Me contaron en una ocasión que un escritor de novela policíaca español había viajado a Estados Unidos, invitado por una sede del FBI. En la presentación hizo entrega de un paquete que contenía un libro. Pero el director no lo pudo saber ya que, sin ni siquiera tocarlo, hizo llamar a un ordenanza que retiró el paquete de encima de la mesa. Quién me lo contó me dijo que antes se colocó unos guantes de látex. Agraviado, el escritor quiso saber el motivo por el cual no había aceptado el obsequio. Le explicaron que allí era un delito que un funcionario público aceptara un regalo. Por lo que cuando les hacían entrega de algún objeto, se limitaban a almacenarlo en un lugar que formaba parte de la sede. Lo que seguramente no le dijeron es que aquí, en España, también es un delito. Y lo es desde la reforma del Código Penal de 2010 donde, y cito textualmente el artículo 422: “La autoridad o funcionario público que, en provecho propio o de un tercero, admitiera, por sí o por persona interpuesta, dádiva o regalo que le fueren ofrecidos en consideración a su cargo o función, incurrirá en la pena de prisión de seis meses a un año y suspensión de empleo y cargo público de uno a tres años”.

En España somos muy de hacer regalos. Y en la mayoría de las veces nadie es malintencionado. Pero el funcionario debe comprender que por razón de su cargo no debe, en ningún caso, aceptar un regalo de un ciudadano. Lo dice la Ley y lo dice la ética. Y la época idónea para hacer regalos es Navidad. En Navidad hay innumerables ciudadanos, asociaciones, comercios, corporaciones, etc, que quieren agradecer a su policía (por poner un ejemplo de servicio público) los servicios, atenciones, prevenciones y resoluciones. Ellos, los ciudadanos, actúan bajo principios de buena fe, pero debe el funcionario rechazar la ofrenda e indicar que por razón de su cargo no debe, en ningún caso, aceptar el regalo. Más adelante explicaré los motivos, ya que además de los legales y éticos están los del reparto de esos obsequios.

Para ubicarnos en la etimología de la palabra diré que un regalo es la entrega de dinero u objetos a alguien, sin requerir algo a cambio. Esta explicación aunque simple no está exenta de ironía. Sobre todo en determinados regalos, especialmente los realizados a funcionarios. La Ley de Transparencia de finales de 2013 ya penalizaba a los cargos públicos que aceptaban regalos por razón de su cargo, en un artículo sujeto a interpretación. Dice textualmente la Ley: Los cargos públicos no podrán aceptar estas Navidades regalos que superen los usos habituales, sociales o de cortesía. Hay que explicar que otra cosa bien distinta sería el “cohecho”, en el que el gesto de aceptar el regalo conlleva implícito un “favor” por parte del agasajado hacia el “agasajador”. Pero eso es otra historia, ya que en este caso entraríamos directamente en un delito, sin interpretación posible.

Al finales de 2014 el ayuntamiento de Segovia fue más allá y obligó a sus funcionarios a devolver los regalos de más de 30 euros. Añadiendo a la Ley de Transparencia un tope de lo que sería un regalo socialmente aceptado. Si cogemos ese tope como baremo, los funcionarios podrán aceptar regalos de menos de 30 euros, como podrían ser cajas de bombones, ramilletes de flores o bolígrafos, pero no cuando esas “dádivas” superan el valor de lo éticamente tolerable. Pero aquí ya entraríamos en una interpretación de la Ley, nosotros que somos tan dados a interpretar. El artículo del Código Penal no especifica tope, ni social ni moralmente aceptable, así que no veo por qué tenemos que ajustarlo nosotros.

Les hablaba antes del reparto de los regalos, ya que me parece un tema que por sí solo tiene una entidad propia. Por regla general el ciudadano no entrega regalos personalizados (salvo contadas excepciones) a un funcionario en concreto. No se acerca a una comisaría (por seguir con el ejemplo) y pregunta por un policía para entregarle en mano una caja de Cava, porque ese policía lo ha atendido muy bien siempre que ha requerido sus servicios. Lo que hace el ciudadano es entregar a una Comisaría (en su conjunto) una caja de Cava porque está contento con el servicio de la policía. En el caso estadounidense, con el que he iniciado este artículo, el director almacena la caja de lo que sea para que nadie la toque; aunque si es un producto perecedero lo ideal sería rechazarlo e imagino que allí es lo que harán. Pero… ¿se hace igual en España? ¿Se rechazan esos regalos? Y si no se devuelven ni rechazan… ¿quién se los queda?

Leyes y conductas aparte, mi reflexión acerca de los regalos, dádivas, obsequios o donativos, consiste en que por el mero hecho de aceptar un regalo, hay una predisposición a que la conducta del funcionario no sea ecuánime a su cargo cuando esa misma persona que le ha hecho el regalo le solicite un favor. La pregunta que hago es cómo va a rechazar esa petición de alguien que ha sido tan bueno con él, cuando se molestó en entregarle un buen regalo. Con lo que la aceptación del regalo en sí, ya lleva implícita una servidumbre que el funcionario debe repudiar, ya que un servidor público se debe a todos por igual, hagan o no hagan regalos. Así que estas Navidades sean honestos y no acepten regalos de los ciudadanos.

2 COMENTARIOS

  1. Acabo de jubilarme, he sido funcionaria, prestando mis servicios en un Ayuntamiento. Este articulo me ha recordado un episodio vivido hace años. Vino una señora a mi puesto de trabajo a entregarme un obsequio. Según ella, ya había atendido muy bien a un hijo y, en agredecimiento, me obsequiaba. Le dije que no aceptaba ningún regalo porque ese era mi trabajo: atender al ciudadano igual que a mi me gustaría que me tratase. Lo único que conseguí, fue una bronca en pleno pasillo, que tirara en el despacho el paquetito, etc. etc. Muy desagradable. No recuerdo qué se hizo con el paquetito….. habría que concienciar para que no se produzcan hechos como este.

  2. Ví un documental hace un par de meses: «Corrupción, el orgaismo nocivo», donde uno de los protagonistas, funcionario, explicaba precisamente esto ! Intolerable todo lo que nos ocultan los medios sobre la corrupción, que va mucho más allá de lo que nos muestran…

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