El diario Público publicó un sondeo en el que la mayoría de los españoles ya está en contra de que los Borbones continúen en la Jefatura del Estado y prefieren una república democrática. Los escándalos de Juan Carlos I han supuesto, quizá, el golpe de gracia para la Monarquía española y la ciudadanía se está dando cuenta de que la institución es una rémora del pasado ineficaz para hacer frente a la realidad del siglo XXI.

La crisis institucional provocada por los escándalos del rey emérito es de una envergadura sin precedentes en España por una razón principal: los supuestos delitos que pudiera haber cometido Juan Carlos de Borbón fueron perpetrados mientras era Jefe del Estado, es decir, mientras representaba a España por el mundo. Es evidente que este comportamiento sólo puede venir de la seguridad o la impunidad que da la inviolabilidad reconocida por las leyes españolas para el rey, una figura legal totalmente anacrónica que, precisamente, puede provocar que quien debe ser ejemplo de limpieza se convierta en un presunto transgresor compulsivo de las leyes. Una democracia no puede permitir que su máximo representante compatibilice sus funciones institucionales con el trabajo de «comisionista».

En teoría, le hubiera tocado a la clase política actuar, a los representantes elegidos por el pueblo, ante esta crisis institucional. Varios partidos reclamaron nuevamente la creación de una comisión de investigación para que se depuren responsabilidades por el comportamiento y las actividades de Juan Carlos de Borbón. Sin embargo, todos los intentes siempre chocan con el bloque de la Transición (PP, PSOE, Vox y C’s) y sus satélites regionales que sigue defendiendo a ultranza a la Monarquía.

La realidad es que ese bloque de la Transición lo que está evitando es que se investigue y se depuren responsabilidades por un presunto caso de corrupción cometido supuestamente en el periodo en el que Juan Carlos de Borbón era Jefe del Estado. ¿Desde cuándo se ha visto que la clase política de un país democrático se oponga a investigar un caso de corrupción?

Sin embargo, en el sondeo publicado por Público se indica claramente que los votantes socialistas están en una onda totalmente diferente de la de su partido. Un 54,8% se decanta por una república, mientras que apenas un 39% lo hace por la Monarquía. Este dato es clarificador de las diferencias existentes entre la posición oficial de un partido teóricamente republicano pero que se comporta como bastión de defensa de los Borbones.

Lo mismo se podría decir del resto de los votantes de los partidos del bloque de la Transición, donde se puede comprobar que, incluso en las posiciones más conservadoras de Vox y el Partido Popular, el posicionamiento en favor de la república superan el 15%.

La realidad es que los españoles y las españolas ya no forman el pueblo sumiso ante la Monarquía que fue desde la Transición hasta la entrada del siglo XXI. La ciudadanía, a medida que las generaciones nacidas en los años 80 y 90 han ganado madurez de pensamiento y capacidad de análisis, se está dando cuenta de que la Jefatura del Estado debe ser algo más que una institución sin más funciones que la de la representación institucional, además de tener aparatos de control sobre sus comportamientos y de transparencia absoluta.

¿Por qué el CIS lleva, precisamente, desde el año 2015 sin preguntar a la ciudadanía sobre la Monarquía? Casualmente, un año antes se produjo en procesamiento de Cristina de Borbón en el Caso Noos. Todo ello vino precedido de la cacería en Botsuana y la relación de Juan Carlos I con Corinna zu Sayn-Wittgenstein. Casualmente, se dejó de preguntar a los españolas un año después de que Felipe VI accediera al trono. ¿Qué ocurriría si ahora se preguntara los españoles sobre la Monarquía, conociéndose los presuntos negocios del rey emérito y sus cuentas en paraísos fiscales que están siendo investigados por la Fiscalía de Suiza? Evidentemente, los resultados se acercarán mucho a las conclusiones del sondeo de Público.

Una vez que pase la crisis actual, los partidos democráticos tienen la obligación de iniciar las profundas reformas constitucionales que el país necesita y, entre ellas, está dar la voz al pueblo sobre la Monarquía. No se puede aplazar más el hecho de que la democracia española mantenga a la institución que Franco eligió para ocupar la Jefatura de Estado.

