Foto: Agustín Millán

Dice la historia que no hicimos, que no luchamos, que no valimos; que fuimos objetos destinados a brindar placer sexual y afectivo. Nuestro paso por el mundo fue por mucho tiempo silencioso, o más bien silenciado, y ahora que por fin tenemos voz, hay quienes no comprenden nuestra necesidad de expresar lo que hemos callado por tanto tiempo, que no es otra cosa que una oda a la paz, un movimiento social que busca redibujar el mapa de ruta por el que se ha conducido la humanidad, añadiendo colores y personas que siempre estuvieron ahí, invisibilizadas o borradas por quienes nos creyeron poco dignas de figurar en el.

Hoy más que celebrar, lucho, porque mientras sigan existiendo negaciones de derechos, brechas salariales, mutilaciones genitales femeninas, comercio sexual de mujeres, feminicidios, mujeres que alquilan y venden sus cuerpos para poder comer, y en suma, la cosificación de la mujer como instrumento de guerra, no podemos conformarnos y alegrarnos porque algunas ya podemos votar, estudiar, trabajar o expresar lo que pensamos. Mientras nos sigan llamando “feminazis” emocionales, que buscan imponer su voluntad irracional masacrando a los hombres que no piensan como ellas, seguiremos navegando por la ruta equivocada del discurso del odio. Hoy quiero decirles a todos los hombres que se han sentido ofendidos por el feminismo (que no es otra cosa que un principio de igualdad de derechos) que los comprendo, porque muchas veces no nos gusta mirarnos en el espejo y ver que con acciones y omisiones, todos hemos contribuido a que las brechas sigan siendo grandes, por eso hoy les digo que no nos victimizamos, y que tampoco los odiamos, nunca lo hemos hecho, después de todo cada ser humano proviene del vientre de una mujer. Y aunque es verdad que existen diferencias que se tornan a veces incongruentes dentro de nuestra lucha, ese no es motivo para demeritar, atacar o criticar que el objetivo sigue siendo legítimo y necesario hoy más que nunca, y que lo mejor que podrían hacer es abrirse a la escucha y unirse. Dejen de asustarse con la satanizada “ideología de género” que busca imponerse con violencia, el feminismo auténtico no es ninguna imposición ideológica, sino un diálogo abierto con perspectiva de género, en el que todos estamos invitados a participar y construir igualdad de derechos y oportunidades entre hombres y mujeres.

A las mujeres que leen estas líneas les digo que nunca hemos estado solas, basta con mirar a nuestro alrededor para darnos cuenta que existen guerreras que se ponen en pie cada día para brindar esa ternura, compasión y cuidados, que solo una mujer es capaz de realizar de manera desinteresada, gratuita e incondicional; porque todas esas muestras de afecto que brindamos a nuestras familias, y amistades todos los días, siguen dando testimonio de que el mundo tiene todavía mucho que aprender de nosotras. Y a todas las que se parten el alma conciliando la vida familiar y profesional, sintiéndose culpables por no encajar en el prototipo de mujer perfecta, piensen que esas arrugas y bolsas debajo de los ojos, son compartidas por todas las que nos antecedieron y por todas las que vendrán, pero que ahora es nuestro deber no desistir en la lucha por una igualdad no simulada, sino real, y que podemos seguir encendiendo todos los días antorchas de esperanza que sigan iluminando mentes, redibujando el mapa, trazando nuevas rutas e infinitas posibilidades de acción, porque cuando comprendamos que la visión, opinión y legado de una mujer es igualmente valioso que el de cualquier otro ser humano, el mundo empezará a darse cuenta que también tiene un rostro femenino, capaz de mirar ahí donde nadie lo ha hecho.

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