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Usted no sabe quién soy yo

Alfredo De Hoces
Alfredo De Hoceshttp://www.alfredodehoces.com/
Ingeniero informático y escritor. Libros publicados http://www.amazon.com/Alfredo-de-Hoces/e/B00J1XSDG0
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análisis

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Mi primer empleo serio, valga el oxímoron, fue de agente de handling para una gran compañía aérea en el aeropuerto de Málaga. Entré allí con veinte años siendo un joven sociable y jovial y salí cinco años después convertido en un misántropo incurable que sabía decir “fumador o no fumador« y “ventana o pasillo en catorce idiomas y que soñaba con un empleo de informático en un iglú en la Antártida.

Los empleados atendíamos de media a unos trescientos pasajeros al día. Allí sentados en nuestros mostradores de facturación éramos los jueces atónitos de una especie de olimpiadas del cretinismo:

A continuación Leopoldo López, pasajero del  vuelo 237 con destino Madrid, que llega borracho y más de media hora después del cierre de facturación, intentará un “pues que me pongan otro avión” con doble tirabuzón de “yo siempre vuelo en Business” finalizado en un “usted no sabe quién soy yo”.

—7,4

—8

—8,5

Y ahora Cinthya Morales, pasajera del 4130 a Londres que factura seis maletas de 40kg cada una, ejecutará un “pues a mi nunca me habían cobrado sobrepeso” con triple mortal de “vaya mierda de servicio” culminado en  un combo “usted no sabe quién soy yo” / “ya verán cuando les privaticen esto, incompetentes”.

—8

—9

—7,5

Cada nuevo pasajero era un rizar el rizo, un más difícil todavía, y cuando ya creías que lo habías visto todo aparecía alguien y te rompía todos los esquemas. Como aquella señora que facturaba a París en un vuelo que se iba retrasar una hora:

Señora, lamento informarle de que su vuelo lleva una hora de retraso.

¿Y a qué se debe la demora?

Mal tiempo en el aeropuerto de destino.

¡Oiga, a mí no me cuente milongas, que yo soy esposa de médico!

Entonces te quedabas a cuadros para el resto del día, preguntándote si alguna vez llegarías a conocer el límite de la estulticia, y sobre todo cómo era posible que el mundo todavía no se hubiera ido a tomar por saco.

A veces alguien te devolvía la sonrisa, como aquel señor entrañable que un domingo de verano con la pista a reventar de aviones (“están los aviones aparcando en doble fila”, decía un compañero) se acercó a mi mostrador y me preguntó:

Disculpe, ¿el vuelo de las tres?

Pues ni que fuera esto la parada de autobuses de mi pueblo, oiga.

Caballero, hay muchísimos vuelos, ¿usted con qué compañía va?

—Voy con mi madre.

Ahí tuve que hacer como que me levantaba a buscar información para poder esconderme detrás de una columna a descojonarme de risa un buen rato. Después de una de éstas te quedabas de muy buen humor, hasta que aparecía el siguiente cretino a los cinco o diez minutos.

Y de vez en cuando, muy de vez en cuando, sucedía algo extraordinario.

Nunca olvidaré aquella calurosa mañana de agosto: la terminal estaba absolutamente abarrotada de gente, el aire acondicionado no funcionaba bien (tenía la camisa del uniforme empapada de sudor), había vuelos retrasados, vuelos con overbooking, la megafonía no paraba de avisar de nuevos problemas, la gente estaba totalmente histérica y sólo se oían gritos, insultos y puñetazos en los mostradores. Parecía que en cualquier momento fuese a organizarse un motín y los pasajeros fueran a destrozar toda la terminal para luego lincharnos y matarse entre ellos. En un momento dado se me cruzó la mirada con la de un señor negro de unos ochenta años que hacía cola a pocos metros de mi mostrador. Era un tipo fornido ataviado con un elegante traje azul, un sombrero a juego y uno de esos finos corbatines. Se me quedó mirando fijamente; estoy seguro de que percibió el pánico que yo trataba de ocultar. De pronto me sonrió, se quitó el sombrero, lo apoyó en su pecho, levantó la otra mano hacia el cielo, y con una voz grave y profunda se arrancó a cantar:

OH, WHAT A BEAUTIFUL MORNING… OH, WHAT A BEAUTIFUL DAY…

Aquel incontenible torrente de voz negra se elevó por encima del griterío e inundó la terminal como un sol radiante al que nada podía hacer sombra. Todo el mundo paró en seco. Cientos de cabezas se giraron simultáneamente hacia aquel señor.

I’VE GOT A WONDERFUL FEELING… EVERYTHING’S GOING MY WAY…

Entonces se hizo el más absoluto de los silencios. Yo me quedé atónito. Se me erizaron todos los pelos del cuerpo y noté como una especie de nudo angustioso se deshacía en mi interior.

El señor terminó su estrofa:

OH, WHAT A BEAUTIFUL MORNING… OH, WHAT A BEAUTIFUL DAY!

