29/12/2016. Hombres, mujeres y cárceles

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El martes, por esos desplazamientos que imponen estas fechas, me tocó viajar más de seis horas junto a un hombre cuyo trabajo consiste en la atención psiquiátrica a casos agudos en prisiones.

La conversación resultó interesantísima por razones evidentes. Sabemos casi nada sobre la vida en las cárceles. Recuerdo que cuando llegó David García Aristegui a la redacción, uno de los primeros asuntos que propuso fue revisar el trabajo dentro de las prisiones.

Ha escrito sobre “El misterio del trabajo dentro de las prisiones”. Ha escrito sobre la desatención de los sindicatos hacia esos “trabajadores”. Y, recientemente, ha denunciado la pasividad del Gobiernos ante las torturas y los informes internacionales sobre malos tratos.

El hombre con quien viajaba tuvo tiempo de mostrarme el lado que no nos enseñan los relatos carcelarios, tan estereotipados. Me habló con una sencillez pasmosa sobre miles de seres humanos que han cometido uno o más delitos, que tienen ataques de ansiedad, esquizofrenia, paranoia, depresión, hombres y mujeres con vidas complicadas, que se arrepienten, que se mienten, ya se sabe. Hombres y mujeres que ya padecían esas patologías antes de cometer sus delitos. Me contó de los cientos de miles de personas sin diagnosticar en España que un día, quizás, también pasen por su consulta.

“Cuando llegan a mí, no quiero saber qué delito han cometido”, explicaba, “porque eso, seguramente, condicionaría mi modo de tratarles”.

***

¿Qué porcentaje de extranjeros tratas?

Aproximadamente un 50 por ciento.

¿Cuál es la causa más común por la que llegan hasta vosotros?

Por abuso de estupefacientes.

¿Cuál?

Episodios de esquizofrenia por abuso de cannabis.

¿Los delitos más comunes de quienes atendéis?

Violentos. Robo violento y asesinato.

¿Asesinato?

Sí.

¿Cuántos reclusos de los que tratas tienen estudios superiores?

Ninguno, prácticamente. En los últimos cuatro años, solo dos. Son mucho más complicados de tratar.

***

Seguimos hablando e insistí en varias ocasiones sobre el nivel educativo de las personas que trataban. Él respondió invariablemente que no tenían la ESO.

¿Se delinque menos cuanto mayor es el nivel educativo?

Se delinque de otra manera y, sobre todo, se tienen mejores abogados.

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Sigo pensando en ello. Y mañana, probablemente, también. No tengo ninguna conclusión que sacar. Aquí mismo.

 

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