Me siento muy indignado con ciertas declaraciones realizadas por el señor Jorge Verstrynge, y muchas de ellas vertidas a través del programa “Fort Apache”, dirigido por Pablo Iglesias; declaraciones con las que confunde al espectador al hacer creer que el islam es una cosa distinta a la que es. Participando, tal vez sin querer, en la extensión de estereotipos falsos acerca del islam, que terminan por provocar respuestas de odio.

El islam no es una religión como la cristiana, esto es con estructuras religiosas, que representan y deciden qué forma parte de la Doctrina y qué es herejía. El islam es una comunidad laica, sin seglares ni representantes de Dios en la tierra, y por tanto sin jerarquías eclesiásticas que puedan hacer catecismos en nombre del islam.

A título individual y colectivo, las personas musulmanas nos hemos pronunciado hasta la saciedad, y lo seguimos haciendo a través de Diario 16, y lo que estamos es cansados y cansadas de que sean los no musulmanes quienes decidan qué es el islam, para luego exigirnos a los musulmanes y a las musulmanas que expliquemos y justifiquemos sus invenciones, exigiendo que “tan sólo digamos la verdad o nos ajustemos a la ley”, mientras nos imponen qué nos simboliza y quién nos representa.

El hiyab no es un “velo islámico” como asegura la Real Academia Española de la lengua, tampoco un símbolo islámico como pueda ser el “crucifijo” para los cristianos o una representación de “buda” para los budistas; el hiyab o el burkini, son vestimentas como los pantalones, la falda, los mocasines, las camisas, las bragas, los tangas, etc. Vestimentas, todas ellas, que pueden llevar y llevan mujeres musulmanas y no musulmanas. Las personas musulmanas utilizan muchas vestimentas diversas, ya sean tradicionales o modernas, y ninguna es preceptiva del islam, como sí pueda ser el hábito para las monjas.

El Daesh no es una revolución islámica sino un puñado de mercenarios, entrenados por militares para desestabilizar gobiernos y son los responsables de homicidios brutales de seres humanos ateos, musulmanes, cristianos, judíos y de espiritualidades ancestrales. Los asesinos que han atentado contra sus propios compatriotas, en Niza y en otros lugares, no han actuado movidos por influencia religiosa, sino por una situación social y económica que vivimos aquellas personas que no podemos alcanzar una ciudadanía plena, y en las que nos convertimos en parias tan sólo por nuestro color de piel, nuestra forma de vestir, o el origen de nuestros tatarabuelos… En un regreso al «cristiano viejo», ahora convertido en «nacional viejo», de la misma forma que la vieja “conversión forzosa” al catolicismo de Estado ahora se plantea como una “conversión forzosa” al laicismo de Estado.

Las personas musulmanas no somos diferentes al resto de las personas. El islam nunca fue una religión beligerante, de otra forma, tanto la denominada «reconquista», como la «colonización», habrían sido imposibles, con unos moros conquistados autoinmolándose en las plazas públicas y en los mercados o zocos, asesinando a sus vecinos cuando menos te lo esperas… Y más cuando se sabía que la alternativa a la autoinmolación eran la hoguera y el destierro a países extranjeros.

Somos mil ochocientos millones de personas musulmanas en el mundo, y vivimos en todos los países del Mundo, salvo, tal vez, en el País Vaticano. Votamos a todos los partidos del espectro izquierda-derecha, y nos constituyen las mismas condiciones sociales que el resto de los seres humanos, en el espectro acumulación-pobreza. Nos educamos en las mismas Escuelas Públicas y Colegios Privados (incluso católicos adoctrinantes) que los no musulmanes. Trabajamos en los mismos trabajos, somos vecinos en las mismas edificaciones, y salimos a las calles con el mismo miedo que el resto.

