Así titulaba quien esto escribe el artículo publicado con motivo del nombramiento de Carme Chacón como primera ministra de Defensa de la Historia de España. Era la utilización de la forma americana de demostrar disciplina ante un superior en las Fuerzas Armadas. En España, aunque no reglamentario, se podía utilizar en la ocasión por primera vez con él género femenino.

Todavía mantengo en la retina las imágenes de aquella mujer, menuda físicamente pero grandiosa de ánimo, con pocos años, tomando posesión de su cargo y pasando revista a las tropas en el patio del ministerio de Defensa en Madrid. En estado avanzado de embarazo, ordenó con energía al capitán que mandaba la línea que pronunciara las órdenes reglamentarias. Eran difíciles de asimilar esas imágenes ya entonces.

Más tarde, ya en el ministerio, dejó claro que ejercía la acción del mando. Se enfrentó a la “carcundia” que todavía campaba a sus anchas en algunos pasillos y despachos del ministerio. Implementó la reforma de la enseñanza militar puesta en marcha en el mandato anterior del también Gobierno socialista y se atrevió con temas muy “delicados” que precisamente por ello habían sido aparcados, como fueran las leyes de la carrera militar y la de derechos y deberes. Las asociaciones en el seno de la Fuerzas Armadas fueron reconocidas administrativamente durante su mandato.

Pero me van a permitir que ponga especial acento en una cuestión pendiente a la que se enfrentó. Se trataba del reconocimiento de la dignidad mantenida por los hombres de la Unión Militar Democrática (UMD) organización militar clandestina durante el franquismo y a la que los sucesivos gobiernos, del PP o del PSOE habían hundido en un pozo de silencio y olvido.

La iniciativa, con su consentimiento, comenzó en el Congreso y siguió en el Consejo de Ministro con una declaración institucional en la que se reconocía la labor de la UMD durante la transición. Pero Carme Chacón fue mucho más allá. En febrero de 2010 impuso, personalmente, la medalla al mérito militar a 14 procesados de esa organización a quienes se refirió como “los valiente militares de la “UMD»

Eso le iba a costar críticas y actitudes furibundas de esos cavernícolas que aún pululaban por el ministerio. Contó, eso si, con el apoyo del general Julio Rodríguez, entonces Jefe de Estado Mayor de la Defensa y con él se enfrentó a reproches y preguntas impertinentes, en privado, incluso dentro de su propio partido.

Rompió moldes Zapatero con su nombramiento y rompió moldes ella con su acción de mando en el ministerio. Esta vida, que es una estafa, nos ha estafado de nuevo a todos, a la familia que la quería y necesitaba, y a quienes la admirábamos, dentro o fuera de sus esquemas políticos, al privarnos de su presencia con tan solo 46 años de edad.

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