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Una mujer más, una mujer menos

Ana Rosa Quintana
Ana Rosa Quintana
Ana Rosa Quintana nació el 4 de Agosto de 1978 en Santander, viviendo desde hace años en Marchamalo, Guadalajara. Licenciada en Ciencia y Tecnología de los Alimentos, Ingeniera Técnica Agrícola con Máster en Ciencias Farmacéuticas. Siempre preocupada y desarrollando labores de Investigación y Desarrollo, donde cree que está el futuro de España. Se afilió a UPYD el 10 de Julio de 2013, considerándose un ejemplo de aquellos ciudadanos que siempre han sido de UPYD. Inició su militancia en Marchamalo, siendo luego vocal del Consejo Local de UPYD en Guadalajara. Participa desde su inicio en el Grupo de Expansión Provincial de Guadalajara dedicada a la Formación y miembro del equipo de Concejales de UPYD de Castilla la Mancha. Actualmente miembro del Consejo de Dirección de UPYD y Responsable de Organización Nacional. Participa como colaboradora en el programa "Sin Complejos" en Es Radio. Madre a tiempo completo de su hija Gadea. Por respeto a ella y a sus mayores, decidió convertirse de ciudadana comprometida a ciudadana Política estando convencida que UPYD es el instrumento adecuado para devolver el control de la política y la gestión de la cosa pública a los ciudadanos. Todos los días se enfrenta no solo con ilusión, entusiasmo y pasión a su compromiso con los ciudadanos, sino también con la necesaria profesionalidad y mesura. Entiende que es indispensable regenerar la democracia en todos los niveles, sea ello desde las instituciones o desde fuera de ella, acabar con la corrupción ética imperante hoy y desde hace demasiados años en su gestión, devolver a la política la honestidad y transparencia que se merece y que merecen todos los españoles. Es consciente que solo así y en contacto diario con los ciudadanos de a pié, se podrá trabajar eficaz y eficientemente a favor del bien común, recuperando la solidaridad perdida y devolviendo la prioridad a la educación y la sanidad en todos los rincones de España. Cree que solo así se podrá luchar contra la desigualdad, acabar con insultantes privilegios y el despilfarro y poder emprender la senda de la recuperación de puestos de trabajo y el crecimiento económico.
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análisis

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Tenemos que echar la vista atrás más de 10 años para encontrar un comienzo de año tan terrible en cuanto al número de mujeres asesinadas por violencia de género.

La sociedad española en este 2017 ya lleva en sus espaldas 15 mujeres asesinadas en manos de sus parejas o ex parejas, Estefanía, Matilde, Blanca, Toñi, Virginia, Cristina, Carmen, Laura, Ana Belén, Margaret, Gloria, Dolores, Leydy…, mujeres reales, con nombres, familia, hijos, amigos.

Estamos hablando de una mujer asesinada cada 80 horas, esta es la negra estadística que tenemos en lo que llevamos de año.

Mujeres que se habían enamorado y habían compartido parte de su vida, sus alegrías y tristezas, con quienes se convirtieron en sus asesinos, en muchos casos simplemente porque habían decidido seguir su vida sin ellos.

Dentro de todas las cifras que acompañan a esta lacra social, hay una que me preocupa especialmente, cada vez son más jóvenes las víctimas y sus ejecutores.

¿Cómo puede ser que un muchacho de 25 años puede asesinar a su pareja de 24 años?

Debido a estas cifras, se está volviendo a hablar de la necesidad de un Pacto de Estado frente a la violencia de género.

Pero, ¿de qué se está hablando?, de un maravillosa redacción donde nos encontremos un perfecto protocolo de actuación, con estadísticas, factores que se repiten en las muertes, o un verdadero pacto donde se involucre a la sociedad y se llegue a la raíz del problema.

Porque son muchos los focos que hay que tratar, no sólo la información y formación en los centros de educación a los adolescentes.

Es fundamental que en el seno familiar se lleve a cabo el seguimiento de las actitudes de nuestros hijos, y para eso son necesarias dos cosas, primero formación a los padres para ser capaces de ver los indicadores de que algo va mal.

Pero, sobre todo, es necesario tiempo para poder estar junto a ellos. Siendo en este punto, donde entra en el debate la falta de conciliación laboral-familiar, pilar que hace que nuestra sociedad se esté deteriorando en lugar de avanzar.

Es evidente que los recortes presupuestarios llevados a cabo, donde se han reducido 6.000 efectivos policiales en la lucha contra la violencia de género, no ayudan para que situaciones que son ya de riesgo no acaben en un asesinato.

Es un hecho que el «dinero no da la felicidad pero ayuda», y en este caso un incremento en lugar de una reducción de presupuesto ayudaría no solo a evitar acercamientos de los agresores a sus víctimas, sino también favorecer la independencia de la víctima.

A instaurar un programa de reeducación para todos aquellos acosadores, potenciales asesinos, donde se busque la prevención de acciones después irremediables, ya que no basta con impedir que se acerquen a sus víctimas, porque ¿quién nos dice que no encontraran otras mujeres a las que acosar?

La España que yo quiero no puede permitirse regresar a cifras de mujeres muertas por violencia de género ya superadas.

En la España que yo quiero no estoy dispuesta a que no se haga nada para evitar que mi hija sea una posible víctima de violencia de género.

 

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