Que los tiempos cambian es una obviedad de tal calibre que casi es innecesario mencionarlo. Sin embargo, esos cambios pueden ser a mejor o a peor, pueden afectar de una manera o de otra a personas, instituciones u organizaciones. Eso es lo que le está ocurriendo a la socialdemocracia europea y, sobre todo, al PSOE.

El tan atacado capitalismo también tuvo su lado humano, aunque no lo crean. Fueron los años en los que en Europa, tras el desastre de la II Guerra Mundial, se llegó al acuerdo tácito de implantar un Estado del Bienestar donde parte de los beneficios de ese capitalismo estuviera destinado a dar a los ciudadanos una sanidad universal, una educación pública y unos derechos sobre los que se asentara la dignidad mínima de las personas. Una gran parte de la responsabilidad de esa implantación del Estado Social fue de los partidos socialistas o socialdemócratas europeos. Cada país lo implementó dentro de sus posibilidades. Evidentemente, en España, donde gobernaba uno de los dictadores más despiadados de la Historia de la Humanidad, hubo que esperar a que Franco muriera para que los españoles pudieran disfrutar de esos derechos contenidos en la Declaración de Derechos Humanos de la ONU. Y fue el Partido Socialista el que, tras alcanzar el poder en 1982, llevó a efecto lo que declaraba la Constitución de 1978 como derechos inalienables de los españoles.

En España hubo que esperar a que Franco muriera para que los españoles pudieran disfrutar de esos derechos contenidos en la Declaración de Derechos Humanos de la ONU

Había circunstancias que hacían que ese Estado del Bienestar se nutriera de los beneficio del capitalismo, del mismo modo en que la socialdemocracia era fundamental en el desarrollo democrático y social de las naciones. Por un lado había que contraponer una sociedad basada en las libertades a las dictaduras de corte estalinista. Por otro lado el propio capitalismo precisaba generar un bienestar que aumentara el consumo y la producción, lo que incrementaría los beneficios. Era un sistema basado en un círculo donde a mayor consumo, mayor producción, lo que generaría un mayor beneficio que se invertiría, a través de la imposición fiscal, en mejorar el Estado del Bienestar. Hay economistas y politólogos que achacan a la caída del Muro de Berlín y de los regímenes estalinistas la ruptura de ese equilibrio y la conversión de ese capitalismo productivo en un sistema especulativo salvaje donde lo único que se valora es el beneficio neto, por encima de lo que sea. Si a esto le unimos la llegada al poder de formaciones políticas que basan su ideología económica en el neoliberalismo y que tienen como ejemplo de gobierno a personajes tan siniestros como Ronald Reagan, George Bush o Margaret Thatcher y que no creen en el Estado del Bienestar, tenemos un cóctel molotov lanzado directamente hacia los derechos fundamentales de la ciudadanía.

Los poderes económicos, los mercados y sus aliados políticos han logrado imponer su visión mercantilista. Ahora no prima la política, sino la economía, la especulación y la rentabilidad, cosa que es incompatible con el respeto a la dignidad y los derechos de las personas, sobre todo la búsqueda de rentabilidad en las cuentas de los Estados. De ahí que lancen constantemente el mensaje de que el Estado del Bienestar es muy caro y que es mejor que lo gestionen entes privados.

El Estado del Bienestar es muy caro y que es mejor que lo gestionen entes privados

Este cambio del sistema capitalista ha descolocado totalmente a la socialdemocracia europea y al socialismo español. Hasta ahora, los partidos socialistas o socialdemócratas eran el garante de la estabilidad de los Estados y del respeto por los Derechos Humanos. Los gobiernos socialistas garantizaban que el Estado del Bienestar que ellos habían implementado en sus respectivos países no se iba a destruir frente a las oleadas destructoras de la derecha. No es casual que la calidad del Estado Social siempre baja cuando gobiernan los partidos democratacristianos, liberales, neoliberales, conservadores o neofascistas y que, una vez que pierden el poder, los socialdemócratas tienen que reconstruir lo que se ha destruido en base a intereses económicos e ideológicos.

los socialdemócratas tienen que reconstruir lo que se ha destruido en base a intereses económicos e ideológicos

La crisis actual ha hecho que la ciudadanía despierte y reclame lo que desde los mercados y los partidos conservadores les quieren arrebatar, lo que les corresponde por derecho. La pérdida de calidad en los servicios básicos o la eliminación de algunos en base a recortar el gasto público para que sea rentable han dejado totalmente descolocado y fuera de lugar a los partidos socialistas y socialdemócratas. El hecho de haber ocupado responsabilidades de poder provoca que sean muchas las voces que les culpa de la situación actual. En parte con razón, pero la mayor parte de las acusaciones recibidas son injustas o interesadas por aquellos que se arrogan ser la voz del pueblo sin haber siquiera explicado qué quieren hacer.

