Rateros-La Cloaca

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Rateros

 Noche oscura. Los parvos cercos amarillentos de las farolas apenas difuminan una lánguida calle, el diluido contorno de coches aparcados a ambos lados de la acera, lóbregas siluetas de edificios en estado de descomposición y el desamparado patio de la iglesia de Nuestra Señora de Fátima. El Cani, el Richi, el Chino y el Zumos andan sigilosos entre los coches, tocando con suavidad las manillas de los picaportes por si algún chorralaire se ha dejado el buga abierto. No tienen esa suerte y optan por pegarle un viaje al triángulo de la ventanilla trasera de un Simca 1200. Una vez dentro, desmontan un precioso radiocasete Pioner que el Cani instalará en el coche de su Viejo.

No es que el Cani, no pueda permitirse comprar uno nuevo. Todo lo contrario. Su padre acaba de regalarle ochenta y cinco mil pesetas apostadas por el exceso en los cálculos de la recolección de remolacha. Pero según le ha dicho el Richi en clase de electrónica, pillar uno es pan comido y si les acompaña a dar el palo, se lo regalan. 

El Cani, antes de decidirse, le ha contado la situación a su compañero de cuarto. Éste ha mostrado mucha preocupación y le ha dicho que si se enrola en la cuadrilla de maleantes que lidera el Richi, acabará como ellos. Pero el Cani dice que no, que sólo será por esta vez y que después, ya no irá más con ellos.

El padre de Luis Carlos (el Cani) ha visto instalado el radiocasete en el coche, pero no le ha preguntado nada a su hijo sobre el mismo. Quizá porque ha pensado que se lo ha regalado con parte de las 85.000 pesetas de la apuesta de la cosecha o porque, ni en la pesadilla más cruel, se le pasaría por la cabeza que su hijo, educado desde los ocho años en el seminario, pudiera siquiera pensar en participar en un robo.

Pero el Cani no es Luis Carlos. Al menos cuando no está en el pueblo. Allí en el colegio en Gamonal, ha tenido la peregrina idea de juntarse con lo mejorcito de cada casa. El Richi, un chuleta de botines puntiagudos, pantalones estrechos y flequillo a lo James Dean, ídolo entre las quinceañeras del barrio, al que sus padres le consienten todo para que no vuelva a ser detenido por robar. Él se lo agradece solicitando objetos caros, muy caros (como una guitarra eléctrica y un bajo). Obsequios que a sus progenitores les cuesta sangre, sudor y muchas lágrimas adquirir.

El Richi a su vez es íntimo del Chino. Un fornido adolescente al que sus padres no hacen ningún caso, porque se pasan el día entre el trabajo, el bar y las peleas. El Chino paga su frustración con los más débiles. Con ellos, va también el Zumos, un perspicaz angelito de gafas redondas y escasas carnes, maestro de la electrónica y de los trabajos finos. El Zumos es quién se encarga de sacar los radiocasetes de los coches pulcramente y de hacerlos el puente cuando necesitan transporte urgente. Va con ellos, porque es la única forma de librarse de los palos del Chino. La primera vez que los vio, junto al patio de la iglesia de Fátima, le pararon en la calle y el Richi le preguntó por qué había mirado a su novia. El pobre Zumos dijo que no, que él no la había mirado. Entonces el Chino le agarró del cuello del jersey y le dijo “¿Qué pasa que no te gusta la novia de mi amigo?” y el pobre Zumos, dijo que si, que era muy guapa. Y claro, le tocó cobrar porque según ellos, les había confirmado que sí, que la había mirado.

 

La Guardia Civil ha aparcado el coche en la misma puerta de la casa de Luis Carlos. Su padre, Ángel, sorprendido porque se han dirigido directamente a la puerta de casa, desde la nave de enfrente, donde está engrasando el tractor, les pregunta que es lo que quieren. Vienen en busca de Luis Carlos. Su padre les dice que el chico estudia en Burgos y que no está en casa. Los guardias le piden la dirección de la capital. El padre pregunta cuál es el problema y el picoleto le dice que su hijo es un peligroso delincuente. Ángel no da crédito. Debe de haber un error. Su hijo estudia electricidad del automóvil en un colegio de Gamonal y no puede ser. El guardia, le relata que la noche anterior ha habido un asalto al recito de las piscinas de Burgos. Han causado desperfectos por valor de un cuarto de millón de pesetas y se han llevado cinco mil de la caja del bar. Los daños han sido de tal calibre que despertaron a los vecinos quiénes llamaron a la policía. Los asaltantes habían escapado. Todos menos uno. Un tal Diego que Ángel no sabe quién es pero que el benemérito dice que es amigo de Luis Carlos y que ha “cantado” como un ruiseñor. No sólo le ha contado a la policía quiénes le acompañaban en el destrozo de El Plantío, sino otra quincena más de robos en bares y tiendas de Gamonal y unos noventa robos de radiocasetes de coches.

