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100 días

Daniel Múgica
Daniel Múgica
Daniel Múgica es novelista, dramaturgo, guionista y director de cine. Es autor de "La Dulzura"
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análisis

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Se está siendo injusto al juzgar los 100 primeros días de gobierno socialista. No se tiene en cuenta, ni se menciona apenas, el elemento sustancial que hace tan compleja la aprobación de leyes, las principales, entre otras, un nuevo diseño pecuniario de los territorios, reemplazar la laboral, sacar adelante los presupuestos, porque no se tiene en cuenta o no se pretende que legislar con el apoyo de la mayoría de los partidos de la cámara baja, salvo el PP y Ciudadanos, con el aliento de Podemos en los talones de fuerza motora y, paradoja, de freno a la par, resulta más dificultoso que la ecuación de Fermat, por aquello de cumplir la igualdad -justicia social- y los números positivos del Estado.

Es una situación novedosa que no se había visto en la política española y que exige no cambiar las reglas, sino mudar su piel adaptándola a la jungla del congreso de los diputados, donde a veces es difícil discernir quién es quién por los dimes y diretes que postergan las actuaciones del ejecutivo. Pactar cada proyecto de ley o decreto pareciera al principio un imposible según agoreros de distinto pelaje, pero pese a ellos y a los palos que se ponen en las ruedas, con tenacidad y muñeca torera se está logrando.

Se ha escuchado en demasía atacar al gobierno de cambio de criterio en cuatro casos: las dimisiones de dos ministros, la defensa del juez Llarena, la política migratoria y la elección de la dirección de RTVE. A ver que majo tira la primera piedra y no reconoce haber cesado a un ministro porque le faltaban datos sobre el personaje en cuestión. Me temo que sobre el juez Llarena sí ha habido un golpe de timón. ¿Y qué? Solo Dios, si existe, no se equivoca. Pedir al Aquarius que atracase en nuestro puerto cuando países de la UE se lo denegaban fue un acto humanitario obligado por las circunstancias, una excepción que ha acometido cualquier gobierno en otros aspectos, y negárselo de nuevo obedecía a proseguir con los canones migratorios. La devolución en caliente la hubiera realizado toda nación si les hubieran atizado y herido a sus cuerpos y fuerzas de seguridad del estado: amor propio y demostración de nación fuerte. Podemos no estuvo de acuerdo con el nombre propuesto, así que se tuvo que elegir a la incombustible Rosa María Mateo al frente de RTVE.

Al cabo, consecuencia en las rectificaciones puntuales y cotidianidad debido a las fuerzas en juego.

Empero, el gobierno ha acertado al aliarse con Alemania y Francia, a empezar a desenterrar la momia del tiranosaurio, a principiar a negociar las leyes que importan, a conseguir una mesa bilateral con los catalanes para no arreglar todo a porrazos tal y como le gustaría a nuestro José Antonio Primo de Rivera, el Sr. Rivera. Solo que los independentistas, que tiran al monte cual cabras, usanza del nacionalismo, trampean en la mesa. Por un lado la aceptan y por el otro, su hoja de ruta real, aseguran que conseguirán la independencia. Si el gobierno regresara, a la postre, a la Declaración de Sevilla del PSOE en el asunto catalán, tampoco sería un vaivén de criterio. En política la coyuntura manda, así que les pido a los que tanto acusan al gobierno que se tapen los oídos para no escuchar cantos de sirena y que realicen una oposición sólida al menos en el planteamiento. Pero a Rivera se la trae al pairo. Ha pedido que se aplique por segunda vez el 155 en Cataluña. ¿Se le ha ido la pinza cegado por las ansias de poder?

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