El ultranacionalista xenófobo británico Nigel Farage y la ultraderechista francesa Marine LePen. Esos se han convertido en los dos primeros nexos de Donald Trump con Europa. Ninguna sorpresa, y sin embargo la temperatura parece haber bajado unos grados en el viejo continente, que no acaba de saber cómo reaccionar.

Justo antes de anunciar públicamente dos o tres millones de deportaciones –“la gente que son criminales y que tienen antecedentes penales, pandilleros, traficantes de droga”–, el nuevo presidente de Estados Unidos se reunía en Nueva York con el impulsor del Brexit. No es una buena noticia para Europa que el primer político extranjero que recibe Trump sea precisamente el mayor detractor de la Unión Europea.

Se podría pensar que la afirmación de Trump suaviza su promesa de deportar a más de 10 millones de inmigrantes, y también suaviza sus posturas durante la campaña. «Nuestro foco no está en eso, sino en asegurar la frontera. Pensamos que lo primero y lo más importante antes de entrar en cualquier otro tema de inmigración es asegurar la frontera, saber quién entra y sale del país», puntualizó en entrevista con la CBS. El tiempo lo dirá. Pero de lo que no cabe duda es que las nuevas relaciones de EEUU con Europa van a ir por cauces muy diferentes a los acostumbrados.

 

“Nuevo mundo”

Por su parte, Marine LePen, líder de la ultraderecha francesa, ha declarado a la BBC que ve la presidencia de Trump como un impulso para llegar a ser presidenta de Francia. LePen ve en la decisión de los norteamericanos un paso hacia “la construcción de un nuevo mundo, destinado a reemplazar el antiguo”.

Y es precisamente ese “nuevo mundo”, en el que por ahora despuntan Trump, Farage y LePen, el que está dejando helados a los dirigentes europeos, incapaces por el momento de reaccionar con contundencia, y que prefieren ver cómo se desarrollan los acontecimientos antes que calificarlo de peligro contra la propia construcción de la UE.

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