Yellowstone Wolf, líder de la insurrección instigada por Trump.

Tanto los servicios de inteligencia como de seguridad de los Estados Unidos están investigando los hechos del pasado 6 de enero para poder implementar las medidas de seguridad de cara a la investidura de Joe Biden del próximo miércoles.

Además de las identificaciones y detenciones que se están produciendo, tanto el Departamento de Justicia, como el FBI, el Servicio Secreto y otras agencias gubernamentales se encuentran inmersos en una profunda investigación para resolver el dilema de la planificación previa del asalto al Capitolio y, sobre todo, quiénes fueron sus verdaderos organizadores y si hubo ayudas desde la Administración.

Esta última línea de investigación, que es muy preocupante, se ha planteado por la acusación de un grupo de congresistas demócratas de que los asaltantes pudieron haber contado con el apoyo de algunos miembros del Partido Republicano.

Una de las primeras certezas que ha revelado la investigación es que uno de los objetivos del asalto, además de paralizar la sesión que iba a certificar los resultados electorales, era el secuestro y asesinato de varios miembros del Congreso, puesto que muchos de los seguidores de Trump llevaban esposas y bridas de plástico para inmovilizar a las posibles víctimas. El propio vicepresidente Mike Pence estuvo en peligro, dado que un grupo de asaltantes llegó a la oficina pocos minutos después de que las fuerzas de seguridad lo trasladaran a un lugar seguro.

La presidenta del Congreso, Nancy Pelosi, anunció el pasado viernes la apertura de una investigación interna sobre la seguridad del Capitolio.

Sin embargo, el asalto no fue improvisado, sino, más bien, todo lo contrario. La firma Site International Group, especializada en suministrar información a gobiernos sobre amenazas terroristas o de grupos extremistas, señaló en un informe que hubo muchos indicios sobre la preparación del intento de golpe de Estado. La directora de esta empresa, Rita Katz, afirmó en Twitter que «todavía hay muchos que no entienden lo abiertamente que se planificó la revuelta del Capitolio. Llegó después de un mes de estrategias e incitaciones rampantes a ‘atacar y ocupar’ el Congreso y secuestrar/arrestar a legisladores».

Durante las semanas previas al asalto, las redes sociales, las plataformas, foros y aplicaciones de mensajería instantánea se llenaron de mensajes como Ataquemos el Capitolio o Detengamos el Fraude.

Esta planificación previa no le quita ninguna responsabilidad a Trump, como quieren hacer ver algunos republicanos, sino que, más bien, le puede hacer partícipe de la misma, puesto que su discurso en el mitin previo al intento de golpe de Estado fue el pistoletazo de salida a lo que, desde las semanas previas, se llevaba planificando en los grupos ultras partidarios del todavía presidente de los Estados Unidos.

Otro hecho que sorprende que no se tuviera en cuenta por los responsables de seguridad del Capitolio fue la realización de visitas guiadas que, en algunos casos, se constituían en verdaderas rondas de reconocimiento. Hay que recordar que, a causa de la pandemia, las visitas turísticas fueron canceladas. Por esta razón, un grupo de congresistas demócratas denunciaron estos hechos a los responsables de seguridad en la que denunciaron cómo el día 5 de enero fueron testigos de un elevado número de grupos externos en el complejo del Capitolio. En consecuencia, estas visitas sólo pudieron ser autorizadas por congresistas o por su personal.

A esto se une el testimonio de Alexandria Ocasio-Cortez o de Ayanna Pressley que afirmaron que prefirieron refugiarse de manera independiente a hacerlo con el resto de congresistas por si algún republicano las entregaba a los asaltantes.

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