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Stan Lee y La Picadura de la Araña

Javier Puebla
Javier Pueblahttp://www.javierpuebla.com
Cineasta, escritor, columnista y viajero. Galardonado con diversos premios, tanto en prosa como en poesía. Es el primer escritor en la historia de la literatura en haber escrito un cuento al día durante un año, El año del cazador, 365 relatos que encierran una novela dentro.
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análisis

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Se ha salido de la viñeta y está observando todo lo que pasa en el mundo exterior, el mundo real, que siempre le ha estado vedado aunque en ocasiones ha conseguido penetrar en él, hacerse pasar por un auténtico ser vivo y no un simple personaje. No tan simple: no cualquier personaje llega a ser tan poderoso como Spiderman. Está apoyado en el cuadro exterior de la viñeta, encaramado a su borde como si fuese la cornisa de un edificio de Nueva York, su ciudad. En los dibujos de John Romita era aún más impresionante y hermosa que en la realidad. Aunque la realidad ha cambiado tanto o más que el mundo de ficción en el que el lanzaredes se mueve y lucha y sufre: ha visto morir en él a sus padres, a su tío Ben, a la tía May, y sobre todo a Gwen, a su amada Gwen Stacy.

Y ahora otra vez va a ver morir a su padre, al auténtico, a quien le creó, le arrancó de sí mismo, de sus sueños y pensamientos y le dio un nombre, Peter Parker Spiderman y un gran poder que implicaba una gran responsabilidad. No la que pueda pensar cualquier lector de las historias gráficas protagonizadas por el trepamuros; ninguno la imagina. Y mucho menos quienes le han conocido a través de las películas o las series de dibujos. Peter Parker Spiderman fue creado por Stan Lee con una misión grabada en el corazón y en la cabeza: la araña, la picadura de la araña.

No va a fallar. No va a fallar al padrecito Lee, a Stan. Sabe lo que tiene que hacer. Salta desde el borde de la viñeta y se columpia agarrado al hilo delgado e irrompible de su telaraña mágica, y cuando el hilo ya no da para más se suelta y vuela como una piedra lanzada por el increíble Hulk La Masa hasta lo alto del edificio del hospital en el que Stan está atrapado, inconsciente casi todo el tiempo, abrazado por la cama solitaria.

Sólo entra una enfermera de vez en cuando, y cuatro veces al día un médico. Es muy viejo, ya no hay nada que hacer, todos los sabemos.

Es una lástima

hay gente que no debería morirse nunca

a mí me encantan sus tebeos

mi favorito es el Doctor Extraño

yo prefiero a Tony Stark…

Voces, voces alrededor del hombre que aún sigue luchando para mantenerse vivo, que no quiere irse de la vida a causa de un vulgar fallo cardiorrespiratorio.

-Peter.

Stan no sabe si está dormido o está despierto. Pero eso es algo que no tiene ninguna importancia. Está viendo a Peter Parker pegado al techo de su cuarto en el hospital y ya siente sobre el brazo el cosquilleo de las patas de la araña subiéndose hasta el cuello. La araña. Una Atrax Robustus australiana de tela de embudo cuya picadura es mortal siempre y sin remedio: Peter Parker la tenía preparada y la había cuidado siempre, a la espera de que llegase el momento, el ejemplar más grande que jamás haya visto nadie: ocho infinitos centímetros.

-¿Qué es eso?

La enfermera no puede creer lo que está viendo. Es una araña enorme preparando su aguijón para clavárselo al viejo Stan en el cuello. Y ahora hay arañas por todas partes, en las paredes, el suelo y el techo. Stan Lee, su cuerpo, ha desaparecido bajo un manto móvil y negro. La enfermera se desmaya y cuando recobra el sentido han pasado quince minutos: las arañas, el manto móvil y negro ha desaparecido. Stan Lee está otra vez en su cama, tranquilo y sonriendo y también muerto.

-Peter, ya estoy aquí por fin contigo para siempre.

-Claro Stan, como tú querías. Dame la mano amigo, padre, vamos a volar entre los rascacielos de la ciudad. Ya sabes que ahora es cuando empieza de verdad lo bueno.

 

(Me mandó un mensaje mi sobrino Guillermo, y luego otro Max, mi hijo: Stan Lee ha muerto. Tienes que homenajearlo, me pidió Guillermo. Tenía razón, me ha dado infinitos momentos de dicha, aventura, compañía y juego; era mi obligación homenajearlo: ya está hecho). (Este relato es el número 50 de la Preparación para La Primera Suite del Cazador, un relato al día durante 77 días seguidos y sin pausas, como hicimos en su momento durante 365 días en EL AÑO DEL CAZADOR DE CUENTOS)

 

(Mecanografía: El Hombre de Arena)

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