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Solos en la madrugada

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análisis

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Mientras seguía ayer el desarrollo de la jornada electoral andaluza a través de la prensa, las redes sociales y los maratonianos debates televisivos, trataba de dar también con un nombre para esta columna de opinión semanal que hoy estreno en Diario16. Aunque habitualmente estará consagrada a cuestiones culturales, es obvio que ni el cine, ni los museos, ni el premio Planeta o el último montaje del Falstaff de Verdi en el Teatro Real escapan de un modo u otro a la vida política. Porque después de todo vivimos en sociedad y somos, nos guste o no, animales políticos. Aunque eso para muchos sea un fastidio.

Sin duda uno de los datos más significativos de la jornada electoral fue la baja participación, preocupante y alarmante por diversos motivos, desde el largo historial de corrupción de unos a la actitud abiertamente fascista de otros. Pero sobre todo, alarmante y preocupante porque pone de manifiesto que casi la mitad de los andaluces que goza del derecho a votar a sus dirigentes, consideró ayer que la vida política no era cosa suya, que los políticos son todos unos sinvergüenzas y que con su pan se lo coman, que el Alavés jugaba contra el Sevilla, que había nueva temporada de Narcos para ver y debate candente de Gran Hermano VIP. Como cuando hay junta de vecinos pero no bajamos porque no hay quien aguante a la del tercero izquierda. Pero cuidado, porque si luego se decide pintar la fachada de rosa palo no hay lugar a quejas, nos lo tendremos que comer con patatas. Aunque ese sistema imperfecto que es la democracia garantiza los derechos de sus ciudadanos aunque estos, inexplicablemente, renuncien a cumplir la más básica de sus obligaciones cívicas: participar con su voto.

Por alguna razón ese detalle de la baja -dramática- participación me hizo recordar la película que había revisado la noche anterior: Solos en la madrugada, aquella sonata de amor y agradecimiento de José Luis Garci a los profesionales de la radio. La película recoge, entre otras cosas, lo que supuso la noticia de la legalización del Partido Comunista aquel Sábado Santo de 1977. Mucha gente salió a la calle entonces para celebrar el anuncio de que la democracia española realmente empezaba a tomar forma, que se podían hacer cosas; que de hecho, se estaban haciendo.

41 años después, mucha de esa gente que celebró y participó de esa fiesta democrática, que debatía -no pontificaba- sobre política en el café de la mañana, que tomaba las calles para reclamar estatutos de autonomía y amnistías políticas; mucha de esa gente, decía, sus hijos y sus nietos, piensan cuatro décadas después que su voto no sirve para cambiar nada, y que además no hay otra cosa que se pueda hacer.

Cantaban los Pekes en los primeros sesenta: “Total, ¿para qué / te vas a preocupar? / Las cosas como vienen / Las tienes que tomar”. Y en eso están hoy muchos españoles. Ya pondrá soluciones “quien corresponda”, como si el político fuera un ser etéreo. Así que mejor quedarse en casa y verlas venir. Porque aún tienen casa, claro, y televisor y paquete de programación televisiva. Porque mientras haya zanahoria, el burro sigue andando, y eso es algo que esta sociedad -la occidental, la capitalista para más señas- ha aprendido bien: mientras una persona tenga techo y teléfono móvil tendrá miedo a perder algo. Y entonces será fácil de controlar.

Pero ojo, porque empieza a haber gente que sí que está perdiendo sus hogares, que se está quitando la vida ante la falta de alternativas en una sociedad en la que los tribunales rectifican sin pudor al servicio del capital, una sociedad en la que ayer, de la nada, una formación política de extrema derecha se sintió, con razón, triunfadora de la jornada con doce escaños que no hubiera soñado en sus noches más placenteras.

Ante ese preocupante debut en las urnas recordaba anoche aquel texto de León Felipe, en el que evocaba un grito que le dejó “la voz parda de la ronquera (…) para prevenir a la majada, para soliviantar a los cabreros, para despertar al mundo: ¡Eh! ¡Que viene el lobo! ¡Que viene el lobo! ¡Que viene el lobo…!” Pues ahí están esos refulgentes doce escaños de Vox, por encima incluso de la euforia de Moreno y Marín.

Sentados en sus sillas, sillones, tresillos, mecedoras y descalzadoras, ese 41,35 por ciento de los andaluces –que son muchos andaluces- que decidió quedarse en casa por desidia ante la corrupción de la izquierda, ante la pérdida de esperanza, ante la falta de cambios, seguro que ahora sí que podrá observar novedades durante los próximos cuatro años. Esperemos que no demasiadas. Porque me da a mí que no van a ser de su gusto. Pero ya sabemos que eso es lo que tiene cuando no se participa: que toca ‘achantar la mui’. Hasta que nos quede claro de una vez que los políticos no son nada sin el pueblo, y que el pueblo sin conciencia política está condenado a ser inevitable y vergonzosamente manipulado. Cada vez más doblegado. Cada vez más solos en la madrugada. Aunque parezca que luce el sol.

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1 COMENTARIO

  1. Todos somos, en mayor o menor medida, responsables de lo que está pasando en Andalucía, viendo lo sucedido recientemente, en España y a nivel planetario. Responsables cuando por acción, votando y/o apoyando a los criminales que nos gobiernan, o por inacción, nos abstenemos y/o no apoyamos opciones decentes, etc.…. Somos responsables cuando defendemos y/o nos mantenemos inactivos, con el discurso de que los emigrantes son el enemigo. No es posible, ni siquiera pensar, que los que huyen de guerras, de hambres, de maltratos, etc.…, son los culpables de lo malo que nos pasa o nos puede pasar. Los responsables de eso somos todos los que de alguna manera hemos permitido que esos lugares terribles, donde ocurren esas atrocidades, de las que huyen, lógicamente, estos emigrantes. Somos responsables porque de una manera u otra hemos permitido que nos gobiernen criminales que para su mayor enriquecimiento han masacrados países y territorios provocando guerras, hambrunas y demás atrocidades de las que huyen estos seres humanos como haríamos cualquiera de nosotros en esas condiciones.
    Responsables los medios de comunicación cuando han demonizado a PODEMOS, la única fuerza política que denuncia a los verdaderos culpables y que está intentando que las cosas marchen hacia un mundo más decente

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