No sé si llevan grandes, pares y juego, pero lo de Cataluña me da la sensación que no es un farol. Los tahúres se frotan las manos en los garitos. Durante mucho tiempo se ha jugado al discursito o a los silencios. Cada uno administraba los tiempos atendiendo más a las conveniencias partidarias que a lo esencial del asunto. Los de allí iban a lo suyo con su traca, traca. Los de acá a lo de nadie, a lo del limbo, que ya ni existe. Ahora son los hechos los que cantan. Y no pinta bien. Los líderes sin liderazgo, de argumento flojo y poco convincente, viven en el peripatetismo diletante de la perífrasis, tratando de aunar en una semántica pueril conceptos nada unívocos, inventando terminologías cada cual más errática. Debate más bien poco; si acaso declaraciones acá o acullá, que se pierden en las sutilezas gaseosas de si nación de naciones, plurinacionalismo, estado federal, federalismo asimétrico, federalismo cooperativo y un sinfín de lugares comunes poco o nada argumentados. Soluciones evanescentes que ven la realidad como quien la ve a través de una tela de tul en la distancia. Política de chicha y nabo. Lo que era sólido se ha desvanecido. El argumento se ha derretido en una retórica adiposa recalentada. Y mientras los unos y los otros perejilean las salsas de la nada, los de allí, los pergeñadores del ente estatal de nuevo cuño, denominado en los papeles y en las palabras como “República Catalana”, ya han puesto negro sobre blanco sus planes minuciosos. Ellos (los del norte de Tortosa), mientras los otros siguen a la luna de Valencia (o eso parece y quizá sea estrategia), ya han decidido qué dependencias del Estado, del que se quieren desgajar, hay que ocupar; saben, han pensado y lo tienen decidido que hay que hacerse en el momento preciso con comisarías de policía, casas de la guardia civil, cuarteles del poco ejército que allí queda y, por supuesto, las sedes de los medios de comunicación, en especial los directamente ligados al Estado central. De dinero no hablan, no les conviene, llevan las de perder, además de deber mucho a todos los de aquí. Falta el día D y la hora H. Lo mismo es el verano y yo esto me lo invento, como en otros veranos se resucitaba al monstruo del lago Ness. Tengo una cierta desazón. Frente a esto, lo que hay allí, ni encuentro un argumento ni un hecho, ni un liderazgo que aúne y reúna. Todo es pensamiento lábil y razonamiento difuso. No sé si esto es Serbia, Croacia y Montenegro. Pero nadie puede decir que estas cosas no pasan, pues han pasado y no hace tanto en Europa. No soy pesimista, pero creo que hay un buen lío. También soy optimista con los de allí, los del otro lado del Ebro, pues alguna vez tendrán que opinar los que pasan, los asustados, los coaccionados, los que sienten que la barretina es también parte de España. Ve más la solución en su voz y su expresión que en la de los cantamañanas. Los secesionistas son muchos y tienen altavoces, sin embargo no parece que sean la mayoría; ese es en esencia su gran problema allí y el principio de la solución para allí y para el conjunto. El cambio climático no debiera provocar que el gran iceberg de Cataluña se desgaje del casquete polar que es España. Pero no hay que ser tan frío con los hermanos. También es preciso que el gobierno de todos se gane de una vez el sueldo. Lo político no es menos importante que lo judicial, lo legal o lo administrativo, aunque lo olviden tanto. Espero que no desperdicien agosto en salvas retóricas y que de una vez se mojen en el mar de la realidad, en vez de arrimarse al sol de la bolsa que más calienta. El tiempo corre que vuela y se puede desenfrenar. Y no hay marcha atrás.

1 COMENTARIO

  1. «además de deber mucho a todos los de aquí». Qué risa el chiste.

    El discurso rimbombante de la «legalidad», la «libertad», la «justicia» y demás palabras grandiosas, no vale para ocultar la tremenda podredumbre que hay detrás de la postura españolista: se está prohibiendo ni más ni menos que un pueblo se pronuncie en unas urnas.

    Se están usando mil justificaciones legalistas, éticas y políticas para impedir que un pueblo decida su futuro. Los que se creen que están haciendo el papel de buenos no quieren que decida el pueblo. Es tan increíble y tan asqueroso que ya ni merece la pena comentarlo. La mayoría ha tragado tal desatino porque ya están acostumbrados a tragar de todo: corrupción, amiguismo, falsedades, mentiras, incumplimiento de promesas, mala educación, chulería, esperpentos de todo tipo, cobardía, etc. Es tal la cantidad de las inmundicias en este estercolero llamado España, que esta actitud del españolismo con Cataluña ya no escandaliza a casi nadie.

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