Los orígenes: institucionalismo o lucha obrera

Todos los acontecimientos ocurridos en el PSOE en los últimos tiempos no son fenómenos aislados o encuadrados dentro de las consecuencias de la nefasta gestión de Pedro Sánchez. Se trata de algo mucho más profundo que tiene raíces históricas e ideológicas. El Partido Socialista es una organización con 137 años de historia en la que casi desde el mismo día de su fundación existió división. Es cierto que ha habido momentos de calma en que los movimientos internos no pasaban a la luz pública ya fuera por la existencia de fuertes liderazgos, ya fuera para evitar que los disensos del partido afectaran a la acción de gobierno. Sin embargo, la división siempre fue una constante en la historia del PSOE. En esta serie de artículos haremos un repaso tanto desde el punto de vista histórico como desde el ideológico que nos llevará a un análisis de las razones principales de la situación actual del Partido Socialista.

El socialismo español se desarrolló en el siglo XIX influenciado por las ideologías progresistas de los países más industrializados de Europa, aquellos que habían sido protagonistas de la Revolución Industrial y que fueron testigos del nacimiento de los movimientos de defensa de los derechos de los trabajadores. Esta falta de identidad nacional del movimiento socialista español llevaba a un dogmatismo ideológico que rozaba la utopía por tener difícil aplicación en la realidad española. Luis Araquistaín en su obra El pensamiento español contemporáneo afirmó que el socialismo español no había contribuido en nada al desarrollo del socialismo internacional. No obstante, poco a poco se fue abandonando ese dogmatismo para adaptar el mensaje a lo que en España necesitaban las clases obreras a finales del siglo XIX.

Esta falta de identidad nacional del movimiento socialista español llevaba a un dogmatismo ideológico que rozaba la utopía por tener difícil aplicación en la realidad española

Un partido obrero en una España en que prácticamente no existía clase trabajadora tenía que ser radical en sus planteamientos y durante muchos años los socialistas fueron tachados de sectarios e intransigentes. Se hacía un relato ideológico basado en el marxismo de Jules Guerda pero sin hacer una traslación a los problemas reales del pueblo español. Un ejemplo de ello lo tenemos en los escritos del propio Pablo Iglesias en los que habla de nociones que no eran aplicables a la realidad del país porque estaban incluidos dentro del ideario marxista como, por ejemplo, el concepto de «capitalismo» que aún no estaba implantado en España. Es en estos primeros años donde se produjo la primera gran lucha ideológica dentro del PSOE. Por un lado estaban quienes querían que el partido utilizara las instituciones oficiales para aprobar medidas que mejoraran la vida de los trabajadores. Por otro lado se hallaban quienes pensaban que esas mejoras de la clase obrera sólo podían llegar a través de la lucha de clases y de la revolución. ¿Les suena esta polémica con lo que está ocurriendo en la actualidad en Podemos?

el concepto de «capitalismo» que aún no estaba implantado en España

 

Largo Caballero e Indalecio Prieto: una división de décadas

Esta división ideológica se mantuvo hasta los años veinte del siglo XX donde se produjo una de las divisiones más traumáticas de la historia del Partido Socialista cuando los partidarios de Largo Caballero y de Indalecio Prieto iniciaron una disputa que llegó incluso al enfrentamiento físico entre las dos facciones. Todo comenzó con la posición que debería tomar el PSOE frente a la dictadura de Primo de Rivera. Largo Caballero defendía que era necesaria una cierta colaboración para que la acción sindical no fuera prohibida. Prieto, por el contrario, se oponía a dicha colaboración. La ruptura se consumó cuando Largo Caballero aceptó entrar a formar parte del Consejo de Estado en calidad de vocal, lo que fue considerado por Prieto y Fernando de los Ríos como un grave error. Sin embargo, tanto la UGT como el PSOE apoyaron a Largo Caballero provocando la dimisión de Prieto de la Comisión Ejecutiva. Otro momento de tensión se produjo con la iniciativa de Primo de Rivera de crear un Parlamento Corporativo que derogaba definitivamente la Constitución de 1876. Largo Caballero era partidario de estudiar esta propuesta mientras que Prieto afirmaba que entrar a formar parte de esa institución sería «un caso de traición». Julián Besteiro, presidente del PSOE y la UGT tras la muerte de Pablo Iglesias, era partidario de la opción de Caballero. En el Congreso de 1928 se produjo un choque muy duro entre las dos corrientes. Prieto acusó a los que apostaban por continuar con la colaboración con la dictadura de ser cómplices de un golpe de Estado, en una clara alusión a la permanencia de Largo Caballero en el Consejo de Estado. Sin embargo, el Congreso socialista aprobó continuar con la colaboración. Esta situación se mantuvo hasta el año 1929 con la ruptura del PSOE con la dictadura a pesar de que Besteiro seguía defendiendo la colaboración. La división entre «caballeristas» y «prietistas» ya había arraigado y continuó en la siguiente década.

La ruptura se consumó cuando Largo Caballero aceptó entrar a formar parte del Consejo de Estado

 

La II República y la Guerra Civil: Largo Caballero, Prieto, Besteiro y Negrín

Con la llegada de la República, y a pesar de que tanto Largo Caballero como Indalecio Prieto o Fernando de los Ríos ocuparon carteras ministeriales, la división estaba tan a flor de piel que durante el gobierno de la CEDA fue imposible poner de acuerdo a los tres sectores en que se había dividido el partido, sectores que tenían nombre propio: Besteiro (marxistas puros), Prieto (reformistas) y Largo Caballero (radicales). Pero la división interna no fue un obstáculo para que el PSOE apoyara los movimientos huelguísticos que desembocaron en la Revolución de 1934, movimientos que fueron duramente reprimidos por el gobierno. La posterior represión gubernamental hizo que se generara en España un mayor descontento social que derivó en una mayor polarización entre derechas e izquierdas y que trajo como consecuencia principal la creación del Frente Popular que ganó las elecciones de febrero de 1936.

El estallido de la Guerra Civil no hizo que las heridas de la división socialista cauterizaran. Los bandos caballeristas y prietistas seguían en lucha sobre todo por el modo de afrontar la guerra. A ello se sumó el aumento del poder del Partido Comunista (y la consiguiente dependencia de la República de la Unión Soviética) a medida que se iba alargando el conflicto. Sin embargo, el mayor enfrentamiento entre los socialistas se produjo con la llegada al poder de Juan Negrín, partidario de seguir la estrategia bélica comunista. Prieto, no obstante, apostaba por la extensión internacional del conflicto viendo, en primer lugar, que los rebeldes iban ganando territorios y, en segundo lugar, que la ayuda extranjera se reducía prácticamente a la que llegaba desde la URSS. La pugna entre negrinistas y prietistas continuó durante los años del exilio.

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