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Sahara

Jesús Ausín
Jesús Ausín
Pasé tarde por la universidad. De niño, soñaba con ser escritor o periodista. Ahora, tal y como está la profesión periodística prefiero ser un cuentista y un alma libre. En mi juventud jugué a ser comunista en un partido encorsetado que me hizo huir demasiado pronto. Militante comprometido durante veinticinco años en CC.OO, acabé aborreciendo el servilismo, la incoherencia y los caprichos de los fondos de formación. Siempre he sido un militante de lo social, sin formación. Tengo el defecto de no casarme con nadie y de decir las cosas tal y como las siento. Y como nunca he tenido la tentación de creerme infalible, nunca doy información. Sólo opinión. Si me equivoco rectifico. Soy un autodidacta de la vida y un eterno aprendiz de casi todo.
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análisis

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Cuando llegas con el todoterreno de ACNUR, lo primero que te llama la atención es que el campo de refugiados de Tinduf, no está hecho de tiendas de campaña, sino que está lleno de casas de adobe sembradas de forma irregular en medio de la nada. Todo lo que rodea el campamento es arena. Un paisaje marrón claro en el que las casas se camuflan como un camaleón. Sólo algunos techos de lona blanca de alguna de las organizaciones humanitarias instaladas allí, desentonan en la inmensa monotonía del paisaje. El cielo es de un azul raro y con demasiada frecuencia se vuelve oscuro por las innumerables tormentas de arena que sufren a lo largo del año.

Ihshan no pierde detalle de todo lo que le rodea. Sus ojos, abiertos como dos platos, observan con admiración el paisaje verde que rodea la autopista por la que nos dirigimos a casa. Hace una hora que bajó de un avión. Una hora en la que sólo ha abierto la boca para decirnos su nombre: Ihshan. Está muy cohibida y no nos extraña. A sus nueve años, sólo ha visto arena, sol, calor, condiciones inhumanas y mucha violencia. Ihshan habla perfectamente castellano y árabe. Y se defiende en inglés y francés. Otra cosa no, pero en el campamento en el que vive, la escuela es lo único que funciona. Porque aprender les sirve para soñar en una vida mejor. El colegio les enseña a salir adelante y a estar preparados para un futuro en el que el yugo marroquí sólo sea un mal recuerdo.

Pasamos por una zona de pinos y monte bajo y la niña abre aún más los ojos. No cree posible que tanta vegetación surja así de la nada.

Llegamos a casa. Le subimos la pequeña bolsa en la que trae sus escasas pertenencias. Nos dice que tiene sed y pregunta dónde está el cubo con el agua. Nos dirigimos al grifo de la cocina y al abrirlo se queda extasiada mirándolo. Se acerca, lo cierra, lo abre, lo vuelve a cerrar, lo vuelve a abrir,… Pregunta si siempre hay agua. Le decimos que sí. Nos dice que ellos casi no tienen en el desierto y que deben de reciclar toda la que usan.

Ahora Ihshan se ha quedado descansando en el salón. Mis hijos le enseñan cómo funciona la televisión. A la hora de cenar, en la mesa, no pone ningún problema con la comida. Y eso que suponemos que no está acostumbrada a nuestra cocina. Para empezar y por ser la primera noche, hemos hecho pescado a la plancha y una ensalada. Se lo ha comido todo sin rechistar.

Ya de mañana, Ihshan se ha levantado temprano. Como todos estábamos dormidos y para no molestar, se ha sentado en el salón a leer uno de los libros que le regalamos nada más bajar del avión. Nos hemos dado cuenta que acerca mucho el libro a los ojos, por lo que vamos a ir a la oftalmólogo a que la miren.

En la óptica le han detectado hipermetropía. Unas gafas corregirán este pequeño problema.  

Ihshan no ha dejado de llorar en todo el viaje de vuelta a Madrid. La niña que hace casi dos meses no hablaba y miraba todo con admiración y un poco de recelo, se ha convertido en un ángel caído del cielo. Una niña que nos ha dado todo su amor y sensibilidad y que nos ha contado las duras condiciones en las que vive allí en Tinduf, ahora no quiere volver a casa. No quiere retornar a las tormentas de arena, a la oscuridad de la noche en la que no pueden estudiar porque no hay luz eléctrica, a beber agua de un caldero pero sobre todo a temer por su vida, a ser violada o a ser maltratada sólo por ser mujer. Nos ha dicho que no quiere irse. Nosotros tampoco queremos que se vaya, pero no podemos quedárnosla porque arruinaríamos la vida de sus padres. Le hemos prometido que volverá el año que viene. No ha dejado de llorar pero nos ha prometido seguir estudiando para poder volver dos años más. Y si la cosa va bien, la acogeremos para que empiece aquí la universidad.

Han pasado unos cuantos años desde la primera vez que tuvimos a Ihshan en casa. Es una más de la familia. Sentada a mi lado en el todoterreno de ACNUR, vuelve con nosotros a Tinduf, ahora como directora de uno de los proyectos humanitarios de la Agencia de la ONU. Nos cuenta que, según las cartas recibidas de sus padres la situación ha ido empeorando año en año. Los jóvenes, hartos de estar en el desierto, de luchar contra la ocupación marroquí y de ver que estudiar en el extranjero para tener que volver allí y no poder trabajar porque en el Sahara no hay futuro, cada día abandonan más la escuela y se dedican al pillaje y a pasar las horas muertas sin hacer absolutamente nada. Marruecos está ganando una guerra que tenían perdida, pero que ante la inacción internacional, derrota psicológicamente a los jóvenes saharauis.