Volvió a ponerse su sombrero y me sonrió de nuevo. Miró a su alrededor y nos sonrió a todos. Luego, el silencio.

Me di cuenta de que tenía lágrimas corriéndome por las mejillas. Acababa de presenciar un milagro; una sola persona había apaciguado a otras mil, cuando ya parecía que no había vuelta atrás. La gente fue volviendo sosegadamente a sus cosas sin hacer ni un ruido; parecía que nadie quisiera perturbar aquella paz.

Aquel hombre se perdió entre la multitud. Yo me sequé las lágrimas con el puño de la camisa del uniforme y volví a mi trabajo. Ya no dejé de sonreír en todo el día.

Nunca supe quién era él. En fin, era sólo una persona, ni más ni menos. Una persona en un tiempo en que las personas escasean; una persona que me hizo ver que si el mundo todavía no se ha ido a tomar por saco es porque de vez en cuando, muy de vez en cuando, un alma grande se eleva por encima del ruido y de la histeria, y a golpe de talento y amor por la vida, es capaz de sacarnos de nuestra propia miseria, devolvernos la cordura y reconciliarnos con el mundo.

Señor del traje azul, donde quiera que esté: gracias.

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22 COMENTARIOS

  1. Desde luego, que gran hombre, por apaciguar al resto y por enarbolar una sonrisa y una canción cuando el resto hacia rato que habían perdido los papeles.

  2. Conozco a Leopoldo López y a Cinthya Morales y al señor que va con su madre… después de atenderles tu, subían al duty free (antes había que subir, también trabajé en el aeropuerto de Málaga hace casi 20 años :)) a revolverlo todo, a querer comprar lo que no podían con una tarjeta de embarque para un vuelo nacional, a pedirte que les llamarás SEÑOR, de usted… porque ‘yo tampoco sabía con quién estaba hablando’… ¿quién era yo para no dejarle comprar el cutre perfume o el cartón de tabaco en un vuelo a Madrid?… por desgracia nunca me topé con el señor negro que cantaba, la mayoría de los fines de semana de verano nos habría hecho falta…

  3. Demasiadas veces funcionáis de muro de lamentaciones por culpa de cosas que escapan a vuestro control, debe ser duro sin duda; pero hay mucho «borde» en facturación y la gente en general no es la que tiene la culpa. Por 1kg me han hecho montar la de dios, se han reído en plan «uno no vuela» por un pasaporte caducado, me han robado varias veces, he dormido en el aeropuerto, no me han avisado de cosas, he perdido dinero… La gente no es tan mala como la pintas y quizás sólo hay que saber «lidiar» con ello porque lo que para muchos de nosotros es normal (coger un avión) para muchos no lo es y lo pasan mal.
    Bravo por el del sombrero azul, y bravo por la gente de facturación que aparenta no ser un robot como ese en el que tú te convertiste; pero ese que pierde el vuelo tiene muchas veces un problema MUY MUY grande al que no hacéis ni puñetero caso y sí podríais solucinarlo, orientarle o al menos mostrar un poco de humanidad… Y no lo hacéis.
    He visto gente que simplemente no podía ir a ninguna parte por haber perdido una escala y no tener dinero ni hablar un idioma. Dramas de aeropuerto que para tí son comunes pero que a la gente le pillan a veces muy lejos y muy sóla, y sólo 1 vez he visto en una persona detrás de un mostrador (en Darwin Australia, problemas con alquiler de coches, nada de gente de compañias aéreas, que de esas nunca he conseguido experimentar que tengáis un mínimo de corazón) La solidaridad que a tí sí te dio el del sombrero azul ¿Alguna vez la has tenido tú aparte de pensar que quejarte y criticar a la gente porque 1 de cada 1000 sea un imbécil crees que justifica tu incapacidad para un puesto en el que deberían meter a personas y no a «robots» que sólo sepan pesar maletas y preguntar si fuma o no? Bonita historia, bendito tipo, y que os den a todos los bordes que son capaces de volverse robots en vez de empatizar sólo por cruzarse con unos cuantos capullos al día.

    • No te voy a calificar ,porque ya lo has hecho tu.Si quieres andar mi camino ponte mis zapatos . o ponte detrás de un mostrador en un aeropuerto y luego opina.Das la sensación de estar por encimas del bien y del mal .Refran .Que atrevida es la ignorancia. Salud y Forza.

    • Ambos tenéis razón. Yo me he visto en las situaciones que cuentas y es angustioso, pero también trabajo de cara al público y la gente es para hacérselo mirar.