1 COMENTARIO

  1. Leo con frecuencia columnas muy parecidas al que firman ustedes. Y suelo verme tentado a comentarlas aunque finalmente casi nunca lo hago. Principalmente porque su redacción deja claro que no se trata de una opinión contrastable sobre la que pueda abrirse un debate serio y razonado, Están escritas de forma que queda bien claro que reflejan una convicción de que la suya es una verdad absoluta sobre la que no cabe discusión alguna. Pero hoy me encuentran ustedes sin otra cosa que hacer. No ya por la cuarentena, que a estas alturas está ya bastante relajada, sino porque así vienen las cosas con frecuencia. No pretendo contradecirles de forma desaforada, yo soy también republicano, sino hacerles ver que su punto de vista no es el único posible. Ni siquiera entre los que coincidimos en cuál debiera ser la forma del Estado.

    Proponen ustedes la república como si se tratase de algo unívoco. Nada más lejos de la realidad. Han existido y existen diferentes tipos de república. ¿Cuál de ellas queremos? Porque no entran en ello. Se limitan a proponer la república como la panacea de todos lo males, el fin deseable e inevitable, la esencia de la modernidad. Olvidan que en España se proclamó por primera vez una república el 11 de febrero de 1873. No es algo nuevo para España. Por cierto, en aquella ocasión los cambios en la bandera y el escudo se limitaron a retirar la corona del escudo.

    Pero volvamos a la primera cuestión: ¿qué república? Porque podemos pretender una con un presidente representativo y otro ejecutivo como fue nuestra II República, la actual República Italiana o la República de Alemania. ¿ Alguien sabe cómo se llama el presidente de la república en Alemania? Sean sinceros. No lo saben. Yo tampoco. Ni casi nadie. Se trata de una figura decorativa que cuesta tanto o más dinero que el clan de los Borbones. Podemos pretender, en cambio, una república al estilo de la francesa en la que el presidente goza de poderes ejecutivos. En ella, el que corre el riesgo de parecer decorativo es el primer ministro. Les concedo esta vez que lo conocen. Pero ¿cuánta gente más sabe que se trata de Edouard Philippe? ¿A qué partido pertenece? Naturalmente, existen otros modelos. En América es casi universal el modelo presidencialista: Quien ostenta la presidencia de la república también es presidente del gobierno. Estados Unidos, Méjico, Argentina, Chile, Venezuela, Colombia, Perú, Bolivia,… En todos ellos se usa este modelo. Es el que más me gusta a mí, a pesar de que no es perfecto tampoco. Pero mi gusto personal es irrelevante ahora. Lo que pretendo señalar es que ustedes no han propuesto ninguno de ellos. Y hay una razón para ello. Ustedes no son republicanos sino anti-monárquicos. Que no es en absoluto lo mismo.

    Afirman ustedes que quienes votamos la izquierda que no es la suya nos hemos convertido en bastiones defensivos de “lo borbónico”. Y lo afirman a sabiendas de que es falso. La gran mayoría de los que votamos izquierda en España lo hacemos desde ese consenso constitucional que tanto parecen ustedes detestar. Pero ese consenso nos ha llevado a gozar de la época más larga de libertad que jamás haya tenido España. Ustedes denostan la Constitución pero obvian que es ella la que asentó los principios de libertad, derechos civiles y políticos, convivencia y democracia. Basta leerla para darse cuenta. Y así lo entendió una abrumadora mayoría de los españoles. Si repasan los titulares de la prensa europea de aquellos años, verán cómo nuestra Constitución fue calificada como una de las más liberales del mundo. Y eso no ha cambiado. Sigue siendo una de las que más y mejor garantizan los derechos y libertades de los ciudadanos y la igualdad ante la ley de todos y cada uno. No hay, por lo tanto, un “bloque constitucional”. Hay quienes están a favor de defender esas libertades y quienes no.

    Cosa diferente es el mal uso de esas libertades que algunos hayan podido hacer. Y de que quepa siempre introducir mejoras en las leyes para impedir esos malos usos. Pero la mayor parte de esas mejoras pertenecen a los ámbitos administrativo y penal. Respecto de esta cuestión traigo también a colación su falsa cuestión: ¿Cuándo se ha visto que la clase política de un estado democrático se oponga a investigar la corrupción? Pues se ha visto constantemente a lo largo de toda la historia de los regímenes democráticos. Cuando los corruptos son opositores, se investiga. Cuando pertenecen a la mayoría, no. Y eso ha sucedido en todos los países democráticos del mundo. Basta leer de vez en cuando periódicos de otros paises. Nuevamente se pueden adoptar medidas correctoras a través de los ámbitos administrativo y penal. No sólo en España sino en cualquier otro lugar del mundo.

