Se fue Enrique Laso

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El viernes 10 de agosto no pudo amanecer más sombrío, pues se ha ido a ese lugar del que nadie regresa, uno de los grandes entre grandes de la publicación Indie. No lo conocía personalmente, pero sí que había tenido contactos virtuales a través de las Redes Sociales (el universo de Enrique) y de la radio. Lo conocí, o mejor dicho, conocí su voz, en un programa de Carles Francino, donde me habían invitado para hablar de la “Generación Kindle”. Tenemos a alguien al otro lado, dijo el locutor, y enseguida entró en antena Enrique Laso. Su voz, y su apasionamiento a la hora de hablar de los autores autoeditados, era el indicativo más señalado de este pionero que nos mostró nuevas formas de publicar. Creador, inventor de mundos paralelos a través de una literatura de entretenimiento, Enrique era una sonrisa amplía en una red que se expande a la velocidad de la luz que alumbra a sus usuarios.

En el año 2016 se puso en contacto conmigo para ofrecerme su ayuda, acerca de unos problemas que había tenido y que aireé en mis perfiles de Facebook y Twitter. Si te puedo ayudar en algo, me escribió, no dudes en decírmelo. Me sorprendió que Enrique, al que no conocía, me hubiera enviado un mensaje ofreciéndome su ayuda, cuando lo normal es que los mensajes sean de apoyo y ánimo. Ahí comprendí que estaba contactando con un “grande” que había comprendido el funcionamiento de las Redes Sociales más allá de ese egocentrismo que nos suele caracterizar. La primera palabra que me vino a la cabeza fue: altruismo.

Pero no nos hemos quedado huérfanos, porque Enrique nos ha dejado docenas de novelas, traducidas a varios idiomas, y una cifra nada desdeñable de ebooks que corren por todas las aplicaciones de lectura posible. Para mí, y para muchos lectores, Enrique sigue siendo un referente de la autopublicación digital. Se fue como posiblemente vivió, como una persona llena de ilusiones. Les dejo con su último mensaje publicado en su cuenta de Facebook: «La muerte es, muy probablemente, el mejor invento de la vida». Esta frase la firma Steve Jobs.

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