Las personas musulmanas vemos espeluznados y estupefactos las imágenes de los noticiarios, y sufrimos por los conocidos que tenemos donde ocurren los asesinatos y los homicidios. Somos imperfectos, pero no por ser musulmanes, sino por ser seres humanos, con hijos a los que queremos ver mejor que a nosotros, y por los que hacemos todo lo posible para que sean niñas y niños considerados por sus iguales como «normales», y no «diferentes», cuando estudian lo mismo que ellos, ven los mismos programas de televisión, juegan a los mismos juegos, comparten los mismos sueños e «inapetencias», desean la misma moda y sus complementos audiovisuales, etc.

Cuentan que cuando Nasrudín pasó por Córdoba, al pasar junto a un soldado que custodiaba la entrada del “Puente Romano” desde la “Torre de la Calahorra”, éste le preguntó: “¿A dónde vas? Dime la verdad o serás colgado en la horca”. Nasrudín le contestó entonces: “Voy a morir colgado en la horca”. El soldado indignado le espetó: “¡Mientes! Ésa es una decisión que debo tomar yo”. Entonces Nasrudín le dijo: “En ese caso, tendrás que decidir ahorcarme por mentirte, y en ese momento mi verdad será también la tuya”.

De igual manera, desde que en el Estado español se reconoció, tras quinientos años casi ininterrumpidos de ausencia de libertad y persecución abierta, el derecho a la libertad de pensamiento y culto, con la constitución de 1978, la diversidad de opciones ideológicas y espirituales ha sido una realidad que convive sin mayores problemas… El problema surge cuando alguien, que basa su verdad en falsos estereotipos, exige, a quienes practican una opción, a explicar unos axiomas y conclusiones no basados en el conocimiento real de la opción, diciendo que tan sólo se nos pide que digamos la verdad.

Evidentemente, este no es un hecho que ocurra sólo con el islam, sino que vemos también que ocurre en muchos medios al hablar de cualquier otra opción. Si algo nos muestran claramente los resultados electorales, es la diversidad de vivencias que existen en el territorio del Estado español, por ejemplo, sobre los desahucios, el desempleo, la pérdida de recursos públicos o del poder adquisitivo de las familias, experimentados en estos últimos años.

Estas diferencias dan lugar a la diversidad de apuestas por opciones políticas, incluso antitéticas, para afrontar la situación. Opciones políticas cuya veracidad también es entendida en distinto grado por aquellas personas que las votan, en comparación con quienes no, y que sólo puede ser variada, adquiriendo un nuevo grado, por una vivencia que permita que la verdad de otros, que ya vivieron la experiencia, sea la nuestra.

1 COMENTARIO

  1. El profesor Verstrynge es un verso suelto. Yo no veo que sea islamófobo. Es más, los islamófobos le atacan por «defender a los musulmanes», y en muchas ocasiones el profesor ha exigido que las potencias occidentales «dejen en paz» a las naciones de mayoría islámica. Eso sí, es laicista (para Europa) y eso le lleva a mantener posiciones sectarias sobre el pañuelo, por ejemplo
    En cuanto al Daesh discrepo con don Saleh. Cuando el señor Verstrynge les califica de «revolución islámica» no está necesariamente descalificando ni el islam ni la revolución. Está tratando de entender y explicar el fenómeno: para don Jorge el Daesh es revolucionario, y para Verstrynge la revolución no es sinónimo del mal. Cuando dice «revolución islámica» está señalando que es un movimiento que nace islámico pero que se enfrenta o rompe con el «islam establecido» u «ortodoxo». Otra cosa es que el nivel de entendimiento de la gente sea tan bajo, que escuche «revolución islámica» y confunda las cosas.
    Discrepo asimismo con don Saleh en tratar al Daesh como un puñado de mercenarios. ¿Qué han sido entrenados por militares para desestabilizar gobiernos?. Sin duda, pero les mueve una ideología: el salafismo mesiánico -y por tanto revolucionario- más tacafre, entroncado perfectamente con el abdelwahabismo. El Daesh es heredero directo de los señores ben Abdelwahab y El Albanés.

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