    Otro error común al hablar de república, en España, es identificarla con izquierda. No hay nada más lejano a la realidad. El partido conservador en los Estados Unidos es, precisamente, el partido republicano. La opción más extendida de la derecha francesa es, precisamente, Les Republicains. El nazismo de Hitler, en cuanto llegó al poder, eliminó la figura del Kaiser e implantó una república. Lo mismo hizo Mussolini en Italia. La Falange Española, de clara inspiración fascista, se definía como un partido republicano, como el propio José Antonio dijo y escribió. Franco era reacio a designar como sucesor suyo a un rey, aunque el hecho de que la mayoría de generales del régimen fueran monárquicos y de que sus apoyos políticos provinieran principalmente del Requeté carlista, ultracatólicos y monárquicos – como sus primos hermanos ideológicos de Convergencia Democrática de Catalunya y del PNV, que provienen de ese carlismo – le hicieron cambiar de idea. El primer presidente de la II República Española fue Niceto Alcalá Zamora, quien se definió como católico, conservador y republicano. Y podría escribir muchos otros ejemplos. Y estoy seguro de que ustedes lo saben. Luego su identificación de izquierda y república no es sino otra forma de mostrar que su objetivo no es sólo acabar con el hecho de que la jefatura de un Estado pueda ser hereditaria. En eso estaríamos de acuerdo muchísimos ciudadanos. Ustedes pretenden un cambio de régimen que va más allá de eso. Pretenden que la república tenga, de por sí, orientación política. Y en eso no podemos estar de acuerdo. Yo voto izquierda y no me limito a decirlo. Defiendo postulados progresistas en público desde hace muchos años. No necesito demostrarlo ahora. Basta conocerme. Pero soy un demócrata convencido. Todas las tendencias políticas deben tener cabida de forma libre en la sociedad. Eso lo garantiza nuestra Constitución y no depende de la forma del Estado que no es sino el resultado de lo que eligieron libremente los ciudadanos. No es, como afirman ustedes falsamente, una rémora del pasado. Baste contemplar que en Europa abundan las monarquías: Suecia, Noruega, Dinamarca, Holanda, Bélgica, Luxemburgo, Mónaco, Reino Unido. De ninguna de ellas podrán ustedes afirmar que su forma de gobierno es una rémora franquista. Porque mentirían. Como mienten al afirmarlo sobre España. España es una monarquía parlamentaria con una constitución democrática. Lo es porque así lo eligieron libremente (repito: libremente) los españoles por abrumadora mayoría. No se trata pues de sumisión como falsamente se dice en su columna, sino de respeto al consenso social alcanzado de forma libre y que nos ha otorgado el periodo más largo de libertad conocido en España. Quienes creemos en la libertad y en los grandes acuerdos sociales los respetamos siempre. No sólo cuando nos dan la razón. Libertad no es criminalizar a quien no piensa como yo. Libertad es defender sin duda alguna el derecho a pensar diferente de quienes no piensan como yo. Por eso precisamente yo, un republicano convencido, acepto la monarquía parlamentaria como forma del Estado. Eso no significa que acepte que el rey actúe a su antojo. Todo lo contrario. Ya que tu único mérito para ostentar la jefatura del Estado es haber nacido, debes ser absolutamente ejemplar. Si no lo eres, debes responder por ello. Pero eso no invalida a la monarquía sino al monarca. Pretender lo contrario delata que ustedes no son republicanos sino anti-monárquicos, que no es, ni por asomo, lo mismo.

    Desconozco si España volverá a ser una república. No soy adivino. Quisiera que así fuera pero tengo la convicción de no sucederá mientras no haya un consenso semejante al de la Transición, cuando más del 80 por ciento de la población estuvo de acuerdo. Y no me vengan con la falacia de la pistola en la nuca que les he escuchado a menudo. Dudo que Santiago Carrillo o Dolores Ibárruri se hubiesen dejado amedrentar y ambos formaron parte de esa Transición: ayudaron a crear ese consenso. No creo que lo vuelva a haber mientras la voz cantante la lleven quienes no son republicanos sino anti-monárquicos y quienes identifican la forma del Estado con una determinada opción política. A este paso, igual no vivo para verlo.

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