La constante intromisión y asentamiento en nuestras vidas de aparatos electrónicos y nuevas formas de relación social, así como esa pauta con la que quedamos esclavizados a comodidades que nos alejan de la propia naturaleza, no solo la naturaleza exterior, y si cabe, en mayor medida, la naturaleza interior, es un hecho alarmante que no aparece en portadas de noticieros, y tampoco, en elaboradas encuestas o estadísticas, las cuales, ha quedado claro que solo muestran y demuestran el caos y la manipulación económica, así como los deshechos y la aberración a toda posibilidad democrática.
Y sin embargo, esa naturaleza exterior e interior a la que deberíamos acudir con mayor constancia, y en ello, elaborar y alcanzar certezas e instantes enriquecidos por nuestra propia experiencia y nuestra propia reflexión, parece quedar negado por tanto ruido y tanto aturdimiento. Y esto no es algo de ahora, es algo de hace bastante tiempo, el progreso material no siempre conlleva un progreso en el individuo que lo utiliza, y es así que, ya dijo Thoreau que “la civilización que ha estado mejorando nuestras casas no ha mejorado igualmente a quienes las habitan”.
Cuando el autor de “Walden” decidió pasar dos años dos meses y dos días junto al lago del mismo nombre que la obra escrita, no lo hizo con la intención insultante y demagógica de postularse como un antisistema, ni de crear una apología y un ensayo de rechazo total a la sociedad, al contrario, intento encontrar, demostrarse y demostrar formas de vivir sin que las leyes y el progreso material de los hombres anulara a las leyes de la naturaleza, y tampoco, anulara al individuo. La idea era arraigar y promover el progreso en el individuo a través de la sencillez, de una vida humilde, cercana a la naturaleza que ha regido siempre y, en la misma medida, a la naturaleza interior del individuo.
En esta actualidad social en la que residimos, tomar el posicionamiento de Thoreau y embarcarse en dicha aventura, prestaría a toda crítica los suficientes argumentos para tacharlo de locura y desafío antisistema, un quijote en pleno siglo XXI, y sin embargo, quizás sea la única manera en que nos salvemos de nosotros mismos, quizás sea la única pauta que no anule al ser humano en beneficio y prioridad del progreso tecnológico y material. El ejercicio y la práctica de la introspección, esa naturaleza interior y, a su vez, asomarse a la naturaleza exterior, puede nos salve, no nos acabe aturdiendo entre tanto ruido y tanta comodidad, no nos anule del todo, no seamos simples consumidores y títeres de este acelerado progreso tecnológico y social.