Se ríe el tigre y la sombra del Tigre. Se ríe el Piloto Número 21. Y es de suponer que, aunque sea por lo bajini, y sin que nadie pueda verlo, se ríe Fernando Alonso también. Porque a Vettel le va a caer la del pulpo.

Es lo que tiene ser apasionado, señores.

Que cuando sube la adrenalina

se pierde el control.

Y se insulta al jefe,

se le pega una colleja

a quien se tiene más cerca,

o un golpe con el coche

si estás corriendo una carrerita

y eres piloto conductor.

Ay, ay, ay Sebastian Vettel ¡qué nivel de descontrol! Pero lo más bonito ha sido que, supuestamente ya no cabreado y sin ningún arrebato de pasión, el tetracampeón teutón no ha reconocido su momento de locura. ¿Y por qué no?

A quienes se nos va la olla, me pasaba alguna vez cuando era más jovón, enseguida nos toca aprender que, cuando volvemos a atarnos los machos, es necesario disculparse y pedir perdón.

Pero Vettel, Sebastian Vettel, el tipo que ganó un montón de mundiales que podría haber ganado Fernando Alonso (y por eso es fácil odiarlo si se es español; somos un pueblo que también sabe mucho de pasión), el amigo Vettel, repito, después de dar un volantazo para golpear el bólido de Luis Hamilton con el suyo, dice que no, que nada de arrepentirse o susurrar un «discúlpeme, señor», que es lo más normal…

Vettel dice -entre líneas pero muy claramente- que lo más normal es bajarse con el gato y abollarle el coche, aprovechando el semáforo, al tipo que se nos ha cruzado o nos ha hecho frenar de golpe.

¡Ohh, güau! ¡Este Vettel es bestial! ¡Un animal!

Nos gustan los animales, esa es la verdad. Nos gusta -el buen mono que aún llevamos en el cerebro- que, en la lucha, los contendientes sean capaces de morir y matar. Y en realidad quizá sea eso: el vicio de lanzar a los esclavos -carísimos esclavos cuando se habla de F1- a los leones.

Porque de eso se trata. Van a echar a Vettel a los leones. La FIA ya ha anunciado que lleva días sin dar de comer a los grandes felinos.

«Diez segundos de penalización en un stop and go no es suficiente, ¡queremos más, queremos sangre! Y la quiere, como el que más, Max Mosley, ex presidente de la FIA, y Stewart, y… yo también. Yo también quiero que al menos le quiten los puntos que consiguió en Bakú. Y si hubiera otro piloto para luchar contra Hamilton por el mundial -ojalá Ricciardo- entonces querría incluso que no le volviesen a dejar correr jamás. Que se dictase una orden de alejamiento contra él, como se dicta o debe dictar cuando un hombre utiliza las manos contra su mujer. Porque la mujer de Vettel es la F1 y, amén de chulearla cuanto puede, la trata fatal.

Otro burbon, por favor.

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