 En la habitación de la pensión, El Cani que desconoce que el Zumos ha sido detenido, vuelve con el Diario de Burgos en la mano. En primera página, una foto de las piscinas destrozadas. Le enseña orgulloso el periódico a su compañero. Este no da crédito. Le dice: “Ya te dije que acabarías como ellos”.

Ruido, bullicio, voces, gritos,… la puerta de la habitación se abre de un golpazo.

  


 

La Cloaca

Hoy me he levantado con un malestar general. No me duele nada. Pero noto un rechazo, un cabreo general dentro de mí que no sé muy bien a qué achacar. Dice mi amigo Ernesto que es consecuencia del exceso de información (o de estar todo el día pegado a ella) y de la situación actual de esta España que flota, como un iceberg, en una gran fosa de mierda. Y es muy posible. Son tantos los casos de corrupción, tantas las preguntas sin respuesta y tanta la hijoputez de esa asociación de malhechores que no encuentro paz dentro de mi ser, de por si combatiente y en permanente estado de agitación y cabreo.

Estoy cabreado con los delincuentes que nos acusaban de vivir por encima de nuestras posibilidades mientras nos roban por encima de nuestra inteligencia y entendimiento. Pero lo estoy mucho más con el pueblo. Ese pueblo atolondrado, narcotizado por los medios de incomunicación, adoctrinamiento y sumisión al que sólo le preocupan nimiedades. Como cuando en el balcón de un ayuntamiento ondean dos, tres o ningún trapo. O la preocupación por la entelequia de la nación. Por si unos se van o no, mientras nos han despojado sin que hayamos levantado ni un sólo dedo, de la mejor sanidad del mundo y de una educación que ha pasado de ser universal y pública, al negocio de unos pocos que pagamos todos. Cabreado por la estupidez de los que opinan que los problemas de su comunidad, nacionalidad o pueblo, vienen de fuera y que se arreglarán con la sola declaración de independencia, sin darse cuenta que allí y aquí, aquí y allí, los que roban, los que nos han dejado en la miseria social, económica y laboral son los mismos perros con el mismo modelo de collar y hasta del mismo color.

Estoy cabreado sí. Y harto. Harto del Castor, del TP Ferro (del que el 99% de los analfabetos sociales, españoles de buena fe, no ha oído ni hablar), de la desaladora de Escombreras, de las radiales,… Problemas reales minimizados o infravalorados porque la pólvora del rey no es de nadie (en realidad es de todos, pero parece no importar) o porque afectan al presidente del club de “jurgol” con más adeptos de este país. Harto de que la idiocia salga a la calle a recibir a un equipo campeón del mundo mientras están muy ocupados para asistir a la defensa de los servicios públicos, de los derechos de los trabajadores o a de la denuncia de la situación generalizada de latrocinio.

Estoy cabreado, sí. La situación ha llegado a un punto en el que, hay tantas preguntas sin contestar, y es tan surrealista, que todo se ha convertido en posible. Ya no podemos creer en nada o casi nada. La casa real con sus escándalos, con sus compi yoguis detenidos por ser parte de la mafia que nos ha estado robando a manos llenas. La Audiencia Nacional que además de ser cómplice de la regresión en la libertad de opinión, ahora, según contaba el domingo Elisa Beni en el diario.es , tienen una Señora X que informa a los presuntos delincuentes de las investigaciones en curso. La desconfianza es buena si no llega a la paranoia. Y en este asqueroso país, hemos llegado a tal extremo que ya no nos podemos fiar ni de nuestra sombra. Durante años hemos venido soportando los casos de robo, extorsión, tráfico de influencias, comisiones, desamparo, negocios sucios y paraísos fiscales, mientras nos aseguraban que eran casos aislados, aunque, día a día, parece confirmarse que es una forma de actuar de una banda organizada para ello. Casos que utilizan el presupuesto de nuestros impuestos en lugar de para que las administraciones funcionen, estén al servicio del ciudadano o para que sirvan para centralizar servicios y facilitarnos las cosas, para que unos pocos llenen sus cuentas en paraísos fiscales.

