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Son unos fascistas

Manuel Tirado Guevara
Manuel Tirado Guevara
Profesor de Lengua y Literatura y colaborador de varias revistas digitales.
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análisis

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Vuelven los fachas con más fuerza que nunca. Bueno, en realidad nunca se fueron, sino que últimamente salen del armario en cantidades ingentes. Toreros que se cuelgan en público una bandera del aguilucho, políticos cargando un féretro mientras a su lado se entona el Cara al Sol, gente gritando como loca a la policía “a por ellos”, supuestos demócratas compartiendo manifestaciones con “Hazte Oír” o con Falange… Lo dicho, se normaliza el fascismo y después nos encontramos con situaciones como la que ha denunciado un conocido medio de comunicación en estos días, que se hacía eco de las conversaciones de un chat de policías locales de Madrid en las que se amenazaba a la alcaldesa y a ciertos periodistas y donde se proferían loas a Hitler y frases contra los inmigrantes que, os lo juro, me preocuparon bastante.

Sobre todo me preocupó el hecho de que fueran miembros de los cuerpos de seguridad del estado, personas que llevan armas y pueden ejercer la fuerza sobre los demás, los que fueran los protagonistas de estas conversaciones. ¡Ojo!… Que nadie se confunda y trate de criminalizar a todo un cuerpo de policía por las conversaciones de cuatro locos y extremistas, pero también hay que preocuparse y tomar medidas para que estos indeseables no vuelvan a ponerse nunca más el uniforme.

El gran problema y es lo que me viene royendo el seso desde hace mucho tiempo es que los fachas en nuestro país cada vez se sienten más legitimados a expresar en público lo que hasta ahora no se atrevían a decir en voz alta. Y es que ahora parece se sienten más fuertes. Se ven impunes y a la vez refrendados por una parte de la sociedad y por algunos sectores de la prensa y la política española.

Podríamos pensar que estas conversaciones de wasap de los policías locales son bromas en un chat de compañeros de trabajo, que son pamplinas dichas en un entorno privado y que las frases proferidas, las amenazas contra la alcaldesa de Madrid, contra Ana Pastor, contra los inmigrantes y los “progres que los apoyan”, son poca cosa. Pero lo cierto es que estos señores, que repito no representan al cuerpo, no tienen un trabajo cualquiera, sino que se tienen que dedicar a proteger a los demás y con estas ideas me da a mí que en vez de a proteger y servir, lo que están dispuestos es a pisar cabezas de moros y a cortarle la coleta a algún “progre de mierda”.

Estos señores del chat de los polis de Madrid son unos locos y unos idiotas, pero también hay que llamarlos por su nombre: nazis. Lo que ahora me gustaría es que los mismos medios de comunicación y los políticos que han pregonado la mano dura con quien se salta las leyes actúen en consecuencia con esta gentuza y veamos a estos impresentables despedidos o inhabilitados. Nada de blanquear el fascismo, nada de sepulcros blanqueados. Hay que quitar la podredumbre de en medio sin ningún tipo dudas ni medias tintas.

Desgraciadamente tenemos que comprobar cómo algunos sindicatos han respondido lamentablemente ante los hechos y en vez de condenar con contundencia los comentarios racistas y fascistas de estos policías se ha limitado a culpabilizar a la persona que los ha denunciado, que no ha hecho otra cosa que dar a la luz comentarios muy graves que posiblemente podrían ser delito. Pero así parece que es España, donde los que denuncian parecen ser los culpables en vez de los que cometen el delito. ¿Os suena?

En un país donde se nos puede meter en la cárcel por retuitear un mensaje delictivo o que por una canción de protesta un rapero pueda ser condenado, lo mínimo es que el rasero de medir sea igual para todos. Pero desgraciadamente eso sabemos que aquí en España no pasa. Aquí vas al talego por escamotear 70 euros y te votan con mayoría absoluta si te has forrado y ganado campañas electorales a base de sobres de dinero negro. Somos así.

Pero volviendo al tema que nos ocupa. El caso del chat de los policías de Madrid es un mal heredado desde hace mucho tiempo en nuestro país y que por desgracia no hemos sabido superar y es que gracias a la impunidad de torturadores y asesinos de la época franquista (léase Billy ‘El niño’ o personajes de esta calaña) que se han ido de rositas sin pagar por sus crímenes, hoy tenemos las manadas facciosas gritando orgullosas a los cuatro vientos lo que en cualquier país democrático que se precie sería perseguido por la ley.

El problema es el de siempre. No terminamos los deberes en el 78. Franco murió un 20 de noviembre de 1975 pero el franquismo sociológico, sus seguidores, siguen entre nosotros y lo malo es que algunos (muchos diría yo) ocupan puestos de poder y son los que alientan a estas hordas de fanáticos que cada vez se esconden menos. Y eso es lo que más miedo me produce.

 

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