Ante el curso que toma el conflicto sirio, envuelto en una disputa entre Rusia y los Estados Unidos acerca de la salida del mismo, la reciente tregua acordada  da un aliento de esperanza y abre las puertas, quizá, a un diálogo entre las partes. La guerra ya ha dejado once millones de refugiados y desplazados -el 50% de la población- y unos 300.000 muertos, amén de la destrucción física y material de un país que antaño fue un modelo de desarrollo en Oriente Medio en muchos campos. Estos son los previsibles escenarios hacia donde avanzará el conflicto.

  1. La continuación de la guerra, mientras el régimen de Bashar al-Assad se consolida. Ya en el pasado hubo más treguas e intentos por resolver por la vía política el conflicto y todas las tentativas fracasaron. ¿Por qué hoy tiene que ser distinto? En primer lugar, la oposición siria está muy dividida y atomizada, mantiene intereses muy diferentes y no está claro que una salida pacífica y democrática sea el objetivo final de muchos de estos grupos.

Por ejemplo, los grupos kurdos, como el Partido de la Unión Democrática (PYD) y sus milicias (YPG), buscan la creación de un gran estado kurdo en coordinación con el Partido de los Trabajadores del Kurdistán (PKK), que lleva años en guerra contra Turquía y que es considerado un grupo terrorista por este país, la Unión Europea (UE) y los Estados Unidos. Además, ni Rusia ni el régimen sirio se plantean la retirada del máximo líder y ese es un objetivo irrenunciable para los Estados Unidos, la UE y una buena parte de los grupos  que luchan contra el ejecutivo de Damasco.

En el corto plazo, con una tregua tan endeble y tejida por alfileres en un diálogo de última hora entre Moscú y Washington, la guerra parece el escenario mas realista pero no el más deseado por todos. Estos cinco años de guerra solo sirvieron para afirmar a Bashar en el poder, dividir aún más a la oposición siria y mostrar la debilidad occidental a la hora de resolver una crisis mediterránea que, teóricamente, estaba en su órbita de intereses geoestratégicos. No parece el escenario más previsible; todos los bandos están cansados, Rusia y Estados Unidos parecen converger en la necesidad de detener la guerra y el enemigo a batir ya no es el régimen de Assad, sino el Estado Islámico.

  1. Una salida negociada que ponga fin a la guerra y abra un proceso político para resolver el conflicto. Hasta ahora todas las tentativas han fracasado, pero no cabe duda que si Moscú se implica en la salida negociada y presiona a Damasco las cosas podrían cambiar. Un proceso político de estas características debería implicar un alto el fuego total por todas las partes -algo que Damasco difícilmente aceptará-, una negociación sin condiciones previas y un apoyo total al mismo por parte de Rusia, Estados Unidos y la UE.

Si no se consigue un consenso mínimo entre las diplomacias rusa y norteamericana sobre el futuro de Siria no habrá una salida política, pues la capacidad de ambas potencias por interferir en el escenario es muy grande y cuentan con actores para seguir la guerra durante años. Rusia sigue siendo el principal garante en la escena internacional del régimen sirio, al que le provee de armas, combustible e información satelital, mientras que los Estados Unidos apoyan a varios grupos alzados en armas, como a los kurdos, y mantiene un juego de equilibrios difícil de mantener, en el largo plazo, apoyando a Turquía y algunos grupos democráticos sirios. El único factor de convergencia que une a todos, incluido, por supuesto, al régimen de Damasco, es la lucha contra el creciente Estado Islámico. ¿Será esa lucha contra esa entidad la que facilite la unidad de todos estos actores en liza? Una salida política, por ahora y dada las grandes diferencias entre las partes, tampoco parece estar sobre la mesa del complejo tablero de juego sirio.

  1. La partición del país en varias áreas de influencia como escenario consolidado a largo plazo y sin visos de solución. Así es como está ahora y nada induce a pensar, diálogos por medio entre las grandes potencias y tregua,  que las cosas vayan a cambiar. Una tercera parte del país está controlada por el régimen sirio, otra tercera parte por el Estado Islámico -aunque podría haber perdido posiciones por los ataques de la coalición internacional- y la otra tercera restante está en manos de las fuerzas kurdas y el resto de los grupos de la oposición siria. La continuación de la guerra, seguramente, ayudaría al avance del ejército de Assad, muy fortalecido por la ayuda aérea y militar rusa, y a un declive del acosado Estado Islámico, enemigo declarado de todas las partes en guerra, incluidos los kurdos y las fuerzas turcas que han osado cruzar la frontera siria.

En las actuales circunstancias, resulta muy difícil que cualquiera de los bandos en lucha gane la guerra definitivamente e imponga una administración a todo el país, a pesar de que en los últimos meses se detectan importantes avances del régimen sirio y que ha logrado consolidar sus posiciones a merced del ya destacado apoyo de Moscú. Sin embargo, tanto el Estado Islámico, como los kurdos y otras fuerzas de la disgregada oposición siria, como el Frente Nusra, no parecen con la suficiente capacidad para ganar la guerra totalmente e imponerse a sus contrincantes. Pueden resistir los ataques de sus enemigos, pero no conquistarles sus territorios. Es decir, analizados todos los posibles «decorados» de evolución y los movimientos sobre el terreno que siguen realizando sus jugadores, este tercer escenario parece el de más probable cumplimiento y, quizá, ya es aceptado como fruto de un «acuerdo» no rubricado entre Rusia y los Estados Unidos para repartirse Siria en áreas de influencia, tal como está ocurriendo ahora.

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