Rosario, “La dinamitera”

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La Libertad se escribe en femenino, aunque durante mucho tiempo, a veces hoy en día, la Libertad y la lucha por su consecución se “escribía” solo en masculino.

Esta semana, en el aniversario de su fallecimiento (17-4-2008) y de su nacimiento (21-4-1919), recordaremos a una mujer que como ella misma declaraba orgullosa: “Yo luché en una época en la que las mujeres no luchaban. No salían de sus casas”. ROSARIO SANCHEZ MORA, conocida como “LA DINAMITERA”

Comenzaba la guerra civil, y Rosario, una costurera hija de carpintero, con solo 17 años tenía muy claro que debía participar activamente en la defensa de Madrid.

Engaño a su familia para unirse a las Juventud Socialista Unida, siendo una de las primeras mujeres en alistarse en las milicias populares. Partió hacia los puertos de Somosierra para defender Madrid y a la Republica de las filas de la derecha que avanzaban desde el norte. Rosario formó parte del Quinto Regimiento en la brigada de Valentín González “El Campesino”. Combatió ¡como uno más! en primera línea con un mosquetón que pesaba siete kilos. Semanas después fue destinada a la sección de dinamiteros, fabricando bombas caseras

El 15 de septiembre de 1936, perdió su mano derecha al confeccionar una granada de mano. Estando ingresada la visitó José Ortega y Gasset al conocer la historia de la jóven. Al salir del hospital, Rosario volvió al frente de Madrid como una heroína siendo destinada al Comité de Agitación y Propaganda.

El Comandante le consiguió un trabajo en la centralita de su cuartel general. Allí conoció al entonces soldado Miguel Hernández, que le dedicaría un poema “Rosario dinamitera” incluido en su libro “vientos del pueblo” convirtiéndola en uno de los símbolos de la milicia.

Rosario, dinamitera / sobre tu mano bonita / celaba la dinamita / sus atributos de fiera. / Nadie al mirarla creyera / que había en su corazón /una desesperación / de cristales, de metralla /ansiosa de una batalla, / sedienta de una explosión. / Era tu mano derecha, /capaz de fundir leones, /la flor de las municiones /y el anhelo de la mecha (…)/ ¡Bien conoció el enemigo /la mano de esta doncella, / que hoy no es mano porque de ella, / que ni un solo dedo agita,/ se prendó la dinamita / y la convirtió en estrella!

Después actuó como jefa de carteros, con la categoría de sargento, entregando correo a la línea del frente.

Se casó civilmente con Francisco, sargento de su división, con el que solo pudo compartir una breve luna de miel en la que quedó embarazada. El marcharía al frente de Tudela y Rosario, con 19 años y estando embarazada trabajó con la “La Pasionaria” reclutando mujeres para la milicia.

Con la caída de Madrid en marzo 1939, Rosario huye a Alicante dejando a su bebe con la esposa de su padre. Es apresada en un campo de internamiento, allí su padre “desapareció” como otro más de las ejecuciones no registradas de la posguerra.

Condenada a 30 años cumplió solo tres. La casualidad quiso que saliera de cárcel el mismo día que moría Miguel Hernández, el que había sido comisario cultural de su brigada. Por su paso por la cárcel Rosario cuenta “aprendimos a ser mejores personas en la cárcel”, la dureza de la cárcel acrecentó la solidaridad que ya existía en las trincheras.

Al salir de la cárcel, llevaba 15 años sin ver a su marido, Franco había anulado los matrimonios civiles y su marido se había casado con otra mujer. Ella quedó como madre soltera. Con el tiempo se volvió a casar, pero se separó a los dos años.

Sola y con dos hijas sobrevivió a la posguerra vendiendo alimentos que introducían de contrabando desde el campo, después vendiendo tabaco y cigarrillos por las calles de Madrid. Con el tiempo pudo abrir el pequeño comercio en Vallecas que regento hasta su jubilación.

Nunca dejo su lucha por la libertad, durante el franquismo distribuía clandestinamente las noticas sindicales y de izquierda y mantuvo su lucha por los derechos sindicales y políticos.

Rosario falleció a los 88 años el 17 de abril 2008, sus restos moran en el Jardín de la Libertad que es el Cementerio Civil de Madrid. A su entierro acudieron un centenar de personas, en un día que hasta el triste cielo lluvioso paró para permitir que las banderas republicanas hondearan libres, emulando a la propia Rosario.

Rosario, en su lucha perdió una mano “No me importó. Iba dispuesta a perder la vida”.

A otros les arrebataron la vida, incluso a algunos su último resto corporal: sus restos en cunetas. Es necesario recordar, no para vengar, sino para devolver la dignidad y no repetir.

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