Sadiel Mederos

Piel negra

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Medio siglo de la España reciente es mi edad vital, ese tiempo y haber nacido en una ciudad que no había salido de siglo XIX en algunos de sus rincones me ha posibilitado una formación cruel pero singular… muy extraña, porque me ha permitido eclosionar desde la vetusta nación soñada por Menéndez Pelayo hasta la horterada ramplona (y kitsch) del ochentismo pop. Iba a decir que en mi ciudad, encantadoramente paleta, no veíamos extranjeros salvo los que llegaban en barcos industriales y que apenas salían de un recorrido que terminaba siempre en la misma calle. Las primeras veces que vimos a un norteafricano con su chilaba: la gente lo miraba como a actor de alguna película extraña cuyo guion no era el de la ciudad.

Mucho mayor habría de ser la sorpresa ante la piel negra; recuerdo, en esa ciudad andaluza de finales de los 70, a los niños arremolinados como insectos en torno a un señor negro que se reía extrañado por lo extrañado de la chiquillería; un hombre, una mujer negros eran una rareza que despertaban una curiosidad parecida a la de ver un Mercedes o un deportivo, no era racismo ni cosificación, eso iba por otra parte y no era simpático, era la rareza de lo desconocido y la sorpresa de ver en el mundo lo real lo visto sólo por la pantalla mágica del cine o la televisión. En mí anidó ese misterio de la piel negra y siempre he mirado con pasión los cuerpos oscuros de hombre o mujer con esa fibrosidad que no encontramos en la musculatura blanca, esa grandiosidad no de volumen sino, quizá, de contraste pictórico que generan sus formas contra el telón de luz de la vida.

Pura estética, por favor, que nadie tuerza la idea, por eso quizá la fotografía en blanco y negro sea tan idónea para exaltar la belleza expresa de estas formas corporales. Por rebotes geográficos me manda una muestra de su trabajo Sadiel Mederos Bermúdez (SadielMeBe), un joven fotógrafo cubano que juega con estos elementos en un lugar del planeta en el que la negritud es hábito y seña, aunque ya no sorprenda en casi ninguna parte. “Miro directo al espíritu humano, con su blanco y negro insondable”, dice.

Con el título ISLA-S inaugura el 14 de noviembre en Trinidad (Cuba) una serie de fotografías con el protagonismo de un cuerpo humano, y creo ver a una misma mujer todo el tiempo porque hay una ambigüedad calculada en ellas; esta serie es como la observación científica de un planeta recién descubierto, escudriñando cada rincón, perspectiva u ofrecimiento. El juego es hermoso y clásico: fundir el cuerpo con el paisaje, aunque lo llamativo sea haber convertido ese paisaje en un agua surreal, lisa, muerta, como de sueño metálico en el que emergen formas a lo Magritte y pieles a lo Mapplethorpe, por un lado el ensoñamiento metafísico y por otro la física del sueño violento, el espíritu y el cuerpo, el deseo y la sensualidad.

“Este lugar no existe”

El paso más allá que da Sadiel Mederos es deformar lo real con el acercamiento, hacer de un trozo de cuerpo una realidad nueva que casi no apela a su origen para crear así un mundo nuevo, una isla nueva.

“Sima”
“Territorio privado”

Me gusta especialmente cómo el autor resalta las superficies de los objetos-pieles o del trasfondo reconvertido en plano geométrico. Tiene la fotografía en blanco y negro esa capacidad de alterar su literalidad para multiplicar sus significados, como si las imágenes se nos ofrecieran por capas que pudiéramos desvelar hasta llegar a algo que no es lo que se ve… ISLA-S, dice Mederos, “Es la personificación de un lugar […]. Lugares-experiencias transpirados por el cuerpo en su aislamiento”, y en esa soledad del cuerpo contra el plano adquiere ese rol diferente…

“Límites”

Hay una tristeza de fondo en la fotografía de Sadiel Mederos, son retratos humanos en los que lo cotidiano ha desaparecido para elevar lo desnudo y, en esa simplicidad fruto de la búsqueda, emerge la angustia de la certidumbre, de la limitación, de la fragilidad humana frente a la potencia divina de la Belleza, de lo diario frente a la perfección…

Como en Richard Avedon, el citado Robert Mappelthorpe, Dorothe Lange o Diane Arbus, nombres que surgen inmediatamente en la conversación con este artista cubano, la fotografía de Sadiel Mederos Bermúdez trasciende lo reproducido para evocar las causas, su trabajo de documentalista experimentado se enriquece con su visión de pintor maestro en la composición, un trabajo realmente meritorio y de futuro… de placer visual.

“Premonición del final”

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