Suspendemos. Sí suspendemos los periodistas, y los que no lo son pero escriben en los medios, participan en tertulias y tienen voz pública y publicada. Lo hacemos en muchos temas, pero estrepitosamente en comunicar sobre violencia de género. Ya tenemos en Diario16 otro frente para liderar un debate profesional: Éste de la comunicación de las víctimas del machismo.

Pero volvamos a los asesinos de mujeres. Llego tarde, lo sé. Pero mi opinión se publica los viernes, y otros colegas y columnistas tenían también estos días mucho que decir sobre la ola de crímenes de violencia de género. Pensé no insistir en el tema, porque se ha escrito mucho y muy bien –tan bien como rematadamente mal- sobre los casos que en 96 horas convirtieron en víctimas a cuatro mujeres de diferente edad, condición y situación en nuestro país. Un total de 44 han sido ya asesinadas en lo que va de año por su parejas, exparejas, maridos, novios o compañeros, que nunca merecieron serlo.

Ya advierto que entre las cosas muy bien escritas está la columna de Natalio Blanco, en este mismo medio, sobre “la injustificable normalización del machismo entre periodistas”. Y que seguramente, su pluma –además de llegar más a tiempo por el día de publicación, sea más acertada que la mía- pero necesito escribir de esto. ¡O lo digo o reviento! Pues ya está, lo digo.

Un total de 44 han sido ya asesinadas en lo que va de año por su parejas, exparejas, maridos, novios o compañeros, que nunca merecieron serlo

Y decía que son un total de 44 víctimas si, entre que escribo mi columna semanal y que esto se publica, no hay otro asesinato que lamentar. Y son 16 menos que el año pasado, si de aquí al 31 no se ponen a matar como locos.

María del Carmen Ginés, Ana Enjamio, Elena Marcu y Victòria Bertran nunca pensaron en convertirse en protagonistas de la noticia en los medios de su propia muerte. Todas las demás, tampoco. Fueron asesinadas, separadas de sus seres más queridos de forma cruel, violenta, injusta y de manera bastante fácil, porque matar, aquí o en un mercado navideño de Berlín, en unos trenes, o donde sea, es bastante fácil.   No quiero ni un detalle morboso sobre sus vidas y me niego a que sus asesinos –sean periodistas o fontaneros- tengan más protagonismo que las víctimas. ¡Que no! Que se haga justicia con estos malnacidos y nos volquemos en ayudar a sus hijos e hijas, madres, padres, hermanos y hermanas, amistades, que han quedado desgarrados por el dolor y que, además, llegan a sentirse culpables por no haberlo podido impedir.

Los medios no son responsables de esas muertes. ¡Por supuesto! Como no lo son ellas, aunque nunca hayan denunciado –o sí-, aunque hayan perdonado a sus verdugos –o no- o aunque fueran guapas, feas, fieles o infieles, listas o tontas, buenas o malas. Ellas son las víctimas y querían vivir como les diera la gana. Como hacemos los demás.

Pero la prensa y los periodistas, y los que no lo son pero están en los medios, debemos cambiar la manera de informar y de seguir estas noticias. Tenemos que formarnos para informar, dejarnos de preguntar al vecino sobre lo bueno que parecía el verdugo, aparcar expresiones como si cuando una mujer muere en manos de su marido, se matara ella o fuera partícipe de su asesinato. Debemos ser responsables para que nuestras noticias hagan sufrir lo menos posible –dentro del inmenso dolor- a quien se ha quedado sin madre, sin hija, sin hermana o sin pareja (porque las víctimas también tenían derecho a intentar rehacer sus vidas). Y, sobre todo, debemos implicarnos en el ¡basta ya!.

Y que nunca más una noticia por falsa denuncia de violencia de género, menos del 1% según los expertos, ocupe más espacio informativo que un asesinato por el mismo motivo.

Llego tarde informativamente, es verdad, a comentar los asesinatos de María del Carmen Ginés, Ana Enjamio, Elena Marcu y Victòria Bertran, pero, por desgracia, me adelanto a otros casos que ya están en la mente de criminales. ¡A por ellos con la fuerza de los servicios jurídicos, sociales, policiales, familiares y hasta vecinales! Porque, seamos o no conscientes, nuestra sociedad muere también un poco cada día con cada muerte injusta, cobarde y despiadada de mujeres que lo que sí querían era seguir viviendo. ¡Va por ellas!

5 COMENTARIOS

  1. Estupendo conmentario de Maria José. Que acabe esta lacra.y que seamos justos con las mujeres.que sepa la gente, que estas fieras en casa, son corderos en la calle.

  2. El artículo es extremadamente pobre, de pies a cabeza. De entrada, ya el tema en sí es ridículo, porque la naturaleza del mismo tiene como objeto poner la lupa en unos crímenes, que son minoritarios, sin razón alguna: ¿por qué se habría de prestar especial atención a los homicidios cometidos de hombre a mujer, cuando son la gran minoría en las cifras de homicidios? ¿Qué naturaleza tienen, que no tengan el resto de víctimas mortales, para merecer semejante campaña? ¿Qué hay del dato de que las mujeres cada vez asesinan más, según datos del INE? ¿Alguna razón para decirle a los medios de comunicación cómo y en qué grado deben informar sobre los homicidios a mujeres por parte de parejas masculinas, frente al resto de homicidios? ¿Dónde colocamos los homicidios cometidos hacia el género masculino o los de parejas homosexuales?

    Las personas que abanderan causas ridículas como la de este artículo, por supuesto, jamás admiten discusión, puesto que la «causa de la violencia machista» es un dogma, y por ello ninguna de las personas que lo abanderan es capaz de responder a ninguna de las cuestiones anteriores, ni mucho menos es capaz de hacerlo de forma lógica e inteligente. Porque alguien inteligente sabe ver este tema con perspectiva sin convertirlo en un circo, como lo está haciendo el movimiento «feminista», o como quiera llamarse.

  3. Comparto contigo el artículo Mª José, y que razón tienes en que tenemos que implicarnos más en el ¡Basta ya!. A Christian le diría que la importancia de estos crímenes no radica en la estadística sino en que tras ellos hay una motivación perversa del pensamiento que bajo ningún concepto debe pasar desapercibida y debe ser tratada y juzgada igual que cuando se cercenan las libertades de las personas.

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