 


 

Sahara

 

Casi todos conocemos que la actual República Árabe Saharaui Democrática fue territorio colonizado español hasta 1976, justo después de que, con el eunuco cobarde postrado en la cama en estado de muerte inminente, su “hermano” marroquí Hasan II, iniciara una marcha en territorio saharaui que acabó con España abandonando a su suerte a ciudadanos españoles nacidos allí en el Sahara.

Lo que pocos saben es que el territorio conocido como la provincia española del Sahara Español, estaba en los planes de descolonización de la ONU desde 1960 (resolución 1542 de la Asamblea General de las Naciones Unidas, de 15 de diciembre). Una descolonización interrumpida justamente por la salida precipitada de España, que además de dejar en manos del sátrapa marroquí a miles de personas con carnet de identidad español, firmó unos vergonzosos acuerdos de cesión de la soberanía de los territorios a Marruecos y Mauritania. Acuerdos que no son válidos según el derecho internacional y que la propia ONU no reconoce, pero que Marruecos ha hecho oídos sordos controlando de facto el territorio a base de policías y sobre todo de introducir nuevos colonos marroquíes (estrategia israelí en Palestina).

Hace mucho que no se habla del tema, pero el muro que quiere construir Donald Trump entre México y USA (ya construido en parte por presidentes anteriores) no es una idea original americana. Marruecos ha construido seis muros en el Sahara Occidental para evitar que el Frente Polisario, organización que lucha por la independencia de la RASD, que proclamó la misma en 1976 y que reconocen más de ochenta países, no pueda luchar contra la ocupación militar marroquí.

La mayor parte del pueblo saharaui nativo, unas 160.000 personas, (no los nuevos colonos introducidos por Marruecos para expoliar los fosfatos y para intentar ganar el referéndum de autodeterminación prometido y nunca ejecutado), malviven en los cinco campamentos habilitados por los organismos internacionales de atención y cooperación: Bojador, Dajla, El Aaiún, Auserd y Smara.

Las noticias que nos llegan desde el Sahara Occidental, cada vez son más escasas. El silencio de los medios españoles está “comprado” por las políticas de los gobiernos de turno. Hasta hace no mucho, los intereses de los armadores de barcos pesqueros españoles (odiados en muchos lugares del mundo por su escasa conciencia medioambiental y su afán por arrasar con la pesca) eran asumidos por los gobiernos de España como propios, dejando de la mano del sátrapa marroquí el conflicto en el Sahara sin que España levantara ni una sola voz en contra en los organismos internacionales a los que pertenece. Hoy, los vergonzosos acuerdos sobre contención de la inmigración son la nueva moneda de cambio para que el nuevo sátrapa marroquí, que actualmente parece que gusta de residir en Francia, tenga al gobierno de turno de nuestro país callado en el asunto saharaui y mire para otro lado ante las constantes violaciones de los derechos humanos contra el pueblo saharaui.

El pasado viernes, mi amiga Ana, incansable viajera y activista comprometida, me enviaba dos whatsapps con la misma noticia. Una redactada desde la agencia EFE y La Vanguardia, y otra desde la perspectiva de quién sufre las agresiones y lo cuenta cómo puede y con los escasos medios que tiene en un periódico digital llamado Diarios de la Realidad Saharaui. Ambas contaban los disturbios acaecidos en la ciudad de El Aiún el pasado 28 de junio por la llegada del enviado de la ONU para el Sahara Occidental Horst Köhler a la ciudad ocupada. En la primera, como es típico en los medios españoles cuando quieren minimizar un problema, se establecían desde el plano de la igualdad agresiones mutuas entre la policía marroquí y los manifestantes, indicando que los saharauis, lanzaban piedras a la policía que éstos devolvían. Cualquiera puede observar lo absurdo de esta situación. En ningún país del mundo la policía, que porta porras, escopetas, pistolas, y otro tipo de armamentos se va a dedicar a devolver las pedradas cuando puede responder con las porras, los gases lacrimógenos y las pelotas de goma.

En los Diarios de la Realidad Saharauis, se contaba sin embargo, las agresiones gratuitas sufridas por los manifestantes, entre otros la del Premio Rafto de los Derechos Humanos Noruegos Mohamed Dadach (no creo que los noruegos le den un premio de DDHH a un violento), agresiones que produjeron más de 100 heridos.

Todos sabemos cómo funciona la policía en países como en Marruecos dónde las libertades son una quimera. Un país con conflictos con cualquiera que pida libertades, como lo acaecido en el Rif en octubre del 16, dónde la policía mató a un vendedor de pescado que protestó que le confiscaran la mercancía. Conflictos que, como en Cataluña, la corte suprema de Casablanca ha acabado sentenciando numerosas penas de prisión por rebelión.

El rey marroquí no es nuestro hermano, a pesar de lo que diga el rey español. Nuestros hermanos son los saharauis que necesitan apoyo para que su lucha sea efectiva en las organizaciones internacionales. Marruecos ha ocupado ilegalmente el Sahara Occidental y España no puede permanecer callada.

Son los conflictos de países como Marruecos los que provocan que las personas tengan que huir de sus hogares y buscarse la vida en el primer mundo. Ayudando a establecer la justicia social en el mal llamado tercer mundo, estamos poniendo nuestro grano de arena contra los movimientos migratorios desamparados y contra los piratas que viven de la inmigración.

 

Salud, república y más escuelas.

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3 COMENTARIOS

  1. Se te ha olvidado hablar de las más de cincuenta mujeres saharahuis -algunas españolas de nacionalidad- secuestradas por sus familias, con el visto bueno del Polisario.

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