El Partido Socialista a lo largo de su centenaria historia se ha reinventado o, como se dice ahora, repensado siempre para adaptarse a los cambios sociales y políticos. Este dinamismo renovador nos ha permitido, durante muchos años, conectar con la realidad, conocer los problemas ciudadanos de primera mano y dar respuesta coherente y oportuna a los retos y demandas derivados de cada nueva realidad. Al mismo tiempo, siempre hemos sabido abordar la renovación como un proceso de conexión y complicidad con la realidad social, pero conservando la propia identidad del partido para ocupar el ámbito político socialista que nos corresponde.

Así fue durante la transición del 78 cuando hubo que pronunciarse entre ruptura o reforma. Nuestras aspiraciones iban más allá de lo que al final aconteció. Claro que sí. Pero el marco en el que nos movíamos no dejaba demasiado margen para la maniobra. Los socialistas eramos conscientes de los anhelos de libertad de nuestro pueblo y supimos abrir el camino de la democracia optando por una ruptura pactada. No era la opción óptima, pero fue el camino para construir un espacio de convivencia en libertad ejemplar que nos ha deparado el mayor periodo histórico de convivencia en paz y progreso precisamente de la manos, fundamentalmente, de sucesivos gobiernos socialistas. No es menos cierto que en la actualidad no faltan voces que hablan de una transición fallida, controlada y que respondía a un plan perfectamente preestablecido. Pero las conquistas democráticas, los derechos y libertades conseguidos están ahí y nadie se atreve a cuestionarlos. Los socialistas, con otros actores, supimos estar a la altura y adaptarnos a la realidad  del momento para satisfacer las ansias de libertad de las y los españoles.

Pero en algún momento de nuestra historia esa capacidad de reinventarse ha ido menguando. Perdimos frescura y capacidad para conectar con la realidad, para abrirnos a una sociedad que poco a poco nos iba viendo mas distantes, contradictorios, anclados en nuestras acciones de pasado y desconectando de propuestas de futuro. Nos alejamos de la calle, inmersos en los grandes asuntos de Estado, en la macro-economía y en la gran política, nos olvidamos de las personas y sus “pequeños problemas” que, paradojas de la vida, para ellas son lo más importante. No negaré yo la importancia de aquellos grandes temas y la atención que merecen; pero sí diré que absorbidos por ellos dejamos de conocer de primera mano , de sentir como propios, de compartir “aquellas pequeñas cosas” -como dice una hermosa  canción de Serrat- que interesan a las personas. Y aparecieron los espabilados, que dicen no tener pasado, y  que supieron aprovechar nuestro vacío para llenarlos con mensajes que la gente esperaba oír.

En suma, nos distanciamos del ciudadano de a pie, abandonamos el contacto con la realidad de las personas y de sus problemas y perdimos la confianza y la credibilidad de aquellos que habían creído en nosotros una y otra vez hasta que dejaron de hacerlo. Y mucho menos, desde los despachos y coches oficiales de cristales oscuros, podíamos conectar con las nuevas generaciones para las cuales los innegables logros en derechos y libertades de los 80 ya no les deslumbraban. Habían nacido con ellos y los habían interiorizado, patrimonializado. Es algo que les corresponde y por lo que se movilizarán en su defensa solo si alguien pretende arrebatarlos. Ahí están las mareas blancas de la sanidad pública o las verdes de la enseñanza. Cierto que los derechos y libertades, como todo en esta vida, se valoran cuando se pierden pero mientras se tienen lo que importa es ejercerlos.

Ahora, cuando todos coincidimos en afirmar que estamos ante una nueva transición la cuestión es ¿será capaz el PSOE de reinventarse una vez más para proyectar sobre la realidad su proyecto político? ¿se tendrá -o tendremos- la valentía para introducir los cambios necesarios orgánica e institucionalmente?  ¿sabremos conformar una propuesta coherente con la nueva realidad lo suficientemente transgresora para captar la atención ciudadana? Me planteo si seremos capaces de dar certera respuesta a esas y otras cuestiones. Yo estoy convencido que sí, claro que podremos, pero necesitamos audacia, creatividad, claridad y valentía.

