Moliere vivía con dos mujeres que eran… madre e hija. Como lo leen. Madeleine y su hija ArmandeArmande era en teoría la hermana de Madeleine, pero su acta de nacimiento nunca apareció. Todo apunta a que en realidad era la hija de Madeleine  y del conde Esprit Rémond de Modène quien, por supuesto, estaba casado.  Moliere fue primero amante de Madeleine, luego vivieron los tres juntos. Finalmente Moliere se casó con Armande y Madeleine fue testigo. Tuvieron tres hijos. Los dos siguieron teniendo aventuras por su cuenta, cada uno por su lado.

Como ustedes comprenderán, este abanderado del poliamor no era precisamente un devoto católico. Y este desprecio y desconfianza hacia la institución de la Iglesia Católica lo refleja plenamente en su obra maestra: El Tartufo.

El 12 de mayo de 1664, El Tartufo se estrenó ante Luis XIV. Esa primera versión de la obra indignó a los devotos por su contenido. Estuvo entonces prohibida durante cinco años, ya que suponía, según ellos, un ataque frontal a la religión. El arzobispo de París llega a amenazar con la excomunión a cualquiera que represente o escuche la obra. En el tiempo que estuvo prohibida, se siguieron haciendo lecturas o representaciones privadas de la obra, que, por otra parte, también estaban condenadas por la iglesia. Hasta que en 1669 el rey autorizó finalmente su representación. Desde entonces  fue representada con gran éxito todos los años hasta la muerte de Molière.

El Tartufo  no pasa de moda. Este texto de la segunda mitad del XVII  puede trasladarse al pleno siglo XXI, a la España de la crisis, con total vigencia. Puede que las vestimentas no sean las mismas, pero los modos y maneras sí lo son. Cualquier perverso narcisista, cualquier hipócrita redomado, cualquier impostor, lo tiene más fácil para triunfar que una persona honrada.

Así lo corrobora la obra que se representa en el Teatro Fernán Gómez. Justo en una época en la que estamos en el esplendor de este personaje, la del perverso narcisista. Basta con fijarnos en el triunfo de Trump.

El personaje de “el gran burgués», una figura del teatro clásico francés, un incauto con gran posesión de riquezas y prestigio, pero con muy poca sesera, tampoco ha perdido vigencia con el tiempo.

Esta versión cambia con respecto a la obra original. Dos personajes se han fundido en uno. El final se ha alterado. Se han introducido anacronismos.  Es una versión irreverente, divertida, muy fácil de seguir.

En la obra de Moliére el Tartufo tiene un aspecto bufón que hace reír, su físico es importantísimo: el verdadero Tartufo es un hombre rebosante de salud, “gordo y rollizo”,  en absoluto ascético, y del contraste burlesco entre el hombre real y el hipócrita nace la profunda comicidad del personaje. El director de esta obra se ha decantado por otro tipo físico. El Tartufo interpretado por Rubén Ochandiano es delgado, inquietante y bello. Hemos de entender pues que Orgón ha sido seducido porque se ha enamorado. ( De hecho, en el texto lo explicitan) Que no ha perdido la chaveta y la cordura, como en la obra original, porque es simplemente tonto, sino que se ha perdido seducido por una pulsión erótica reprimida, que quiere camuflar de religiosidad.

La Dorina interpretada por Esther Isla es casi, casi, la protagonista de la obra. No es tonta ni se deja engañar, es inteligente y perspicaz, la primera en descubrir al impostor, la primera en darse cuenta de que Tartufo está enamorado de Elmira, la primera en comprender que se va a echar todo a perder y la primera en aceptarlo.

Dorina/Esther domina por completo el segundo acto. Juega con el público y se lo lleva de calle. Es simpática, es valiente, es portavoz de la cordura. Su alegría sirve para romper oportunamente la tensión del espectador en los momentos más patéticos. Es el personaje más agradable y simpático de toda la obra, porque su sentido común vence siempre a la hipocresía y a la estupidez. Es la imagen del humor sano y atrevido. Es un fantástico personaje interpretado por una fantástica actriz, a quien debo confesar que desconocía hasta ayer y que me ha dejado francamente impresionada.

El texto de Molière sirve para presentar ante el público la impostura de esa parte de la sociedad hipócrita y bienpensante que, bajo una fachada de bondad y rectitud y sin remordimientos de ningún tipo, urde complejos planes de manipulación con el nada noble objetivo de forrarse.  La versión del Fernán Gómez ha tirado descaradamente por la comedia ácida y corrosiva para acercar al público el fondo del mensaje de una manera peculiar y diferente.

La representación inicia con una energía muy alta, comienza muy arriba y entra en una larga meseta que más tarde se equilibra y recupera el tono deseado. Con un final que no es el final de la obra original, pero que es el final adecuado a los tiempos que corren. El humorismo se cumple y la parodia se exalta. Una obra para recomendar.

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TARTUFO, EL IMPOSTOR

de Molière

COMPAÑÍA: VENEZIA TEATRO S.L.U.

Del 17/11/2016 al 11/12/2016

LUGAR:  Teatro Fernán Gömez. Sala Jardiel Poncela

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