  4. Jorge: Yo he trabajado en facturación y hay de todo, como en todos lados, pero muchas veces la gente no tiene idea de lo ajustados que son los horarios y las tareas para alguien en ese sector. No vamos «paseando», vamos a puertas de embarque, mostradores, ida y vuelta y vuelta a empezar. Si una persona perdió su vuelo, lo único que le podemos decir es: Vaya a la ventanilla y compre otro ( no tenemos potestad de regalar pasajes), si una persona perdió su escala y no tiene dinero y no sabe el idioma, se le ayuda todo lo que se puede, dentro de los márgenes de nuestras obligaciones y de los tiempos que la operativa nos permite. Una persona que alquila coches no tiene «horarios» de entrada y salida que cumplir, sinó que los coches entran y salen según demanda. Por eso, quizás, una persona de alquiler de coches pueda tener tiempos libres en los que puede ayudar a otros, pero ya te digo que si tienen a 5 empleados y colas de 150 personas para alquilar, me envies la foto y el nombre del jefe que prescinde de uno de ellos para ayudar a una pasajero extraviado por perder una escala. Corazón si, pero ya me gustaría que te pasaras una temporada trabajando en facturación de algun aeropuerto grande a ver que cuentas.

    Ah, por cierto, la mayoria de los pasajeros son indiferentes, agradables, cordiales, incluso divertidos. Pero, como en todo mantel blanco, que la mancha de salsa resalta, pues de eso se trata este artículo, que se ve que no te habías enterado.

  5. Creo que al que le han pasado por la izquierda como una exalacion es a ti Pablo. No puedes justificar tu comportamiento solo porque tu Trabajo es una mierda. No teneis potestad para regalar billetes pero si para tener un poco de empatia con aquellas personas que lo necesitan, si no deja tu trabajo y conviertete en una mejor persona.
    Gran respuesta Jorge, seas quien seas.

  6. Y por supuesto y como no podía ser de otra manera «el cliente siempre tiene la razón». Me gustaría ver a muchos de esos pasajeros en sus puestos de trabajos con la presión que muchas veces hay en facturación. No es un trabajo de mierda, es un trabajo maravilloso pero la operativa manda y como dice Pablo, ni podemos regalar billetes, ni podemos cambiar vuelos gratuitamente ni acoger a todos los que se quedan tirados en nuestras casas. Tu contratas un servicio con unas condiciones, unas obligaciones y unos derechos. Y ya que hablamos de empatía… que empiecen los que vuelan a tenerla con todo el personal que trabaja en un aeropuerto o, almenos, antes de ir a matarles, informense de cómo funciona una operativa cualquiera, en un aeropuerto cualquiera, un día cualquiera. Sólo asi, a lo mejor, pueden llegar a entender los motivos aue nos llevan a «los mierdas de facturación» a actuar como actuamos.

  7. Este señor es escritor de ficción, no debería estar esto en un periódico, confunde, es un cuento. Alguien le ha explicado algo y el se ha inventado el resto.

  8. Hola, yo fui chaqueta verde en Barcelona durante 5 años, y suscribo todo lo que dices. Me ha sorprendido que digas que ahora eres más misántropo, porque es algo que yo también he pensado de mí. Todos tenemos nuestro top ten de las Olimpiadas del cretinismo, como acertadamente lo has bautizado. También me he preguntado igual que tú, cómo el mundo no se va al carajo con semejantes habitantes, y he sido testigo demasiadas veces de la mala educación, la total falta de modales, y las pocas ganas de esforzarse leyendo pantallas de demasiada gente. Y también me he emocionando con algunas historias personales.
    Y los que critican el texto, esos no tienen ni idea de lo que hay que aguantar en un aeropuerto.
    Saludos!

  9. El artículo resulta interesante, aunque sea un lamento de alguien que no aporta mucho a la solución, ni da nada para apartarse del cretinismo al que se refiere.

    Las mismas quejas subjetivas que da el autor, las podría dar sobre su trabajo cualquiera de los especímenes de los que habla; ¿o acaso sabe uno la mierda de trabajo y vida que tiene el de al lado para justificarse? Usted utiliza su excusa, pero casi todo el mundo tiene motivos igual de buenos en su vida para despreciar a los otros. Y luego, muy lejos, está el que trasciende todo esto, y, él sí, da algo.

    Ha salido bastante gente del gremio a apoyarle, eso debería decirle mucho. Si en su trabajo le obligan a hacer daño, no acepte. Es sencillo. Si usted es banquero, periodista, político, trabaja en una compañía telefónica o un aeropuerto, etc., usted ya sabe que su trabajo consistirá muchas veces en hacer daño a gente por dinero. No se meta ahí si no está dispuesto, eso forma parte de la planificación y gestión de la vida propia. A no ser que claro, como hay que comer y vivir, estemos dispuestos a hacer nuestra parte de daño… ; ) Como hacen cada día los animales con los que se cruzó.

    ¿Quiere aportar algo? Sea el señor de azul. Pero claro, eso no es tan fácil.

    Aún así, si entendemos el artículo como una oda a la vida y a la alegría y a la resistencia al dolor en el mundo, pues sí, resulta bonito.

  10. El escritor lleva razón. Algunas opiniones intentan desacreditarlo, pero el comportamiento de muchos usuarios deja mucho que desear. Debido a multitud de circunstancias, que no voy a analizar, muchos piensan tener derechos a su medida y son inmisericordes con las personas que solo tienen una capacidad limitada para «ayudarles», y exigen unas compensaciones imposibles.
    También hay ‘señores de azul’, pero pocos.

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