En cierto modo se nos está trasmitiendo la idea de que votar mucho es malo, que es un fracaso y que es un poco ridículo.

Puede ser verdad que la imagen de España no gane enteros cuando seguimos sin Gobierno después de más de 200 días, pero tampoco es que la reputación del Reino Unido esté en su punto máximo tras haber elegido el suyo en tiempo récord.

No soy capaz de saber si es mejor tener uno malo pronto o uno bueno nunca.

Como en todo hay un punto medio y sobre todo la importancia de fijar bien las responsabilidades.

El problema no es que tengamos que ir a votar dos, tres o cuatro veces porque para eso estamos los ciudadanos y por eso funciona la democracia. Muy al contrario de lo que muchos afirman estos días, la realidad es que poder estar tanto tiempo sin gobierno y que todo siga funcionando razonablemente bien es síntoma de democracia muy madura.

Podemos estar más que orgullosos de que ante la incapacidad de formar gobierno la respuesta sea más elecciones y más democracia. Es algo inédito en nuestra historia marcada por golpes y levantamientos con la menor de las excusas.

Flaco favor nos hacemos si caemos en la trampa de indignarnos por lo que cuestan unas elecciones -es sin duda más caro no tenerlas- o por la pereza de tener un volver a ir a las urnas cuando tantos han muerto soñando poder hacerlo al menos una vez en su vida.

Lo que sí es ridículo es tener a unos dirigentes incapaces de llegar a acuerdos y negados para la dimisión. Desde fuera no se nos mira a los ciudadanos como responsables, más bien como sufridores.

Incluso si se evitan las terceras elecciones por un cambio de última hora no habrá sido por la capacidad de llegar a acuerdos sino por el cálculo electoral interno de alguno de los dirigentes.

Ese «por España» que tanto invocan probablemente mejoraría y nos haría sentir a todos más orgullosos si hubiera una responsabilidad directa y se marcharan rápido aquellos políticos que no demuestren capacidad de acuerdo -o de ganar ampliamente unas elecciones si me apuran-.

Lo que es ridículo no es llegar a unas terceras elecciones, es llegar a ellas con los mismos candidatos.

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