos paralizaciones del proceso de vacunación con esta vacuna; un cambio de criterio sin estudio científico previo para vacunar con esta marca a mayores de 55 años, cuando los estudios médicos no estaban hechos para dicha franja de edad, algo que solo se puede entender bajo un prisma económico, debido a la elevada cantidad de vacunas que quedaban en los frigoríficos tras la segunda suspensión.

Con estos antecedentes se pone en marcha durante esta segunda paralización del proceso de vacunación un estudio por parte del Ministerio de Sanidad a través del Instituto de Salud Carlos III, con la finalidad de investigar la combinación de una segunda dosis distinta a la primera inoculada con AstraZeneca. Lo que en principio se planteó como un proceso para buscar una alternativa fiable a los problemas de trombos generados por esta vacuna ha dado lugar a un guirigay político/científico, con opiniones totalmente encontradas, aunque válidas todas ellas desde mi punto de vista, pero que han acabado generando una polarización de posiciones que han sido contraproducentes en pleno proceso de vacunación.

Lo que genera desconfianza es que el proceso parte de un estudio en fase 2 con 600 personas, para dar respuesta a la posible falta de seguridad por los efectos secundarios provocados por la vacuna de AstraZeneca. Pero no se responde a esa falta de seguridad con un estudio sobre dicho aspecto a medio plazo en el caso de la combinación de su primera dosis con una segunda vacuna de Pfizer, como por otra parte era lógico por la falta de tiempo al tener que sacar unos datos para poder justificar la vacunación con la segunda dosis de la farmacéutica estadounidense-alemana, si el resultado era positivo, sino que los datos que arroja ese informe, que no es poco, es el mayor o menor grado de inmunización en función del nivel de anticuerpos generados con dicha segunda dosis, sin poder ser tampoco comparada con lo que hubiera pasado con las dos dosis de AstraZeneca.

A partir de ahí se produce todo un cúmulo de despropósitos cuando el Ministerio adopta la medida de impulsar la combinación de la primera y segunda dosis con dos sueros distintos, desoyendo las recomendaciones de las sociedades médicas y de la Agencia Europea de Medicamentos. Ante esta circunstancia se genera una situación rocambolesca cuando en el Consejo Interterritorial del Sistema Nacional de Salud, se aprueba la combinación de las vacunas de AstraZeneca y Pfizer propuesta por el Gobierno, pero con siete comunidades autónomas en contra o absteniéndose. Desde ese momento cada comunidad se posiciona en un sentido u otro, ya que quedó abierta la posibilidad de poner la segunda dosis con la misma vacuna que la primera, surgiendo a partir de ahí un cúmulo de deslealtades institucionales por parte de aquellas comunidades que votaron en contra en el Consejo Interterritorial, fomentando abiertamente en su caso, como recomiendan las sociedades médicas y la EMA, que no se produzca la mezcla, poniendo incluso trabas como la firma de un consentimiento informado si se quería desoír sus instrucciones y seguir las del Ministerio. Pero también ha habido deslealtad institucional con los ciudadanos por parte del Ministerio cuando, viendo las largas colas que se formaban para vacunarse con la segunda dosis de AstraZeneca, y las pocas personas que elegían la opción de Pfizer, optó por filtrar el número de muertes producidas por trombos por la vacuna británica, con el fin de que apareciera en los titulares de todos los periódicos en pleno relanzamiento del proceso de vacunación. ¿Acaso puede deberse a que en junio ha vencido el contrato de compra de estas vacunas por parte de la Unión Europea, con la consiguiente limitación de dosis que ello conlleva?

En este proceso de vacunación se están dando situaciones tan peculiares como que elijas la opción que elijas como segunda dosis, si es que se puede realmente escoger, que todavía no está claro en función de la administración a la que preguntes, desoyes bien a la comunidad científica y la Agencia Europea de Medicamentos, bien al Ministerio de Sanidad. Pero es que, además, tomes la decisión que tomes, en algunas comunidades, por ejemplo, tienes que firmar un documento donde si no desde un punto de vista legal ya que esa decisión sería echada abajo por parte del cualquier tribunal, sí desde un punto de vista moral puede tener consecuencias directas sobre tu salud.

Lo llamativo de la situación actual es que en algunas comunidades solo tienes que firmar el consentimiento informado cuando no se quiere romper la pauta original de vacunación, que es lo indicado en el prospecto de la vacuna, pero no lo tienes que firmar si la rompes, como recomienda el Ministerio. ¿Tiene algún sentido hacerte responsable mediante tu firma si quieres seguir con la pauta aconsejada por un medicamento, pero no hace falta hacerlo si quieres cambiar de fármaco? El problema es que hay mucho ruido exterior y no se le ofrece al usuario toda la información necesaria para tomar una decisión. Y ahí es cuando me pregunto: ¿está capacitada una persona sin formación específica en la materia para tomar una decisión de tanta trascendencia?

Lo que debería haber sido una buena oportunidad para que se hubiera podido elegir entre dos buenas soluciones, como sería ponerse las dos dosis con el mismo tipo de suero, o combinar, que no mezclar, ambas vacunas, en función de los datos aportados por el estudio del Instituto Carlos III, y por tanto dar sosiego a las personas afectadas, ha provocado una situación que solo ha traído confusión y desconcierto al personal a vacunar, así como una sensación de inseguridad por la que muchas personas se están quedando sin completar la pauta íntegra de dos dosis ante el miedo generado, cuando esa opción es claramente la peor, esta vez sí, según consenso general.

Probablemente si se hubiera elegido como responsable del proceso de vacunación del personal esencial a una persona «antivacunas», ésta no podría haber organizado un desbarajuste tan grande como el que actualmente está viviendo este personal pendiente de vacunación. Hemos conseguido que, en lugar de verse el proceso de vacunación como una forma de estar más cerca de alcanzar nuestra anisada normalidad mediante la inmunización de las personas, bendita vacuna, se vea como un proceso de conflicto continuo, donde a lo mejor, con suerte, te toca la que tú quieres, y entonces sí tienes la sensación de estar bien vacunado, ¿maldita vacuna? Y eso se habría conseguido adoptando medidas basadas exclusivamente en la ciencia, teniendo transparencia en las decisiones, diciendo la verdad desde el principio y haciendo mucha pedagogía. Pero, por otra parte, también he echado en falta un poquito de empatía por parte de las personas que tenemos la suerte de estar ya vacunadas, o estamos en vías de hacerlo. ¿Realmente estamos siendo conscientes de que hay países en los que apenas se ha empezado el proceso de vacunación?

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