El Gobierno en funciones ha decidido, por su propia cuenta y sin consultarlo con nadie, y menos con la nueva representación parlamentaria, “actualizar” el cuadro macroeconómico, las previsiones que sirven para elaborar los Presupuestos Generales del Estado. Unas previsiones que se asemejan a los “castillos en el aire” por su falta de realismo. Cuando se acaban de conocer los datos sobre el empleo correspondientes a la EPA del segundo trimestre que sitúa el número de parados en el 20% de la población activa, el ministro de Economía en Funciones, Luis de Guindos, decía, este viernes, que su objetivo es reducir en dos décimas la tasa de paro al final del presente ejercicio, y situarla en el 17,8% en 2017 mediante la creación de 900.000 nuevos puestos de trabajo. La duda que asalta es si ese objetivo lo podrá llevar a cabo un Ministro que está en funciones y que dentro de unas semanas, o unos meses, puede estar en otro cometido, incluso en la oposición parlamentaria.

Es más. En un ejercicio de pura histeria política, el ministro de Hacienda, Cristóbal Montoro ha anunciado que “dentro de un mes tendremos elaborado el proyecto de presupuestos generales del Estado para 2017”. La pregunta que se hacen los analistas es: ¿Donde irán a parar tantas cifras, tantos datos y tantas previsiones en la hipótesis de una nueva convocatoria de elecciones? Si se llega a dar este caso, nos encontraríamos con comicios en diciembre. Ello supondría que el cuadro macroeconómico presentado este viernes y los presupuestos que se están elaborando, serían papel mojado. Y la única posibilidad es la prórroga de las cuentas actuales.

“Tal vez lo que se pretende con esta política de gestos es dar a entender, sobre todo a Bruselas, de que vamos a hacer los deberes. Algo así como que, a cambio del perdón de la multa por exceso de déficit, se tienen preparadas unas cuentas convincentes para nuestros socios europeos”. Estas son las explicaciones de los comentaristas políticos a esta toma de decisiones de un gobierno que no puede hacer lo que está haciendo. “La gravedad del caso de Catalunya justifica las decisiones que se han tomado desde Madrid”, dicen los analistas que, a renglón seguido, añaden: “Pero salvo esta excepción, no podemos olvidar que este gobierno de Mariano Rajoy es un gobierno de gestión y a eso se debe limitar”. Y más cuando se repite hasta la saciedad de que Rajoy está actuando “a la gallega” y no concreta si se someterá a un debate parlamentario de investidura, y se empieza a tomar en serio la posibilidad de una alternativa, encabezada por el socialista Pedro Sánchez, con Podemos y nacionalistas.

Sea como fuere, el contenido del cuadro macroeconómico presentado por De Guindos es poco realista. Parece, más bien, un compendio de medidas preparadas para convencer a un futuro electorado. Y tal vez sea eso lo que pretenden. Es decir, que ya se están preparando ante la posibilidad de que la única salida tras el proceso de consultas sea acudir, de nuevo, a las urnas. Y la única forma de hacerlo medianamente presentable es elevando la previsión de crecimiento de la economía al 2,9% para 2016 y reduciéndola, pero menos de lo previsto, en 2017: el 2,3%. Incluso, los técnicos que están asesorando a los ministros económicos en funciones muestran tal grado de optimismo que prevén una fuerte mejoría de la demanda interna que compensará “una relativa evolución negativa del sector exterior, – las exportaciones-, con un incremento del consumo privado del 2,6% en 2017”. Estos técnicos no tienen en cuenta que las últimas encuestan dejan claro que los españoles no acabamos de percibir esa salida de la crisis de la que tanto hablan Rajoy y los suyos.

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