Buenafuente en su programa de televisión suelta chistes sobre la boda de Risto con su novia bloguera, a la que le saca unos cuantazos de años. Risto se enfada y escribe un artículo. Andreu se sorprende y escribe otro. Risto le responde.

Al parecer no se deberían hacer chistes sobre la diferencia de edad entre las parejas, así a bote pronto, según Risto. Un tema que no ayuda a normalizar esta situación, igual que los chistes de maricas ya no se hacen o no deberían hacerse. ¡Si Papuchi levantara la cabeza! ¡Si Bertín Osborne le dejara a Arévalo levantar la cabeza!… Ahora lo que se lleva es que un marica cuestione la heterosexualidad de los demás, no pasa nada. Normalizar.

El humor es un mecanismo ficticio que entretiene y ayuda a mucha gente, sobre todo a los que no tienen pasta. Pensar que el chiste sobre un personaje es un ataque hacia la persona que hay detrás, o más aún, hacia un colectivo, es simplemente no pensar. ¡Niego la mayor! (me encanta esta expresión, rancia, pero encantadora).

Zumbar está muy bien, me refiero al sexo. Y eso lo hace uno con quien quiere. Con el amor pasa lo mismo y con la Renta “apachas” también.

La raíz de todo esto, Risto, está en que verte humillar a pipiolos que quieren ser estrellas de la música, ser borde con los compañeros de God Talent (¡me encanta ponerlo así, “God Talent”!) o ir de filósofo, sin saber si es o no personaje hace muy gracioso que luego te pongas cursi, quinceañero y meloso. Ese contraste es muy gracioso. Quizá no lo veas, pero lo es. Me consta que eres un sol de persona (esto va sin ironía, que hay que aclararlo todo).

Papuchi, con aquella señora negra despampanante (he dicho negra, en fin), también era gracioso, en el fondo por la envidia que generaba, pero fundamentalmente por el contraste y la sorpresa, que es donde radica el humor. Su hijo Julito es nuestro follador particular (y lo sabes) y a Miranda, la persona que comparte su vida con él desde hace muchos años, no la hemos escuchado decir ni “esta polla es mía”, quizá un “this cock is mine”, que puedes decirlo en mitad de La Latina, de vinos, y no pasa nada.

Al mundo, así en general, le sorprende ver a Risto cogido de la mano y declarando su amor como si fuera un cantautor burgués que apenas sabe tocar

la guitarra pero que la que tiene es muy cara. Pero en el fondo es envidia, es la envidia de zumbar, está clarísimo.

Los guionistas se pasan horas dando a la neurona y a la tecla. Revisando, reescribiendo lo que ya creen que es bueno y probando texto por las noches en algún local de Malasaña (si eres así más moderno) o de Entrevías (si le das a todo) para su otro trabajo con el stand up comedy (Lenny Bruce, Ignatius y esas cosas que consumimos en la intimidad). Y tantas horas con esto te quita horas de zumbar, esto es así. Por eso brotan esos chistes que tanto te hacen sufrir. Por envidia. No sufras Risto, zumba. Que ya vamos siendo viejunos.

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