Una vez más las encuestas se equivocaron y lo hicieron de manera estrepitosa, ni hubo ‘sorpasso’ ni el PP se estrelló en unas segundas citas con las urnas que sirvieron para que los roles de vencedores y vencidos cambiasen en un abrir y cerrar de ojos según avanzaba el escrutinio en nuestro país.

Y es que la noche del 26J dejó varios análisis en el dibujo electoral de estos comicios, por un lado el de la resurrección de un bipartidismo que muchos daban por muerto con la entrada en la escena política española de otros nuevos invitados como Podemos y Ciudadanos, un hecho este que no viene más que a certificar que el espectro sociopolítico de la ciudadanía española en su mayoría ha buscado en estas elecciones ante todo la estabilidad para un país necesitado de apuestas seguras en un tiempo complejo de retos y desafíos.

Así, parece que el argumentario  de ruptura con la “casta”   de Unidos Podemos defendido por el mesiánico Iglesias y las propuestas de la marca blanca del PP en formato naranja no sólo no calaron en el electorado de nuestro país, sino que además tuvieron un fuerte rechazo en unas urnas donde Podemos se dejó ayer un 1,2 millones y Ciudadanos 400.000 votos con respecto a las elecciones del pasado 20 de diciembre.  Con todo ello, parece que la muerte del bipartidismo tan repetida en  los últimos meses, no era tal, máxime cuando el partido con mayor crecimiento en votos y escaños no es otro que el Partido Popular.

Pero la victoria del Partido Popular en estas elecciones, terceras ganadas por un Mariano Rajoy más vivo que nunca con su estrategia a la “gallega” de no hacer nada dejando que los demás se erosionen, no pueden analizarse sin el estudio de una de sus mayores aliadas para semejante resultado, la fragmentación de la izquierda, esa aquejada de la condenada a la permanente oposición desde la entrada en la escena política de un nuevo partido como Podemos que ha logrado ocupar una importante parte del espacio electoral y político que hasta ahora venía ocupando el PSOE.

Así, en la división del voto de la izquierda se cose en gran medida el éxito de una derecha que ve en las urnas el reflejo incontestable de una victoria electoral inaudita a tenor  de los constantes escándalos de corrupción, las permanentes medidas legislativas de recortes en derechos y libertades o el posicionamiento permanente de ajuste económico que al PP parece no erosionarle tanto como se esperaba. Tal vez, por lo que ha supuesto para la izquierda de nuestro  país el discurso de ataque permanente de Podemos al PSOE y la pérdida de votos que esto ha conllevado para el partido morado, Iglesias debería entender que su figura demasiado tosca y de perfil radical debería dejar paso en el liderazgo de su partido a otras propuestas más moderadas, creo hoy más que nunca que el principal talón de Aquiles del PP no es otro que la figura de Iglesias y su alma comunista, imagen y sentimiento este no compartido por un país, España, de corte de centro izquierda en donde siempre desde la llegada de la transición la ciudadanía busca ante todo la moderación y el progreso desde la estabilidad.

Y en todo este escenario de fragmentación de la izquierda, resurrecciones  y victorias populares no podemos por menos que analizar otros datos significativos que las urnas depararon ayer, por un lado el del rechazo al pacto PSOE Ciudadanos que tuvo su reflejo en la pérdida de votos y escaños de ambas formaciones políticas, el PSOE aguantando la marejada electoral pero con un resultado –el peor de su historia-  máxime cuando bastiones del socialismo como Andalucía han sufrido el sorpasso por la derecha de un PP vencedor en un territorio antes inexpugnable tal vez por el efecto arrastre de unos comicios con tendencia al alza de la derecha, hechos estos  que obligan necesariamente a que el próximo congreso federal analice, reflexione  y tome acciones claras en los procesos de renovación y transformación que el PSOE necesita. Y Ciudadanos, con la pérdida del liderazgo emergente de un Albert Rivera que tras tocar techo parece bajar en sus expectativas electorales.

En definitiva, lo que parece claro es que el dibujo del nuevo congreso de los diputados deja al bloque conservador al borde de una mayoría absoluta que hace prácticamente imposible cualquier otra opción de gobierno en nuestro país. Las opciones en la configuración del próximo ejecutivo girará en torno a un PP, con o sin Mariano Rajoy, hoy más con que sin, un gobierno que tendrá por delante la titánica tarea de una nueva remesa de recortes para la corrección de un déficit que amenazara de nuevo a los pilares del bienestar social y que parece que nos llevará a una legislatura corta de dos años y con un escenario electoral a dos años vista, la cuestión es si entonces tendremos los mismos líderes en los partidos o si las elecciones del 26-J dejaron por el camino ilustres víctimas, algunas fugaces en su estrellato político.

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