Aranda de Duero (Burgos) volvió a vivir una semana muy especial este verano, con la nueva edición de su ya mítico festival Sonorama Ribera. Tras la gran celebración del vigésimo aniversario del año pasado, este evento se enfrentaba al desafío de seguir mirando hacia adelante y avanzando en su edición número 21.

La primera jornada principal (jueves) era a priori la más atractiva, como mínimo en el terreno nacional, y en general cumplió como tal. Soleá Morente brilló, cada vez con más confianza y en un año clave para su carrera. Rodeada de la banda Napoleón Solo y tres coristas con mucha gracia, cantó las canciones de su nuevo disco e incluso una versión de ‘Te estoy amando locamente’ de Las Grecas.

Horas más tardes, Soleá Morente reaparecería durante el concierto de Lagartija Nick, junto a quienes puso voz a la canción ‘Vuelta de paseo’ del legendario disco Omega, que grabó en su día su padre Enrique Morente en colaboración con esta veterana banda granadina. Este momentazo no fue lo único a destacar del concierto de Lagartija Nick, que fue de lo mejorcito de todo el festival. Con un nuevo disco bajo el brazo de gran nivel, vuelven a estar en la cresta de la ola del rock nacional, gracias a canciones con tanta fuerza como ‘La leyenda de los hermanos Quero’.

Memorable fue también la actuación de Mikel Erentxun, que sorprendió con un gran concierto de rock con sabor tradicional, acompañado de músicos excelentes. Tanto los temas de su carrera en solitario como los de Duncan Dhu sonaron con mucha contundencia. Otro gigante de nuestra historia musical, Bunbury, también ofreció un gran espectáculo de rock en el que demostró la gran presencia que sigue teniendo sobre el escenario. Fue un concierto prácticamente calcado al que vimos hace poco en Río Babel pero mucho más multitudinario, en el que la calidad de las nuevas canciones acompañan muy bien el repertorio de temazos de toda su carrera, incluyendo algunos de Héroes del Silencio.

Eso sí, la gran decepción del día fue Diego el Cigala, aunque tampoco deberíamos haber esperado mucho de él conociendo los antecedentes. Se suponía que venía a celebrar el 15º aniversario del gran disco ‘Lágrimas Negras’, pero lo hizo a su manera: con media hora de retraso, saliendo al escenario con un cubata en la mano y sin poder tenerse en pie; y apenas cantaba en un concierto que fue más instrumental que otra cosa. Y cuando lo hacía, tampoco es que le pusiera muchas ganas. Su banda hacía casi todo el trabajo mientras él seguía bebiendo, y a mitad de concierto incluso le llevaron al escenario una segunda copa. En definitiva, una interpretación de las canciones de ‘Lágrimas Negras’ muy alejada de su verdadero potencial, y una tomadura de pelo a los asistentes. Por si fuera poco, ni siquiera resultaba posible disfrutar al 100% de la banda (que sí hizo bien su trabajo), porque el cámara oficial se puso delante del pianista, el miembro más importante (que hacía las partes del fallecido Bebo Valdés), y le estuvo tapando durante todo el concierto, aunque supongo que en esto hay que echar la culpa al propio festival.

Mejor sabor de boca dejaron Amatria con su pop electrónico, La Pegatina con su divertida fiesta de ska y rumba, e incluso el pop de Rozalén, que funcionó muy bien en un festival como Sonorama.

El momento de las estrellas internacionales

Aunque es un festival que reivindica ante todo la música española, la programación del segundo día principal (viernes) estaba pensada para dejar también espacio a las grandes atracciones internacionales, lo cual está bien para ofrecer más equilibrio y variedad.

La gran estrella era Liam Gallagher, cantante de Oasis, que está viviendo una nueva etapa dorada gracias al enorme éxito de su disco debut en solitario. El concierto consistió en una combinación de temas de dicho disco (canciones como ‘Wall of Glass’ y ‘For What It’s Worth’ han revitalizado su carrera) y clásicos de Oasis. De hecho, empezó igual que los conciertos de Oasis en su día: con ‘Fuckin’ in the Bushes’ como introducción, dando así una intencionada sensación de continuidad respecto a los días de la mítica banda inglesa.

Aunque algunos critiquen que interprete en sus conciertos temas que compuso su hermano Noel en Oasis, lo cierto es que Liam es el cantante original de esas canciones, y tiene todo el derecho a incluirlas en su repertorio. Además, sin él no serían lo mismo. En Sonorama tuvimos la oportunidad de cantar con él a pleno pulmón temazos inolvidables de los 90 como ‘Live Forever’, ‘Whatever’, ‘Morning Glory’ y ‘Wonderwall’, entre otras. En esta última, por cierto, hubo un momento para la anécdota: Liam pidió a su banda que parase la canción para recriminar la actitud de cierto guardia de seguridad, que por lo visto se estaba comportando de manera agresiva con algunos asistentes. Aunque interrumpió un momento clave del concierto dejando en vilo a miles de personas, fue un buen gesto del famoso cantante (y malo del segurata), que tras poner los puntos sobre las íes retomó la archiconocida canción con su estilo habitual: muy quieto sobre el escenario, pero mostrando sin despeinarse que tiene una de las mejores voces del panorama pop-rock.