La socialdemocracia, tal y como la conocíamos hasta ahora, ha fracasado porque no se ha sabido adaptar a los nuevos tiempos del sistema capitalista. Los intentos de reciclarse han sido fallidos y trajeron más daño que beneficio. Personajes como Toni Blair o Manuel Valls son dañinos para el socialismo. El hecho de haber tenido responsabilidades de gobierno también provoca que las estrategias se vayan acercando más al centro político que hacia la izquierda. Tampoco ayuda mucho que los socialdemócratas alemanes pactaran con una de las responsables de la situación actual, sobre todo en el sur de Europa, para formar gobierno. Tampoco ayuda mucho que Manuel Valls haya propuesto una reforma laboral en Francia inspirada en la que tanto sufrimiento ha generado en España. Tampoco ayuda que Matteo Renzi haya aprobado una ley de uniones civiles en Italia totalmente descafeinada de sus planteamientos iniciales. Tampoco ayuda que Pedro Sánchez pacte primero con un partido conservador y con planteamientos económicos neoliberales en aras de una transversalidad que fue duramente criticada cuando fue adoptada por otros partidos antes que forzar pactos con el resto de fuerzas progresistas.

Ante la situación actual, ante este nuevo capitalismo basado en las ganancias rápidas, el enriquecimiento particular y la especulación salvaje por encima de todo, el camino que tienen que tomar los actuales partidos socialdemócratas y socialistas es el de la vuelta a los orígenes, la vuelta al socialismo, el retorno a la izquierda que jamás debieron dejar, independientemente de que hayan tenido o no responsabilidades de gobierno. Que el socialismo regrese a sus orígenes no quiere decir que haya que radicalizar el discurso o acercarse a las quimeras y leyendas en las que muchos recién llegados basan su discurso político. Es simple, el socialismo es priorizar las necesidades del pueblo por encima de todo y las propuestas y programas deben ir orientados hacia ello, por mucho que también haya que tener en cuenta las necesidades de los poderosos. Haber tenido ocasión de gobernar —cosa que otros no pueden decir por mucho que se presenten ante los ciudadanos como los poseedores del maná o del secreto de la inmortalidad— hace que los socialistas puedan aplicar el verdadero socialismo sin discriminar a las élites, tal y como plantean los mesías, siendo justos con todos y haciendo entender que la mejor inversión se encuentra en esa justicia social para todos, tanto para «los de abajo» y como para «los de arriba».

No sé si el secretario general del PSOE es carne o pescado

Si la socialdemocracia ha fracasado y el socialismo es la única solución para terminar con la injusticia y la dictadura económica de los mercados, ¿por qué el PSOE se sigue empeñando en continuar dentro del camino del fracaso? ¿Por qué Pedro Sánchez se empeña en no aplicar un programa verdaderamente socialista arropado por el resto de las fuerzas progresistas elegidas por la ciudadanía el 20 de diciembre? ¿Por qué somos socialistas los fines de semana y firmamos con la derecha un pacto absurdo que no hace más que alimentar la falsa sentencia del PSOE es un partido de derechas? Todas estas dudas vienen de que a día de hoy no sé si el secretario general del PSOE es carne o pescado. No me genera confianza quien dice hoy que con el PP no hay nada que pactar pero que se presentó en La Moncloa para ser protagonista de una de las fotos más vergonzosas de la historia de la democracia española. No me genera confianza quien en plena campaña electoral tildó a Albert Rivera y a su partido de «marca blanca del PP» y ahora tiene que ir de su mano incluso al cuarto de baño. No me genera confianza quien para reafirmar su liderazgo da pequeños golpes de estado en las federaciones territoriales de la mano de un secretario de organización que es un claro defensor de la división como medio para afirmar el liderazgo. ¿Qué camino seguirá Pedro Sánchez, el correcto o el fácil? El correcto es reafirmar el mensaje socialista puro, sin metiches socialdemócratas; seguir la línea marcada por Jeremy Corbin, por poner un ejemplo. El fácil es seguir con ese socialismo de «la puntita nada más», ese socialismo de bandazos que algunos como Valls o Renzi han dado en llamar «socialismo pragmático» que no es otra cosa que transmutarse en una especie de factoría del neoliberalismo. ¿Qué hará Pedro Sánchez, qué camino seguirá después de haber sido rechazado en su investidura? Esa es la pregunta pero la respuesta está flotando por nuestras cabezas y todos sabemos cuál será después de su apuesta clara por la transversalidad, es decir, lograr ser Presidente de un Gobierno sin vincularse directamente con ninguna ideología preconcebida, es decir, traicionando los principios fundamentales y el Programa Máximo del partido al que representa.

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