Pedro Sánchez ha vuelto a generar alarma por dejar bien claro que no renuncia a la Moncloa a pesar de tener sólo 85 escaños, a pesar de ser el responsable principal de que el Partido Socialista haya dejado de ser un partido de gobierno para convertirlo en un partido instrumental, lo que se suele llamar un «partido bisagra». El cambio de su estado de Whatsapp pretendía dejar una enigmática frase, «¿Y por qué no?», un enigma que no es tal si se conoce la trayectoria del secretario general. Ya comentamos en algunos artículos anteriores que no era del todo descartable que Pedro Sánchez pretendiera presentarse a la investidura si Rajoy no lograba los apoyos suficientes y que esa solución era una locura. Los hechos aún no han confirmado nuestras sospechas pero la preparación del terreno que se está llevando a cabo desde las posiciones más «pedristas» del PSOE da pie para pensar que va a ser así, que el peor secretario general del Partido Socialista va a tener el valor (por lo no decir otra cosa) de volver a intentar ser investido Presidente del Gobierno con un pacto imposible porque, y esto tiene que quedar bien claro, es la única posibilidad que tiene de seguir en la primera línea, de sobrevivir políticamente.

el peor secretario general del Partido Socialista va a tener el valor de volver a intentar ser investido

Pedro Sánchez dejó de ser un valor activo de nuestra política hace ya mucho tiempo. Su gestión del partido demuestra que no es un líder adecuado para llevar a efecto las necesidades de los ciudadanos. Su pretendido liderazgo, que no es tal, está basado en él mismo, en nada más que él mismo y, por tanto, su pretensión de volver a intentar llegar a la Moncloa es más propia de un iluminado que de un político responsable. Es la huida hacia delante de quien sabe que su tiempo ha pasado. Este personalismo está teniendo las derivas que la historia ha ido demostrando que suelen llevar estas actitudes. El PSOE de Pedro Sánchez está más dividido que nunca y eso que los socialistas no se han caracterizado nunca por tener una unidad clara con ninguno de sus líderes. Esta lícita discrepancia histórica del Partido Socialista ha sido uno de los pilares sobre los que se asentó su fortaleza. Sin embargo, Pedro Sánchez ha transformado esta diferencia de opiniones en un «o conmigo o contra mí» o en un «o yo, o la nada» y eso se nota en cómo una parte de la militancia no se corta un pelo en insultar a los dirigentes críticos o a quienes ponemos en negro sobre blanco las miserias del secretario general. En los últimos días he leído cómo militantes «pedristas» llamaban «gorda», «paleta» o «analfabeta» a Susana Díaz o «cojo de mierda» a Eduardo Madina. El personalismo en política deriva siempre en un culto a la personalidad que viene con el autoritarismo bajo el brazo. La historia demuestra que es así y el modo en que Pedro Sánchez ha gestionado el partido desde el mes de enero de 2015 ha llevado una buena cantidad de actitudes autoritarias a sus espaldas. Un ejemplo lo deja claro: ningún secretario general ha abierto tantos expedientes de expulsión del PSOE como Pedro Sánchez y, casualmente, todos esos expedientes han sido ejecutados en militantes críticos con su gestión, militantes que no han hecho otra cosa que ejercer el derecho a la libertad de expresión que le reconoce la Constitución.

El lunes por la tarde estuve tomando un café con un militante socialista con más de 25 años de carnet. Siempre fue un defensor de Sánchez y reconoce que le votó en las primarias. El resultado de esta conversación me escandalizó porque me hizo ver cómo los «pedristas» están confundiendo, de buena fe, la lealtad con otra cosa que raya lo contrario a lo que quieren defender. Este militante afirmaba que el PSOE no debe votar favorablemente ni abstenerse si Rajoy se presenta a la investidura, cosa en la que estoy totalmente de acuerdo con él, con matices, como explicaré más adelante. Sin embargo, ese «no» a Rajoy no estaba fundamentado en criterios ideológicos sino en la defensa de que una vez que Rajoy fracasase se abría la puerta a que Sánchez fuera Presidente del Gobierno. Yo le hice una pregunta: «Entonces, sabiendo que la posibilidad de unir a Podemos y a Ciudadanos en un pacto es nula, ¿estarías de acuerdo en pactar con Iglesias no sólo la investidura sino su entrada en un gobierno de coalición con vicepresidencia y ministerios para los podemitas, un gobierno apoyado por los nacionalistas y los independentistas saltándose lo dispuesto por el Comité Federal?». Su respuesta me dejó helado: «Claro que sí. Lo importante es que Pedro sea presidente. Si hay que saltarse lo que diga el Comité, se hará con el apoyo de la militancia en una consulta porque la militancia está con Pedro». Lo importante es que Pedro sea presidente, no el PSOE, Pedro. Los «pedristas» han llegado a un punto de sectarismo bienintencionado en el que el diablo Iglesias se ha convertido ahora en el mejor aliado, en el que si hay que pactar con quien sea para que Sánchez sea presidente, se pacta, en el que si el Comité Federal dictamina una cosa debe ser la militancia quien haga de parapeto para que los órganos del partido no sean un obstáculo a los intereses personales de Pedro Sánchez.

Lo importante es que Pedro sea presidente

Me parece muy bien la postura de no apoyar ni activa ni pasivamente a Rajoy por parte de Pedro Sánchez. Es lo correcto. Sin embargo, utilizar ese acierto como trampolín para relanzar la candidatura del secretario general a la Presidencia del Gobierno es una temeridad. Ya he escrito en este diario que la posición en que Sánchez dejó al partido tras el 26J es muy complicada porque haga lo que haga alguien le culpará de algo. Manteniendo esa negativa la estrategia debería haber sido otra muy diferente. Teniendo en cuenta que el PP está queriendo una adhesión a su proyecto ofreciendo pequeñas modificaciones a las leyes más controvertidas del mismo modo en que los conquistadores ofrecían espejos a los indios americanos, el PSOE debió ser inteligente y haber presentado algún tipo de documento en el que se pusieran las condiciones por las que los socialistas se podrían abstener, nunca votar a favor:

  • Derogación total de la Reforma Laboral
  • Derogación total de la Ley Mordaza
  • Derogación total de todas y cada una de las leyes que han posibilitado las políticas de austeridad presupuestaria y de los recortes del Estado del Bienestar
  • Reforma constitucional según los parámetros socialistas, incluyendo el artículo 135
  • Modificación total del mercado de trabajo
  • Aplicación maximalista de la Ley de Memoria Histórica

El hecho de presentar unas condiciones justas que se adecúan al programa electoral y al ideario socialista y que serían rechazadas por el PP harían que la ciudadanía comprendiera que, en caso de que se convocaran unas terceras elecciones, el PSOE fue proactivo y estaba dispuesto a llegar a acuerdos y, por tanto, no tendría responsabilidad alguna en la repetición electoral y trasladaría esa carga a otros.

No obstante, el PSOE no está haciendo nada. Está esperando a que otros se muevan. El propio Pedro Sánchez está desaparecido y en una persona que disfruta tanto de ser el protagonista ese perfil bajo da que pensar. Por otro lado, el propio Pablo Manuel Iglesias también ha desaparecido del foco mediático y también da que pensar. ¿Estarán pergeñando una estrategia común? Lo veremos en los próximos días pero el «¿Y por qué no?» del estado de Whatsaap de Sánchez da que pensar que no es descartable que se presente a la investidura.

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