No fue el único artista venido de fuera durante este día. Nada Surf, la banda de indie rock y power pop californiana con bajista español, hizo un repaso completo de su clásico disco ‘Let Go’ con motivo de su 15º aniversario, junto con otros temas esenciales de su repertorio. Más tranquilo y relajado fue Morcheeba, pero también placentero. En cuanto a los alemanes Milky Chance, su folk-pop comercial llegó a hacerse un poco pesado, pero tuvo sus momentos.

En el plano nacional, uno de los conciertos más destacados fue el de L.A. El proyecto de Luis Alberto Segura sigue convenciendo, aún más tras haber lanzado el año pasado un disco tan trabajado como ‘King of Beasts’. También valió mucho la pena ver a Ángel Stanich, cuyo segundo álbum le ha consolidado definitivamente como una de las grandes propuestas de folk-rock psicodélico de nuestro país. Por su parte, los murcianos Viva Suecia le pusieron muchas ganas y dieron un buen concierto de indie pop-rock, La M.O.D.A. reivindicaron desde su provincia de origen que son una de las bandas españolas con más tirón del momento, y Elyella despacharon una de sus habituales sesiones festivas en la que volvió a destacar la presencia puntual de un coro femenino.

De más a menos, pero con algunos diamantes por el camino

Tengo que reconocer que, al menos para mi gusto, el festival fue de más a menos, y la tercera y última jornada principal (sábado) me pareció la más floja. Al menos estaba Xoel López para salvar los muebles, cuya actuación empezó cuando aún caía la última luz del sol. Un concierto en su línea actual de cantautor, y rodeado de muy buenos músicos, en el que interpretó con gran elegancia los mejores temas de los tres estupendos discos firmados con su nombre, junto a ‘El amor valiente’ de la época de Deluxe. Fue lo mejor del día. Una lástima, eso sí, que tenga tan olvidados los primeros y maravillosos discos de Deluxe.

Y entonces llegó la noche, que musicalmente fue como vagar por el desierto. Los cabezas de cartel del día eran Izal, que este año los tenemos hasta en la sopa en tropecientos festivales y personalmente no me dicen absolutamente nada. Un concierto más de ellos, con las habituales canciones facilonas y sin chicha, y además con la reciente polémica de acoso en la que se han visto envueltos en el ambiente. Poco más se puede decir de Dorian: otro grupo pop para quinceañeras, más vistos que el tebeo y cada vez más cansinos. Eso sí, hay que reconocer que ambos grupos han sabido llegar a un gran público, y en Sonorama fueron bien recibidos por miles de personas.

La salvación para encontrar unas buenas dosis de rock en condiciones estaba en un escenario más pequeño, alejado de los principales. Allí estuvieron dando caña Texxcoco y Los Nastys, estos últimos con un cantante que acabó desnudándose en plena actuación.

En la zona principal, la cosa mejoró por momentos gracias a Arizona Baby, folk nacional en inglés de calidad más que contrastada, y al blues rock de los californianos Vintage Trouble, aunque volvió a decaer con el petardeo de Nancys Rubias. A altas horas de la madrugada, pudimos cerrar el escenario principal con buen sabor de boca con Hot Chip: aunque sólo era una sesión DJ a cargo de un par de ellos y no fuese lo mismo que verles dar un concierto de verdad, pincharon bien y con una apropiada selección de canciones (de bandas como LCD Soundsystem) para bailar en ese momento de la noche.

Conciertos en plazas y fiesta de despedida

Antes de acabar, es importante aplaudir el esfuerzo que hace la organización para programar conciertos complementarios durante el día en escenarios del centro de Aranda de Duero. Eso sí, también hay que decir que el festival se ha masificado tanto que esta fórmula ya no funciona tan bien, y las calles estaban tan abarrotadas las tardes de viernes y sábado que resultaba prácticamente imposible acercarse a ver los conciertos sorpresa de Lori Meyers y La M.O.D.A. en la Plaza del Trigo. Es necesario darle una vuelta al enfoque de esta programación diurna de cara al año que viene, quizás aprovechando más otros espacios de la ciudad.

También me parece una buena iniciativa incluir un escenario de humor, para pasarse de vez en cuando a echarse unas risas con los monólogos de humoristas que tanto lo petan en YouTube como Pantomima Full y Agustín Durán, entre muchos otros.

Y por último, decir que la fiesta de despedida con los conciertos del camping fue un poco decepcionante. Me quedé el domingo con la esperanza de que los grupos sorpresa fuesen especiales, y al final resultaron ser un par de bandas de pop comercial sin mucho interés (Taburete y Julieta 21, quizás a estos últimos los trajeron por la gracia de ser la 21ª edición del festival). Por suerte, la cosa acabó con final feliz gracias a Sexy Zebras, que cerraron definitivamente el Sonorama 2018 con un gran y muy movido concierto de rock en el que echar los restos, y en el que vi más pogos y gente saltando que en todos los anteriores conciertos del festival juntos.

En definitiva, y pese a los altibajos, fueron unos días muy divertidos en Aranda, con un programación muy variada y un ambiente en el que se respiraba un espíritu festivalero muy especial. Y además, en una ciudad con gran comida y vino.

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