No significa ir armado con tanques y metralletas. Ni llevar puñales, ni pistolas, ni bombas, ni cuchillo alguno.

En un mundo que se rompe a pedazos, a marchas forzadas, cuando guerras, miseria y opresión nos ahogan más y más día a día, tenemos claro que, ser revolucionario es optar por el ser humano con todo lo que abarca la palabra. Me declaro revolucionaria.

¿Guerras?

Hay las de forma continuada, desde Turquía a México, desde Vietnam a Irak, Yemen, Ruanda, Golfo Pérsico, Pekín, Venezuela por nombrar algunos. Siempre, países influyentes, dotados de riqueza que atrae a los poderosos del Universo que arrebatan por las armas no importa el coste en vidas. Millones de muertos, Desplazados, Hambrientos. Asesinatos ante las pantallas de TV. Amenazas de bombas de expansión masiva. ¿Quiénes son los que matan y asesinan en nombre de…? Meditemos.

Muchos de nosotros somos Revolucionarios y, nuestra lucha sin cuartel y sin otras armas que la palabra y el encuentro, nos incita a exigir y lograr que a nadie le falte un cobijo donde vivir con sus allegados. Un trabajo que le permita darles de comer, vestirlos.

Los revolucionarios luchamos a pleno pulmón para que ningún niño se quede sin educación: Escuela gratuita. Universidad gratuita si su capacidad es alta. De lo contrario, somos revolucionarios para lograr que existan buenos Centros de Formación Profesional que les preparen para la vida.

Los revolucionarios clamamos y exigimos una Sanidad gratuita para todos,  así como cualquier tratado médico imprescindible que las personas necesiten, con Medicación incluida. Siempre, bajo estricto control de los profesionales de la medicina, que no pueden limitarse a una receta sino que, velaran por su restablecimiento y su regreso a la vida laboral.

Somos revolucionarios para protestar ante los agravios que infringen muchos-demasiados políticos y sus amigos y allegados, robando de las arcas públicas que nos pertenecen a todos. 

Tampoco estamos de acuerdo con sus sueldos millonarios, sus elevados Seguros de vida a por vida. A sus sobresueldos o, múltiples sueldos. Mientras que a los jubilados nos controlan 50 euros que pongamos en nuestra cuenta sin justificar, so pena de quedarnos sin pensión.

También nos preguntamos ¿por qué a las viudas cuando fallece el marido nos recortan lo que nos pertenecería como bien própio al fallecer nuestro esposo? Acaso, ¿la vivienda no sigue necesitando atención y mantenimiento? No podemos seguir sin comer, sin vestirnos, sin calzarnos. No pretendemos viajes, ni vacaciones, sí, vivir con dignidad ahora escurridiza o, tener la opción de poder comprar un coche utilitario para movernos cuando el viejo no puede seguir. Ahora, NO podemos.

Somos revolucionarios quienes, pudiendo tener prebendas, hemos decidido ser pueblo raso, con la única libertad-salvedad de opinar, aunque seamos mal considerados y, tal vez, ridiculizados.

Somos revolucionarios, porque no nos gusta comulgar con las ruedas de molino que, Sus Señorías nos pretenden acallar.

Somos pueblo junto al pueblo, clamamos por la injusticia y la desigualdad de oportunidades, de derechos, de obligaciones, de alcurnias.

Somos revolucionarios contra aquellos que quieren apoderarse del mundo, que nos pertenece a todos por igual, y dominar sus bienes cual si fueran suyos particulares: sus riquezas naturales, minas, agua, petróleo, selvas, mares y montañas.

Nuestra revolución es conseguir que todos los seres humanos del Planeta podamos vivir y morir de forma digna, sin fronteras, sin banderas, sin himnos nacionales, sin “caudillos” salvadores que, en el S XXI, siguen queriendo catequizarnos.

Quienes me conocen saben que, en muchas ocasiones hablo de la necesidad de poner una gran guillotina en la mejor plaza pública de grandes ciudades. Que se explique que, tal vez, según sea el pecado que alguien cometa, se pueda poner en marcha en aquella propia plaza. Seguro que los “bandoleros actuales” pensarían que sí se podría afilar y actuar…

 

 

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