Trilogía del olvido

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Adentrarse en el mundo de los relatos de Paloma Garzarán es iniciar un viaje fascinante que avanza con dos maneras de caminar, tan distintas como complementarias. La primera es íntima y pausada, y bucea sin tapujos en los recovecos de los sentimientos: el amor, el desamor, el deseo, la frustración, la calma o el desasosiego. Los personajes de Garzarán son tan de carne y tan reales que sus reflexiones, a modo de monólogo interior, consiguen que el lector los sienta muy cercanos: todos podemos reconocernos o identificar a otros en las vivencias que describe esta autora. Así, en las páginas de esta “Trilogía del olvido” encontramos solitarios, amantes, exparejas, jubilados, vecinos y, sobre todo, mujeres, muchas mujeres. Mujeres independientes que miran la vida con valentía y de frente, en muchas ocasiones asumiendo la maternidad en solitario. Así, en algunas de estas historias viven y respiran varias madres, que se miran por dentro y meditan sobre la educación y el amor a sus hijos. Porque el gran tema de este libro es el amor, en las distintas formas en que puede materializarse: maternal, de pareja, entre amigos; y este sentimiento se presenta además desde perspectivas diferentes, como ejemplifica de un modo muy original la visión poliédrica del relato que da título al libro y que incluye los tres puntos de vista de una historia de amor y desamor.

El segundo caminar es de ritmo rápido, vertiginoso, es el que nos lleva por paisajes urbanos, nos acompaña en el metro o en el tren, escucha la radio y los ruidos del vecindario. La ciudad es un personaje más en los relatos de Paloma Garzarán, que no dejan de lado las nuevas formas de relacionarse, esas que surgen de la falta de tiempo, esas en las que se mira a una pantalla antes que a otros ojos (el relato “Meetic” es un ejemplo de esto). Estaciones de autobuses, metros, trenes, polideportivos, calles, tiendas, parques, todo conforma un escenario reconocible y cotidiano, en el que, sin embargo, hay espacio para la ensoñación, para esos límites difusos -y tan frecuentes- entre la realidad y la ficción, que pueden llegar a confundirse de un modo terrible (“La pastilla rosa”). Y es en esta imbricación entre lo ilusorio y lo verídico donde los paisajes urbanos de los textos de Garzarán se hacen también de carne, al estar habitados por personajes que sienten y nos hacen partícipes de su vida a través de esos sentimientos.

Con ese doble paso viajamos por estos treinta y dos relatos gracias a la prosa de su autora, que aúna espontaneidad y precisión, describiendo personajes y sentimientos de una forma tan acertada como concisa. Resulta refrescante el lenguaje cotidiano con el que se nos presentan las historias, que huyen de la afectación tanto en el fondo como en la forma. La vida misma se nos cuenta en los relatos de “Trilogía del olvido”, pero la narradora no se deja llevar por la fácil tentación de usar clichés lingüísticos ni expresiones grandilocuentes, lo cual agradece siempre el lector. Es precisamente este lenguaje vivo, natural y espontáneo, uno de los elementos que hacen que esta colección de historias se lea con mucha fluidez. El otro es la extensión justa de los textos, que se desarrollan con un ritmo rápido hasta su final, que siempre sorprende al lector, bien por lo inesperado, bien por su originalidad. Y dominándolo todo, la magia de la vida, la fantasía que se entrevera con la realidad cotidiana y diaria: la vida misma.

Paloma Garzarán se nos descubre en “Trilogía del olvido” como una narradora que aún tiene muchos relatos por escribir. No la perdamos de vista: sigamos leyendo la vida.

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