Hace cuatro días me telefonearon del Club de las 25: “Vamos a dar un premio a Maricuela, y nos gustaría que se lo entregaras tú”.
Casi me caigo de culo.
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El 18 de julio de 1936, una muchacha de 17 años llamada Ángeles Flórez se encontraba haciendo de Maricuela en el teatro y se enteró de que habían dado un golpe de estado. Era militante de las Juventudes socialistas. Se fue al frente “a luchar por la República y por la libertad”.
Un año después la fueron a buscar a casa. Le montaron un consejo de guerra y la condenaron a 15 años de cárcel, de los que cumplió cuatro. Poco después, pasó la frontera y se instaló en Francia, donde vivió 57 años. El mes que viene cumplirá 98.
Cuando regresó a España, hace poco más de una década, le contaron lo que fue de su novio de entonces, Quintín. En noviembre del 37, subió al barco que sacaba del país a un grupo de asturianos. Pero antes de que zarpara, volvió a bajar a tierra para buscar a Maricuela. Lo apresaron y acabaron fusilándolo.
Pido perdón por resumir tanto dolor en cuatro líneas.
Al saber esta historia, la mujer declaró: “Quintín, tú no estás muerto, vives en mi corazón”.
En su memoria, vivía.
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De eso se trata. Precisamente de eso: Somos memoria. Tenemos un par de existencias. Esta, en la que latimos y somos carne; y la otra, que discurre por la memoria de quienes quedan cuando desaparecemos. Matar a una persona es un crimen. Silenciar su recuerdo es matarla dos veces. De eso, en este país sabemos mucho.
Esta noche, en la entrega de premios del Club de las 25, presidido por Cristina Almeida, el juez Baltasar Garzón ha afirmado que “la memoria no es pasado, sino futuro”. De eso se trata.
Maricuela es hoy memoria hecha carne. Y una vida dedicada a que eso no se calle. No parece poco en un país en el que los muertos, ni siquiera sabemos cuántas decenas de miles, siguen en cunetas y fosas comunes.
Por unos u otros gobiernos, han pasado partidos populares, socialistas, nacionalistas, regionales, de todos los colores, y ninguno se ha puesto a cavar. De eso se trata, también. Ninguno.
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Mariano Rajoy presumió hace bien poco de no haber destinado ni un solo euro en cuatro años a la Ley de Memoria Histórica.
Vuelve, así que seguiremos teniendo la memoria enterrada en caminos y cunetas. Ay, de nosotros.
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Pero hoy yo he entregado un premio que me hace feliz.
Y mañana habrá más cosas. Aquí mismo.
22/10/2016. ¿Qué hemos hecho, PSOE, para tener que aguantar tus cagarrutas?
