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“Tinder-Opencor. Abierto las 24h”

Un paseo por el supermercado de las citas.

María I. Clemente Martori
María I. Clemente Martorihttp://www.mariamartori.com
Licenciada en Psicología Clínica (Blanquerna. Ramón Llull - UOC). *Postgrado en Neurorehabilitación (U.B - Institut Guttmann) *Master en Sexología ( Universidad Camilo José Cela) *Otros estudios : Ingeniera Informática (Universidad Autónoma de Barcelona). Actualmente combino mi faceta profesional de atención psicoterapéutica y sexológica en consulta, con la de Gerente de la Asociación Tandem Team Barcelona (dedicada a la atención de las personas con Discapacidad), y cuya misión es la defensa de la diferencia y la diversidad en cualquiera de los dominios de la expresión humana. De orientación ecléctica me especialicé en la atención a la discapacidad, transitando hacia la mirada individual y social de la sexualidad de este colectivo, situándome finalmente y hasta el día de hoy, en un espacio que reviste grandes vacíos, como es el reconocimiento y el derecho de la sexo-afectividad de las personas con diversidad funcional Aficiones: natación y la practica de técnicas de meditación que me ayuden a expandir la conciencia del SER.
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análisis

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Hace poco más de una semana entré en esta aplicación con más interrogantes que respuestas, con más dudas que certezas y con más resistencias que convencimiento.
Sin embargo di el paso. Escogí algunas fotos donde apareciera lo suficientemente atractiva, pero sin aparentar lo que no quería parecer. Y después de redactar un breve texto, que poco aporta de mi misma, le di a «PLAY DE GAME».

Una semana parece poco en el mundo real, sin embargo en el universo del supermercado de las citas on-line, te puede pasar de todo en cuestión de pocas horas.

El primer «match» que apareció en mi móvil me aceleró el corazón. No por la ilusión sino mas bien por la vergüenza. Miré a la derecha y a la izquierda, cual ladrón que se asegura de no dejar rastro de su delito, y tras el intercambio de 3 o 4 frases y la absurda pregunta de «¿y tu que buscas?», el chico ya me daba su teléfono, me «casi exigía” que lo llamara inmediatamente y me interrogaba para saber si podíamos quedar esa misma noche en su casa.

Mi asombro y mi estupor me hundió en el silencio para digerir tal atraco.

A lo largo del día siguieron llegando algunos mensajitos del mismo “candidato”, en la linea de «no te olvides de mi». Y sin más dilación, pensé que lo más honesto era ser franca y sincera y con una breve conversación dejé claro que si algo me parecía poco atractivo era un hombre desesperado en busca de carne fresca y tierna…

Y así empezó una semana de aventuras y desventuras por un laberinto de rarezas sociológicas (que como psicóloga no sabría muy bien como definir).

Una de las últimas conversaciones que mantuve, con un chico que, aparentemente, me pareció bastante majo (lástima de las innumerables faltas de ortografía), me trató de usted por la diferencia de edad que nos separaba. Nueve años. Todavía me estoy retorciendo del ataque de risa que me dio con tal anécdota. En otro momento una estupidez como esta me hubiera hundido en la más absoluta miseria. Pero al ver la reacción que este suceso me suscitó, me di cuenta de que efectivamente me estaba haciendo mayor. Ya ni siquiera parecía importarme quedar fuera del mercado, por señora desfasada, o por eso que vulgarmente llaman MILF.

No habiendo acabado ahí la conversación, decliné su invitación para ir a tomar algo, en pro de que buscara a alguien más afín a su generación.

Me esperaba cualquier respuesta menos la que recibí.

Triste y apenado confirmaba que era evidente que una mujer tan atractiva como yo, (contra gustos no hay nada escrito), no se podía haber fijado en un hombre tan normal como él. Incluso sentenció: «siento haber hecho el ridículo».
Mi maldita empatía despertó mi compasión y cuando le dije que por favor no se sintiera mal, me respondió con semejante esperpento:

«Agradezco tu mensaje y tu amabilidad guapa. Te propongo algo. Sino tienes demasiado tiempo, podemos quedar un día para cenar. Y después si nos gustamos… hacemos un poco de sexo… Vaya si los dos tenemos ganas claro, que esto no se prepara.»

¡¡¡Madre de dios bendito….!!!
¿Pero entonces?. ¿Si esto no se prepara?. ¿Para que “cojones”, con perdón, lo sueltas así de directo?.

Todavía estoy intentando digerir tanta falta de habilidad para el ligoteo. Sin embargo reconozco, que en algún momento dudé de si no sería yo la “poco hábil”, y de si quizás, y solo quizás, este tipo de mensajes debían tener su público diana, que sin duda no eran el mío.

Lógicamente todavía está esperando mi respuesta.

Todo esto, junto al mensaje de presentación de otro chico que rompía el hielo de esta manera…..

«Hola Maria. Un café o vino, buena comunicación, nos conocemos y si nos gustamos sexo salvaje?», hizo auto- percibirme como un elefante en una chatarrería.
Vamos. Absolutamente fuera de lugar.

Hubo anécdotas muy graciosas. Concretamente a un chico le pregunté si la foto de su perfil era suya, ya que me pareció demasiado artística o bien tomada. Cuando me dijo que era una foto del «Mentalista» me quise fundir entre las teclas de mi móvil. Es lo que tiene no ver la TV.

Lo más interesante que puedo destacar de esta loca semana navegando por el Tinder es la apasionada conversación que mantuve con un hombre encantador, 140 de coeficiente intelectual, con quien intercambiamos textos de Nietzsche, con quien me reí como hacia tiempo que no hacía, pero con quien finalmente acabamos en la misma encrucijada.

«¿Te vienes esta noche a mi sofá?»
¡¡¡Maldita sea!!!!!!
¿No hay alternativa ni para los listos?.

¡¡¡Esta visto que no!!!!!!.

Después de esta aventura y con cero citas a mi espalda, he llegado a varias conclusiones.
1. Creo que los hombres están convencidos, de que a las mujeres nos ponen las bicicletas, la montaña y los deportes de riesgo. Este mensaje va dirigido a todos aquellos productos andrógenos que os promocionáis en las mejores estanterías del Tinder: Siento comunicaros que eso solo alimenta vuestra fálica fantasía de, «a ver quien la tiene más grande y más larga», arriesgando, entre otras cosas, vuestra vida, por una simple foto «Cool».
2. Os aconsejo que os curréis una buena descripción, aunque sea escueta.
Si, efectivamente. Las mujeres nos las leemos. A poder ser, y sino es mucho pedir, intentad que no sea la mera especificación de vuestra estatura (que por lo visto es un dato de gran trascendencia), ni la lista de los deportes que practicáis. (Ya los hemos adivinado por las fotos).
3. Chicos. Si queréis de verdad triunfar haciéndoos “selfies”, por favor: Olvidad los “morritos”. Escoged un mejor escenario que un espejo de lavabo que refleja un “water” de fondo. Y si ponéis una foto con guitarra en mano, para pillar a las sensibles, aseguraros de haber hecho antes algún curso de iniciación.
4. Y por último, aparte de evidenciar que no soy animal de Tinder, (lo del “Mentalista” me hundió). Que los “chats” han cambiado mucho desde el año 2000, (estoy mayor). Y que aquí, quien no corre vuela, (por no decir otra cosa)… me vuelvo a mis series de Netflix, a mis sesiones de meditación y a mis talleres tántricos. Eso si. Con más respuestas que interrogantes. Con más certezas que dudas. Y con más convencimiento que resistencias.

Sin duda, para esto del Tinder, hay que valer.

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