En las elecciones del 26J nos preguntábamos por qué TODAS las encuestas, tanto anteriores a los comicios como a pie de urna, habían errado tan estrepitosamente. Y entonces surge la duda sobre Indra y la aglutinación informática de los resultados electorales. Y salen listos, listillos, periodistas, juntaletras, izquierdistas, centristas, manipuladores, desinformadores al servicio de los que expolian, políticos de puertas giratorias y de garita, vecinos impávidos y cuñaos a reñirnos por pensar en el fraude electoral. Y resulta que, cuando tiran de la manta, es el propio Juez del caso Lezo el que ve sospechas de financiación ilegal de las campañas del Vertido Popular por parte de esta empresa encargada de la aglutinación de los resultados electorales.

Si ya no podemos creer ni siquiera en un sistema electoral limpio, ¿que nos queda? ¿Si además de la nada democrática circunscripción electoral provincial, si además de una ley de recuento poco democrática como la ley D’Hont, hay serias dudas sobre que la limpieza de la aglutinación de los votos, en qué vamos a creer?

Me comentaba el otro día una amiga sus sospechas de que todo esto que ha pasado en la última semana en Madrid con el Canal de Isabel II y los dirigentes del Vertido Popular, es en realidad una especie de “ajuste de cuentas” y un intento de hacer borrón y cuenta nueva. Como una víbora que cambia de piel, pero sigue siendo serpiente. Y no va mal encaminada. Si, Rajoy tiene que declarar y Esperanza Aguirre y la rubia Cifuentes, ¿Y? ¿Alguien ha visto preocupado a estos chisgarabís? Y lo que es peor, ¿alguien ha visto preocupado a cualquiera de sus esbirros y Trolls de la prensa?

Estoy cabreado, desilusionado y con desazón. Vivimos en un país de zoquetes. Un país que cree en los curanderos, en la homeopatía, en videntes y echadores de cartas y como no en charlatanes, ladrones y ladinos. Un país que ensalza a analfabetos funcionales que mueven un balón.

Estoy hasta el moño de Nadales, del Madrid, de los Alonsos de turno, de los Márquez, de los Bertines Osbornes, de los Pablos Motos y sobre todo de los Cuñaos que ahora abundan como las setas en un otoño suave y húmedo.

5 COMENTARIOS

  1. Bueno ,bueno,bueno, cuan legitimos son tus sentimientos tan negativos y demoledores, pero como siempre se dice cuando se generaliza , malo!, cuando se escapa en el analisis ese tan denostado, «de donde venimos,para saber a donde vamos», tambien ,malo!, pienso que hay desde el punto de vista intelectual, mucho soporte para no caer en esos estados emocionales que , al final, juegan en nuestra contra, porque arreglar, arreglar nada!Esto es como cuando uno crece y ve con toda crudeza a su familia , padres , hermanos con todas sus limitaciones ,pero tambien sus cosas buenas y al final no se puede pedir mas , porque uno es producto de todo eso,y el hecho que uno haya elegido el camino de tratar de salir mejor armado, no significa que este totalmente liberado y descontaminado.Por lo tanto vaya siempre por delante la autocritica. Un saludo

  2. jajajajajaja….
    Los sentimientos a veces nos pueden. Y hay que sacarlos, ¡aunque nada más sea para que algunos de los que están dormidos despierten!
    Deberíamos poder pedir más. Porque la ignorancia y el inmovilismo de unos pocos (que no son ni el 30% como nos quieren hacer ver) lo pagamos todos.
    Esto es como todo. La libertad de los demás se acaba cuando me tocan la mía. Y que cada uno vote lo que quiera. Pero deberíamos exigir al menos un opoquito de dignidad y memoria a la hora de elegir el voto.
    Gracias por el comentario. Siempre eres bienvenida.

  3. Tu cabreo lo entendemos y compartimos muchos. Lástima que no todos. Pero es que a este país de bobos y mangantes le hace falta una inversión de valores y una regeneración social con urgencia. La clase política que tenemos es un reflejo de nosotros mismos, y así, mientras nos quitan hasta la dignidad, nos dedicamos a alabar a Nasal, Messi o Cristiano. Qué país…

  4. Carmen, la inversión en valores es complicada en un pais dónde se lleva a la cárcel por delitos contra el sentimiento religioso.

    Manuel, deberiamos ser muchos.

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