Audacia para dar respuesta a los graves problemas que nos ha legado la intensa crisis. Grandes males demandan grandes remedios. La socialdemocracia lleva demasiado tiempo caminando detrás de la realidad cuando lo que procede es anticiparse y proponer medidas audaces. Sin miedo, sin ceder ante los comisarios europeos que pretenderán interpretar lo que conviene a nuestro país, “sugiriéndonos” incluso qué gobierno o coalición nos conviene. A Europa, por el bien de su Unión social y económica, también le interesa saber lo que queremos y proponemos. En definitiva, hacernos valer como el país fuerte que somos.

Creatividad e imaginación para pergeñar un programa que se eleve por encima del realismo y del pragmatismo hacía la utopía. La socialdemocracia es la garantía de que nadie quede atrás, nadie caiga en el olvido: que tejemos entre todos una red fuerte que garantice y dé seguridad. Pero también deben aparecer los estímulos reales para superarnos, incentivos,  No se trata de vivir en la red: se trata de tener las oportunidades y posibilidades para desarrollar el plan de vida propio, sabiendo que la red estará.

Claridad y definición de nuestras propuestas porque, junto a la garantía social, nuestra prioridad junto a la defensa y promoción de los valores y derechos que nos hacen ser orgullosamente socialistas, tenemos que actuar sobre una economía que obliga a nuestras acciones para fomentar el empleo, el bueno, el estable y el de calidad. Todos nuestros gobiernos deben estar obsesionados en desarrollar iniciativas para la creación de empleo. Todos nuestros gobiernos deben ser gobiernos para el trabajo. Más inversión pública, como en su tiempo fue el New Deal americano. Inversión, para la creación de empleo,  en las personas; en el medioambiente generando una nueva concepción persona-territorio; en las infraestructuras eficientes, eficaces e inteligentes y en el talento, es decir, en la innovación, en el conocimiento, las tecnologías y en la creatividad intelectual de todo orden.

Valentía para proponer medidas encaminadas a resolver las desigualdades y las injusticias y comprometernos con su implementación sabiendo que serán muy poderosas las fuerzas que se empeñarán en obstaculizarlas y bloquearlas. Medidas  útiles a los ciudadanos que les posibiliten el desarrollo de su propio plan de vida,de su proyecto de vida digno. Valentía porque necesitamos una nueva política fiscal clara y decidida, progresiva y progresista sin miedo, una fuerte acción contra el fraude fiscal  y una optimización del gasto eliminando instituciones y organismos inútiles que no tienen sentido en la administración española.

Nuevos tiempos demandan nuevas acciones políticas, nuevas estilos de gestión y el protagonismo indiscutible de la ciudadanía. Sostengo que hay una ciudadanía nueva capaz de participar y de hacerse corresponsable en la toma de decisiones, con toda la información y conocimiento porque cuanto más sepa y participe la sociedad, menos margen para la corrupción, la cual por cierto, ha de ser erradicada con acciones ejecutivas creíbles que vayan más allá de los enunciados mediáticos. El pueblo sabe y entiende más de lo que algunos creen. Y las nuevas generaciones de jóvenes con su vasta formación y dominio de las nuevas tecnologías y redes sociales descifran en tiempo real la verdad de las decisiones. Y se posicionan, debaten y denuncian la manipulación. Quieren, queremos,  ser protagonistas y copartícipes de la toma de decisiones que afectan a toda la sociedad. Asumimos sin reservas, que somos ciudadanos libres, con criterio y no súbditos sin opinion.

Estoy convencido de que el PSOE  volverá a asumir el reto de reinventarse en sus propuestas programáticas claras para asumir nuevas políticas acordes con los tiempos y dar respuesta convincente a las esperanzas de las y los ciudadanos. Esos que, al fin y al cabo, somos todos.

DEJA UNA RESPUESTA

Comentario
Introduce tu nombre