En este preciso instante, lo leas cuando lo leas, sea día, noche, atardecer o amanecer; ahora mismo, la cara de algún infame está manchada por la sangre, cada vez más lenta y coagulada de la que hasta hace unos segundos gritaba y suplicaba por su vida. Las manos de otro aún tiemblan y huelen a la pólvora del arma que acaba de disparar. Sus ojos enrojecidos por la ira más hepática observan como la que alguna vez fue su pareja, aún convulsiona en el suelo. Ya la tiene donde quería: a sus pies y en silencio. En otra parte del mundo, un respetable ciudadano de cara a la galería pero miserable en su hogar, mira petrificado sus dedos trémulos, los que acaban de apretar el cuello de su víctima, que ya no muestra pulso alguno. Está sucediendo; estés leyendo esto en el ordenador, en el móvil o en una tableta; en este momento. Ahora.

A esta misma hora también, un niño repasa con su mirada una y otra vez la estantería de un quiosco sin decidirse qué chucherías elegir mientras su tía espera paciente con la cartera en la mano; un chaval, que pasaba por ahí, acaba de devolver de una patada un balón mal chutado que salió por encima de la valla; un bombero se ejercita en el gimnasio de su estación; una señora está preparando un guiso a su familia y consulta en su libro de Simone Ortega cuál es el siguiente ingrediente que debe añadir a la cazuela; un matrimonio está marcando el número de la policía porque ha escuchado a su vecina y a su marido discutir muy alto y luego golpes.

Un móvil en silencio acaba de recibir una notificación pero su dueña, en la biblioteca, aún no lo ha visto; un chico, que conducía por primera vez tras haberse sacado el carné, acaba de hacer un rayón al coche contra una columna; un hombre se queja a un camarero porque su equipo no ficha a quien tiene que fichar; una chica le monta un pollo a un operador de su compañía de teléfonos porque no es capaz de solucionarle un error en su factura; una niña sufre un ataque de risa; una chica se ha metido asustada en el primer bar en el que ha podido, pidiendo ayuda porque su novio la perseguía por la calle y le ordenaba volver a casa. Un bebé acaba de decir su primera palabra y nadie lo ha oído; un panadero se acaba de secar el sudor de su frente con un trapo; los dos mejores amigos del mundo han acorralado a una lagartija y están listos para atraparla; un joven soltero y emancipado da vueltas al tambor vacío de su lavadora preguntándose dónde diantres estará el calcetín que falta; una chica acaba de tener el mejor orgasmo de su vida; una chica acaba de marcar el número del teléfono del maltrato de su país pero ha colgado antes de decir nada.

Un chico termina de encender las velas que iluminarán la cena que ha preparado para el amor de su vida, que llegará enseguida; dos hombres acaban de firmar un contrato que les proporcionará, o mucho dinero o la ruina; dos desconocidos miran sin pestañear la puerta del ascensor intentando aparentar comodidad mientras bajan; alguien ha terminado el último capítulo de “A dos metros bajo tierra” y llora como si los Fisher hubieran sido su familia desde que comenzó a verla; una mujer acaba de ser abofeteada por su marido y derrama lágrimas mudas. Una chica que corría por un parque se ha detenido porque un auricular ha dejado de funcionar; un niño acaba de encestar una canasta; se han acabado las pilas de un mando; un usuario de Twitter está escribiendo un reproche a un comentario que no le ha gustado de otro usuario del que no sabe nada; un adolescente acaba de probar el alcohol por primera vez; una niña espera sentada en la taza del váter a que venga su madre y la limpie; una chica corre angustiada hacia su casa porque ya llega unos minutos más tarde de lo que espera su pareja y tiene varias llamadas perdidas. Ha sonado la alarma de un despertador pero su dueña espera en duermevela a que suene la segunda; una pareja acaba de darse su primer beso; un hombre mira nervioso su reloj porque la cola no avanza; una chica le acaba de dar un azotito a su marido, que la mira con complicidad; un hombre ha decidido que no va a comer carne nunca más; hay una Gameboy cargando porque su dueño se ha puesto melancólico; un mosquito se ha metido en el ojo de una señora; a una chica, su novio le acaba de llamar puta delante de todos sus amigos.

Un chico acaba de levantarse sobresaltado del sofá porque ha recordado que había puesto un huevo a cocer; una chica está de rodillas buscando el anillo que se le ha caído; alguien le indica cómo llegar a tal calle a un desconocido; una mujer acaba de apagar la tele y ha cogido un libro porque no echan nada; una jefa ha llamado a un empleado a su despacho; un vecino está harto porque sus vecinos de arriba hacen ruido y no son horas; una niña recoge emocionada los aplausos tras su actuación; una mujer ha llamado a su trabajo para decir que se encuentra mal y que no va porque no quiere que vean su ojo morado. Un camarero le ha puesto Coca-Cola en vez de Pepsi a un cliente; un chico cree que tiene fiebre; un cenicero se acaba de hacer añicos; una chica se toma otra foto a sí misma; un abuelo pasea de la mano con su nieto; un matrimonio discute por una tontería; Un ordenador acaba de avisar del error “404 file not found”; un señor que ya llega tarde grita al navegador de su coche; un hombre le cierra la cremallera del vestido de noche a su esposa mientras besa su cuello; una chica forcejea con un novio de antaño que la ha seguido hasta su portal.

Todo esto está ocurriendo ahora mismo. Mientras la vida pasa normal y, en lo que tú has leído esto, ocho mujeres han sido maltratadas en alguna parte del mundo. Una cada dieciocho segundos. Y dentro de cinco minutos, acuérdate, otra mujer morirá asesinada en algún lugar del planeta por el que es o fue su pareja. Una cada diez minutos, según la ONU.

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